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25 de abril de 2024
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Por Carlos Nasif
Toda la presión para la agricultura
23 de junio de 2006
Diferentes factores externos están impulsando a la agricultura a lograr nuevas metas expansivas, que puede ir en detrimento de otras actividades, como la ganadería, o conquistar nuevos espacios inexplorados por el hombre, de la mano de la tecnología.

Por ello, en el comienzo de una nueva campaña, iniciada con los granos finos, especialmente el trigo que ya está sembrado en un 30 por ciento de todo el país, es un interesante ejercicio repasar la coyuntura que encuentra el hombre de campo argentino a la hora de decidir qué hacer con la tierra.

Sería muy sencillo describir todos los factores positivos que alientan a sembrar hasta en las macetas de los balcones. Pero también hay elementos que conspiran contra una decisión firme de volcarse a los granos.

Existe actualmente un contexto mundial bastante favorable para suponer que los precios internacionales estarán sostenidos por un tiempo. Baja de reservas y nuevas oportunidades generan prosperidad para la producción agrícola, que no siempre suele ser bien aprovechada.

El trigo forma parte de un clásico de la región pampeana, que es implantarlo ahora en invierno y luego, tras su cosecha a fin de año, sembrar soja.

Pero venimos de un año de caída en este cereal, que representó retroceder un millón de toneladas en el área sembrada y casi cinco millones de toneladas menos. Son cifras elevadas para ese cultivo, que difícilmente se puedan recuperar este año.

Un clima adverso, con una fuerte sequía en la provincia de Buenos Aires, y una ecuación económica que no cierra en la asimetría costos-beneficio, retrajo la intención de los productores el año pasado.

Puede cambiar un poco el clima este año y ser más benigno para el trigo, pero las condiciones económicas sólo pueden revertirse si el mercado mejora el valor, algo que podría suceder, pues el stock mundial para este cereal es bajo y la demanda por este alimento crecerá.

Lo vemos en estos días que dado la menor cosecha de trigo hay escasez de la materia prima del pan y esto provocó una movida del Gobierno para evitar que el precio de ese producto sensible en la Canasta Familia se dispare.

Sin embargo todas las miradas están puestas en lo que pueden ser los cultivos “vedette” de este año: la soja y el maíz.

Ambos tienen prácticamente el mismo objetivo, aunque son muchos los matices que los diferencian.

Por caso, la soja es muy barata. Tanto su costo de siembra como su “mantenimiento” es bastante inferior a lo que cuesta el maíz. Quizás en términos numéricos podríamos decir la mitad. Inclusive, incluimos en esto las necesidades de agua de ambos cultivos, que es vital en un negocio agropecuario.

El fuerte crecimiento que está teniendo la producción de biocombustibles en el mundo, la necesidad de cubrir la demanda de alimentos para el hombre y animales son dos fuerte razones para que tanto la soja como el maíz requiera de un gran crecimiento mundial en su producción en los próximos años.

¿Es factible incrementar la superficie de maíz y soja? El año pasado el maíz tuvo un duro revez, que no es fácil revertir. Se sembraron 400.000 hectáreas menos y la cosecha cayó en casi 6 millones de toneladas. La soja sigue rompiendo récords.

Se largó en todo el mundo la carrera por reemplazar los combustibles fósiles por los de origen vegetal. Hoy, el 48 % del consumo de combustibles de la Argentina es gasoil y la mayor parte es utilizado por el campo. Entre el transporte de cargo y la producción se llevan el 76 % de ese total, según datos de la Secretaría de Energía de la Nación.

Las inversiones en nuevas plantas de biodisel se multiplican, más aún después de la sanción de la ley que da un marco legal a la actividad. En el país hay decenas de proyectos funcionando, aún de baja escala. De todos modos, las petroleras se están involucrando en el tema y Petrobras anunció la producción de biodisel en Brasil con una inversión de 38 millones de dólares, y Repsol hizo lo propio con una planta que está construyendo aquí.

La aparición de enfermedades, como el Mal de la Vaca Loca, renovó el pedido de alimentos de origen vegetal para los animales, con lo que la competencia por obtenerlos se multiplica, especialmente de los países desarrollados, donde este flagelo ocasionó más daños.

La Argentina es el tercer productor mundial del complejo oleaginoso y su planta industrial es de la más competitiva en el mundo. Esto lo deja en una posición de privilegio de cara al futuro.

Pero, a su vez, existen variantes que retienen el impulso agrícola, especialmente en estos dos cultivos que venimos analizando.

En primer término cuestiones climáticas. Por primera vez, tanto en la era Kirchner, como en muchos gobiernos anteriores, se oye del propio Presidente que la sequía afectó fue uno de los determinantes para el crecimiento económico del país. Esta declaración fue hecha en Madrid, durante la gira presidencial, y significa para el campo un reconocimiento a su importancia.

No se espera un invierno seco, por lo que las condiciones para sembrar trigo pueden ser buenas. Tampoco grandes cambios para la primavera cuando se siembre el resto de los cultivos. Pero esto son pronósticos y hay que tomarlos como tal.

Lo que sí es cierto es que aún persisten riesgos comerciales que son los que más están obstaculizando las decisiones empresariales. Una presión tributaria que llega al 50 %, impuestos distorsivos y cambios en las reglas de juego que no dan seguridad.

No es necesario abundar demasiado sobre el tema fiscal.

Esta semana, con la siembra de trigo en plena marcha, la Secretaría de Agricultura anunció cambios en el uso de la semilla propia. Justamente el trigo es una de ella y la soja, la restante.

Ahora se limitará el uso propio a la misma superficie implantada el año anterior. Por la ampliación del área sembrada se deberá pagar una regalía, que aún no está reglamentado en qué valores y de qué manera se concretará.

Esto viene a contribuir a la solución de uno de los temas más candentes del sector: el pago de regalías en granos que reclaman las semilleras.

Pero parece una solución a medias, porque de ambos lados de los afectados por esta nueva norma hubo disconformidad en algunos aspectos.

Todos los elementos de peso en la decisión de un productor por darle el destino a su tierra están en la balanza. La gran presión que se genera sobre la agricultura es lograr ese delicado equilibrio entre la demanda que está en alza y sostiene los precios contrapuesta con los factores internos que actúan sobre la renta y finalmente influye sobre los resultados.

Las recetas siguen apareciendo, con producciones mixtas o entrelazadas. Así en un mismo campo hoy se está ensayando con maíz y soja al mismo tiempo. Nuevas variedades genéticas que mejoran el rinde y dan más calidad a los cultivos o la experiencia de Syngenta, que exportó 25.000 toneladas de trigo diferencial a Nigeria, con valores de hasta 20 dólares más que el de plaza por tonelada. En definitiva, son nuevos desafíos para lograr seguir creciendo en la producción.