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Por José Calero
Un plan que no termina de cerrar y se puede "hacer humo"
21 de abril de 2008
El mundo de los negocios teme que el Gobierno se haya dormido en los laureles de cinco años de crecimiento ininterrumpido y subestimado un capítulo clave para sustentar cualquier modelo de desarrollo: la inversión.

La inflación al galope que padecen los argentinos desde hace más de un año se debe en gran parte, según coincide la mayoría de los expertos, a que el "modelo productivo" agotó hace rato la capacidad instalada ociosa que le quedó de la crisis del
2001-2002, y que aportó en gran parte la apertura de los 90 atrayendo capitales al país.

Es por eso que desde las propias esferas económicas alineadas con este modelo salieron a reclamar un "service" o "sintonía fina", para ajustar variables que se empezaron a ir de las manos.

Desde esa óptica, ahora hace falta que lleguen más inversiones, y para ello hay que dar incentivos, como la devolución del impuesto a las Ganancias, brindar mayor seguridad jurídica, mantener las reglas de juego y reducir la presión impositiva,
entre otras medidas.

También se menciona la necesidad de ir corrigiendo un tipo de cambio que comenzó a perder efectividad y ver cómo se resuelve la fuerte alza que tuvieron los costos industriales, empezando por el acero, que en el último semestre se disparó por encima del 40 por ciento.

Parte de la política macroeconómica que estaría equivocando el rumbo explica la crisis sin precedentes con el sector agropecuario, que requiere incentivos para aumentar su stock ganadero y dar valor agregado a su producción de granos.

El campo hizo un amague de volver a las rutas esta semana, que sólo se evitó por una intervención dramática y de último momento de parte del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, un hombre al que se lo ve trabajando al límite de su capacidad y exhausto.

"Alberto no es el de antes. Ahora le cuesta concentrarse y muchas veces hay que repetirle los conceptos, pero sigue siendo el único funcionario de Cristina que tiene todo el ‘Estado’ en la cabeza, sabe qué botón oprimir ante cada crisis", graficó uno de los encuestadores que visita regularmente al jefe de Gabinete.

La intervención de Fernández, quien filtró horas antes que se venía un acuerdo con el campo para tranquilizar las aguas, evitó que prosperara una iniciativa fogoneada por los "duros" del campo para motorizar una protesta anticipada en las rutas durante el fin de semana, ante la "falta de respuestas" por parte del Gobierno.

Desesperada, la dirigencia agropecuaria -harta de soportar a un Guillermo Moreno cada vez más desaforado- fue el jueves por la noche a la Casa Rosada y se agarró de lo que pudo para exhibir ante las bases, en medio de un conflicto por cómo se reparten unos
2.500 millones de dólares adicionales que dejará una muy buena campaña agrícola con precios estratosféricos.

"Sería mejor pasar a un cuarto intermedio hasta mañana para terminar de cerrar esto", sugirió uno de los funcionarios que participó de la reunión del jueves por la noche.

La respuesta del otro lado llegó de la boca de uno de los dirigentes agropecuarios, quien sugirió "seguir discutiendo y firmar un acta hoy mismo, porque el horno no está para bollos", en alusión a la rabia de muchos productores "de base".

Así fue que se acordó reabrir las exportaciones de carne, que Moreno mantenía bajo llave por orden del ex presidente Néstor Kirchner, y a cambio los ganaderos, consignatarios y frigoríficos se comprometieron a bajar los precios para los cortes populares.

Pero son muchos los temas aún abiertos entre el Gobierno y el campo, y el principal, las retenciones móviles -cuyo mentor el ministro Martín Lousteau fue el gran ausente de las reuniones con el campo- sigue siendo una cuestión difícil de resolver.

El jefe de Gabinete explicó que Lousteau no participaría de las reuniones en esta etapa, porque estaría representado por el propio Moreno y el secretario de Agricultura, Javier De Urquiza.

Pero entre la dirigencia agropecuaria quedó la impresión de que la presidenta Cristina Kirchner decidió por ahora correr a Lousteau de la mesa de negociación porque aparece como un factor de irritación para el campo.

Tras su paso por la reunión del BID en Miami y la necesidad de encaminar la negociación por la deuda con el Club de París, Lousteau aparece tironeado desde varios frentes, en especial por la gran cantidad de "ministeriables" que le pusieron cerca.

Moreno ya opera casi como un ministro de Economía paralelo, y hace y deshace sin consultarlo; Mercedes Marcó del Pont tiene extrema confianza de Cristina y sabe que si logra destrabar el crédito desde el Banco Nación puede tener destino de ministra;
Roberto Lavagna continúa sentado como "garante" en el banco de suplentes tras su acercamiento a Kirchner; y ahora hasta reapareció Miguel Peirano, quien fue nombrado finalmente al frente del BICE.

En medio de este panorama complejo, entre los especialistas hay una preocupación: el alza de los commodities es el motor de la economía argentina y explica el superávit excepcional de 35.000 millones de pesos que habrá este año, pero también se puede
convertir en su Talón de Aquiles, porque seguirá presionando sobre la inflación en un país incapaz de producir más si no llegan capitales frescos.