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Por José Calero
Los precios del miedo y el fantasma de la inflación
9 de marzo de 2008
La espuma que levantó el alza de productos estacionales como las verduras y las carnes oculta un fenómeno mucho más complejo, difícil de medir y peligroso desatado en la estructura económica de la Argentina, y que parece no encontrar techo.

Se trata de un monumental ajuste en la distribución de la renta a partir de la recomposición de precios que decidieron emprender los fabricantes de bienes y servicios de consumo masivo, una vez que se constató un boom del consumo alentado desde el Gobierno y que aún no encuentra su techo.

La discusión de fondo ya no pasa por el precio de la papa o del asado, que ingresan en distintos momentos del año en el subibaja de la oferta y la demanda, o de la escasez o la abundancia en el mercado.

El problema es que, otra vez, está ocurriendo una transferencia de recursos en la economía, donde quienes fijan los precios pugnan por apropiarse de la renta, mientras gran parte de los asalariados, y sobre todo quienes carecen de empleo o trabajan
en negro, son sólo espectadores de un partido que no los tiene en cuenta.

La pretensión oficial de ponerle un techo del 19,5 por ciento a los ajustes salariales previstos para este año parece ser funcional a esa estrategia, teniendo en cuenta que todas las mediciones serias del sector privado hablan de una inflación que superó el 25 por ciento en el 2007.

Un dato que manejan los pocos técnicos del INDEC que todavía no fueron quebrados por la insostenible presión del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, refleja que el costo de vida promedio del 2007 rondó el 26 por ciento, pero que hubo rubros vinculados con los consumos premium que superaron largamente el 30 por ciento.

Un relevamiento informal realizado sobre la "economía veraniega", que busca medir el comportamiento de los precios en los principales centros vacacionales de la Argentina, como la costa atlántica, Córdoba, Mendoza o Bariloche, arrojó subas de entre el 30 y el 50 por ciento respecto del verano del 2007.

Es que, devaluación mediante, el sector turismo está experimentando una reestructuración sin precedentes en la Argentina, donde la hotelería, los servicios de transporte y la gastronomía se cotiza a precio dólar, como bien puede comprobarse
sentándose a comer en cualquier restaurante del centro porteño.

Otro caso, casi escandaloso y que afecta a millones de ciudadanos, es el de los alquileres: según los números del INDEC, en el último año aumentaron alrededor de un 10 por ciento.

Sería un buen desafío encontrar a algún inquilino, sea de vivienda familiar o comercial, que haya podido renovar el alquiler de su inmueble con un ajuste de apenas el 10 %, como dice el INDEC. Parece ciencia ficción.

"La realidad es que los alquileres siguen renovándose a un ritmo de aumento de 100% con respecto al contrato anterior, lo que da un aumento promedio de más de 50% en 2007 y este ritmo se mantiene", grafica Radamés Marini, de la Unión Argentina de
Inquilinos.

No es casual que en el nuevo IPC, o "MGM" como se lo llama irónicamente en el ámbito del INDEC en honor a su mentor Mario Guillermo Moreno, prácticamente vayan a desaparecer las mediciones de lo que los técnicos denominan "Bienes y servicios con
comportamiento estacional", que en definitiva terminan disparando la inflación.

Allí entran frutas, verduras, ropa ‘exterior’ (no calzoncillos y bombachas), transporte por turismo y alojamiento y excursiones.

Esta categoría representa el 9,24% de la canasta total que mide el costo de vida, y la mayoría de las productos quedarán englobados en el mecanismo de "sustitución" que la Argentina copiará del modelo norteamericano.

La idea será razonar en forma similar a como supuestamente lo haría un consumidor: es decir, si se dispara el precio del tomate porque hubo heladas, la medición lo reemplazará, por ejemplo, por la lechuga, la remolacha o cualquier otro vegetal que,
supuestamente, equivale a ese producto cuyo valor se disparó.

Lo mismo ocurrirá con la carne, que en la semana estuvo en el centro de la tormenta porque su precio trepó por encima del 10 por ciento en los mostradores.

"Si la carne vacuna está cara, el consumidor compra pollo o pescado", dicen en la Casa Rosada. A veces sí, a veces no, se le podría responder.

La "guerra" de la carne

El sector de la carne atraviesa una etapa de turbulencias luego de que los frigoríficos que abastecen al mercado interno, nucleados en CICCRA, salieron a denunciar con dureza al secretario Moreno.

La voz cantante la llevó el titular de esa Cámara, Miguel Schiariti, un hombre de sólida formación que alguna vez condujo los destinos del Mercado Central de Buenos Aires y que no suele apelar a frases altisonantes.

Ciccra denunció que afiliados a esa cámara recibieron llamadas intimidatorias de la Secretaría de Comercio Interior.

"Los funcionarios, cuyo tiempo y esfuerzo pagamos todos los argentinos, que debieran dedicarse a otros menesteres, se entretienen presionando a los empresarios que se atreven a discrepar del parecer del titular del organismo", dijo Schiariti en un duro editorial.

Y abundó: "Cinco veces vinieron los inspectores de Comercio en un día, invocando dos leyes y pidiendo el listado de socios. Y Moreno después llamó a dos o tres socios, de los que no sé cómo consiguió el teléfono, para intimidarlos".

¿De donde puede haber sacado los teléfonos Moreno? Hace varios años que empresarios de primera línea vienen preguntándose por lo bajo cómo se hace desde distintas esferas para conseguir números de celulares que sólo se los dan a la familia.

"Compré un celular para que sólo me llame mi hija, y a los pocos días estaba recibiendo en ese número el llamado de un político para quejarse por una declaración que hice. No lo podía creer", se lamentaba hace tiempo un dirigente empresario.

En el sector privado hay preocupación: el dirigente de la Federación Agraria Argentina (FAA) Guillermo Giannasi fue otro de los que debió sufrir los embates del secretario de Comercio.

Se quejó de presiones y denunció que el gobierno discrimina a algunos sectores de la lechería y beneficia a otros. "Las presiones no llegan a todos por igual, si controlan a los productores también deberían hacerlo con la industria y la cadena
de comercialización", señaló con amargura.

El control de precios

Con razón, el Gobierno sabe que él éxito del modelo económico se juega en contener la inflación, pero hasta ahora sólo parece dispuesto a echar mano a recursos artificiales para disimularla.

La hiperinflación no sólo destruyó la economía argentina en múltiples oportunidades a lo largo de la historia, sino que derribó una y otra vez los sueños de millones de argentinos de tener su casa propia, un nuevo vehículo o montar un negocio. Por ello es clave evitar que se disparen los precios.

Pero el gobierno no acierta en la herramienta para lograr ese objetivo, y por ahora parece empecinado en concentrarse en modificar el termómetro, en lugar de atender las razones que provocan la fiebre.

Por ello, si no es capaz de curar el virus o la bacteria que está provocando la escalada imparable de precios, un día la epidemia le puede estallar en las narices.