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Por Carlos Nasif
La soja sigue acaparando todas las miradas
17 de diciembre de 2006
Una nueva campaña agrícola está en marcha, con todos los vaivenes y bemoles que la enmarcan y que hacen predecir ciertas contradicciones que tendrán su impacto en el próximo año.

Quedan las últimas semanas de la cosecha de trigo, que ya está a full en la provincia de Buenos Aires, y está también en sus últimas etapas la siembra de granos gruesos, con el maíz, soja y girasol a la cabeza.

Una vez más la soja sigue llamando la atención por su crecimiento constante. Desde hace por lo menos 30 años que esta oleaginosa se desarrolla productivamente y tecnológicamente. Hoy es el cultivo más barato de implantar y el que más caro se cotiza en el mercado y esa ecuación es por demás tentadora.

Ya antes de comenzar la campaña se sabía que el área sembrada soja superaría las 15.360.000 hectáreas del año pasado, constituyéndose en un nuevo récord. Las predicciones recientes de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires son más optimistas y ya hablan de superar la barrera de las 16.000.000 millones de hectáreas, con una producción estimada en 42 millones de toneladas y valuadas en 27.000 millones de pesos. Este récord, como sucede en la mayoría de los registros superadores, no siempre trae alegrías.

Es indudable que un aumento en la producción es valorable y positivo desde todo punto de vista, pero hay quienes consideran que este avance progresivo de la soja, en definitiva es un retroceso a largo plazo de la agricultura.

Los factores que se enumeran en contra del crecimiento de la oleaginosa es el poder extractivo del suelo y falta de reposición de los valores nutritivos que determinan la calidad de los suelos. También señalan la excesiva dependencia en la que se puede caer si la decisión universal del productor es volcarse a la soja.

Pero también hay argumentos de peso para tomar una decisión estratégica a la hora de cultivar el campo. Además de la ya mencionada ecuación económica (bajo costo y precio atractivo), la soja es un cultivo que no requiere tantas exigencias de cuidados, no necesita tampoco tanta agua como otros cultivos y no parece tener techo en cuando a la demanda interna como mundial.

La alimentación humana, la energía o combustibles y la alimentación de animales son algunas de las bases del argumento que sostiene que cuanto más soja se siembre más se gana, contrario a la ley de la oferta y demanda.

Por ello hasta se produce actualmente la paradoja de tener la necesidad de importar el grano de países vecinos para satisfacer las necesidades de la industria, que viene aumentando la capacidad instalada, a conciencia de que la soja es sin duda el cultivo que más seguirá desarrollándose en el futuro.

Por el momento el debate sobre el verdadero impacto del aumento del área sembrada con soja no se ha profundizado, por eso sigue creciendo la superficie implantada. Hay estudios técnicos que revelan el uso fertilizantes para recuperar el suelo, pero que se estaría utilizando en un 30 % del total de las necesidad que se requieren por la extracción que realiza la soja. Es decir, año a año se pierden suelos y si esto no se revierte las consecuencias a mediano y largo plazo es terminan con los campos “gastados” por el uso.

No hay demasiadas herramientas que promuevan el uso de fertilizantes, así como la soja misma se encarga de incentivar a los productivos con ecuaciones económicas tentadoras.

Tampoco hay políticas que tiendan a un uso racional de los recursos para lograr un equilibrio que permita seguir desarrollando esta oleaginosa y tener conformes a ecologistas, ingenieros agrónomos o seguidores de la producción sustentable.

Esa es la palabra más buscada, así como la soja es símbolo económico, la sustentabilidad es sinónimo de protección. Y allí hay que apuntarle como estrategia, para que el desarrollo de la soja no se convierta en un camino a la extinción de la agricultura.