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16 de abril de 2024
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Por Carlos Nasif
La ganadería está en el medio del río
9 de junio de 2006
Hoy está en debate la problemática de la carne, originado, según muchas versiones, en un estancamiento de la ganadería y, por obvio razones, una reducción de la oferta de producción, especialmente, para el mercado interno.

Las razones que llevaron a esta situación no es justamente el "estancamiento” de la ganadería o la reducción del stock bovino, sino, todo lo contrario, es casi un milagro que con las condiciones dadas en los últimos 35 años la Argentina aún tenga más de 50 millones de cabezas de vacunos y haya producido, como sucedió el año pasado, 3 millones de toneladas de carne.

Siempre compararemos los últimos 35 años para demostrar este crecimiento de la ganadería, porque además coincidió con un formidable aumento de la agricultura.

Hay innumerables índices que se pueden analizar y todos confluyen en que la ganadería, con todo en contra sigue evolucionando.

En primer término, se puede medir en términos de comparación el proceso sufrido por la ganadería ovina, que desde 1970 ha perdido más de la mitad del stock. Mientras en 1970 contábamos con 44 millones de cabezas ovinas, hoy llega a 14 millones con mucho optimismo. Esto ha significado pérdidas de oportunidades de exportar y un mercado interno donde la carne de cordero es un lujo en el supermercado y se la consume para ocasiones especiales.

Esto sí fue un verdadero proceso de involución de la especie ovina, que ahora busca una recuperación con la sanción el año pasado de la Ley de Promoción para ese sector y con nuevas motivaciones en el mercado internacional, que revalorizó el precio de la lana.

El otro elemento contundente que acorraló a la ganadería fue el desarrollo agrícola, que a medida que extendía sus fronteras productivas, marginaba a la ganadería a zonas marginales.

En este proceso de 35 años que venimos comparando, la agricultura le “robó” a la ganadería más de 6 millones de hectáreas en la Pampa Húmeda, que dedicó básicamente a la explosión de la soja. En esa superficie, se engordaban 6,8 millones de animales, que aún desplazados a otras regiones menos ricas del país, se mantuvieron en actividad con índices similares cada año.

Esto queda claramente demostrado con los datos estadísticos. En provincias como Chaco o Entre Ríos el stock vacuno en los últimos 35 años prácticamente se mantuvo, mientras que en Buenos Aires o Córdoba tuvo una caída más significativa.

A esto se suma el crecimiento demográfico en el país que más consume carne en el mundo. En los 70, la población argentina llegaba a los 13 millones de habitantes, hoy se acerca los 40 millones, con un consumo que se mantiene a los largo del tiempo alrededor de los 60 kilos por habitante por año.

En el último lustro se siguieron agregando situaciones positivas para el sector ganadero, que si embargo, como un verdadero bumerang, terminaron volviéndose en contra. El control de la fiebre aftosa en 2001 le dio un nuevo status a la carne argentina en el mundo y esto atrajo mucho más la atención del mundo hacia nuestras carnes, que hace año goza de muy buena credibilidad por su calidad.

Entonces, el crecimiento agrícola, la mayor demanda interna por el crecimiento demográfico y el aumento de las exportaciones en el último lustro se combinó para que no pudiera cumplirse con toda la demanda que requieren los consumidores. Esta conjunción, además, generó aumentos en el mercado interno por una ley lógica de la economía, a menor oferta y mayor demanda, aumenta el valor del producto.

En muchos otros sectores, como lácteos o agrícolas, esto puedo suplirse con importaciones para cubrir las necesidades internas. Pero en ningún país de la región se produce carne tan barata, de muy buena calidad y para un público particularmente exigente como en el nuestro.

Entre 2004 y 2005 se aumentó la producción de carne un 15 % y así se contuvo y se cubrió las necesidades internas, que por cierto son las más importantes para las carnes, debido a que absorben por los menos el 75 por ciento de la producción.

Pero eso tuvo un fuerte costo para la ganadería porque se sacrificaron más terneras que de la cuenta. Eso significó perder madres y, como consecuencia, una progresiva caída en la cantidad de nacimientos.

La mayor adversidad que enfrenta la ganadería, a diferencia de la agricultura, es que su ciclo biológico demanda al menos 5 años para recuperarse. También la agricultura ha progresado tecnológicamente más rápido y así pudo obtener resultados de crecimiento mucho más aceleradamente.

La herramienta de la biotecnología le dio una mano mayor al sector agrícola que al ganadero.

Todos los datos aquí desarrollados conspiraron contra el desarrollo ganadero, aún así la cantidad de animales en stock se mantiene, potencializando la posibilidad de crecer en un plazo más corto al que realmente debería ser si la ganadería hubiera actuado como racionalmente se lo hace con todos esos factores en contra.

Pero en la Argentina la ganadería tiene lazos más fuerte que los estrictamente comerciales y eso provocó que se sostuviera el rodeo por años, cuando en otras especies, como la ovina, cayó abruptamente.

Hay ventanas que posibilitan pensar en un aumento productivo que aceleren los tradicionales tiempos de los ciclos ganaderos. Por un lado la tecnología, a través de la clonación o la formulación de mejoramientos en los alimentos que posibilite una mayor producción de carne; por otro lado, optimizar el manejo del rodeo para aumentar la producción, como elevar la tasa de destete, incrementar la carga de vientre por superficie y hacer lo mismo con el índice de preñez.

Asimismo, hay una intención de promover la ganadería a través de planes, que se implementaron con mayor interés en las provincias y, en este momento, se debate sobre un proyecto redactado por el Gobierno, en un programa nacional.

De todas maneras, una opción como otra, no permitirá una recuperación de la ganadería antes de 2008.