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Por Carlos Nasif
Las turbulencias financieras y su impacto en el campo
17 de agosto de 2007
Los días de turbulencias financieras mundiales no sólo golpearon el bolsillo de los especuladores e inversores de las bolsas o los “timberos” de monedas extranjeras. En el campo también esperan algún impacto, que ya comienza a sentirse.

La volatilidad de los mercados de los granos fue la primer señal que recibió el sector agropecuario como consecuencia de los sucesivos “días negros” que se fueron acumulado en los mercados bursátiles.

Claro se combinaron también otros factores, como por ejemplo para hacer retroceder el valor de la soja, como las expectativas de buenas cosechas en América del Sur. Pero el grano que sí sintió el golpe fue el trigo, que aún con subes y bajas está sostenido en un muy buen valor.

El analista de la Sociedad Rural Argentina, Ernesto Ambrosetti, estima que las consecuencia para el campo pueden sentirse en el corto y mediano plazo, si es que esta tendencia mundial continúa o vuelve a repetirse.

Ambrosetti teme que una pronunciada caída en los bonos argentinos, una limitación en los recursos que recibe el Estado o prolongación de la crisis que retraiga más precio de los commodities provoque una carencias de recursos en el Gobierno, precisamente en un año donde el gasto público esta en alza.

Si esto sucediera, analiza Ambrosetti, el Estado puede recurrir a una presión fiscal más fuerte, que pesará en mayor medida en el agro, seguramente. Inclusive, por el precio del trigo se rumorea un aumento en las retenciones.

Hay quienes también plantean que una apreciación del dólar en el mundo le podría quitar competitividad a las exportaciones argentinas y si a esto se suma una caída en el consumo de los habitantes norteamericanos, como se prevé, esto sería una disparador para encender otra alarma en el campo.

Por otro lado, está pendiente una cantidad de promesas de grandes grupos empresariales por ampliar, adquirir o incorporarse al negocio agropecuario con fondos frescos, en varios casos millonarios. La decisión sobre estas inversiones pueden haberse congelado o, tal vez, impulsado después de que los mercados mundial mostraron sus debilidades. Pero lo cierto es que suma incertidumbre en un negocio que de por sí tiene muchos factores que lo hace cambiante permanentemente.

Los analistas del sector coinciden en que la solidez del negocio rural, con promesas de precios fuerte por largo plazo, es una tentación importante para quienes pretenden asegurar sus inversiones. El futuro del biocombustible y los stocks mundiales de granos en franco retroceso hacen que las praderas argentinas se vuelvan indispensables.

Los valores de la soja, el trigo y hasta el maíz vienen mostrando solvencia por una serie de factores que lo mantienen en alza. Las especulaciones por la mayor demanda de alimentos, sumado a sucesos climáticos que afectaron al hemisferio norte y una feroz sequía en Australia abrió el panorama para países como el nuestro, Brasil o Uruguay para lanzarse al mercado mundial con consistentes perspectivas de éxito.

En el caso argentino, las condiciones de competitividad no son las mismas que sus vecinos de Brasil o Uruguay. Aún así, el negocio es tentador.

Por el momento, en el campo las señales son más positivas que negativas y todas apuntalan un año con buenas cosechas. Hoy la mirada está puesta más en el cielo, por la falta de lluvias, que en el comportamiento de los mercados, donde los precios dan alivio, aunque nadie está dormido en los laureles.