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Por José Calero
El Gobierno se blinda, dispuesto a morir en su ley
27 de abril de 2008
La irrupción de Néstor Kirchner para fijar con su fiereza de siempre las líneas del modelo y advertir a propios y extraños que no aceptará propuestas de enfriamiento del consumo, no sólo aceleró la salida anunciada de Martín Lousteau, sino que confirmó, por si hiciera falta, quién maneja la economía del país.

El nuevo ministro es Carlos Fernández, un sólido técnico de bajo perfil que había sido nombrado al frente de la AFIP y ocupado cargos en la provincia de Buenos Aires, pero el hombre que seguirá dirigiendo la batuta de la economía del país es Néstor Kirchner.

El ex presidente se convenció de que ya no alcanzaba con su supervisión permanente desde las oficinas de Puerto Madero y salió a hablar como si continuara en el Gobierno, sentado en el Sillón de Rivadavia, mientas su esposa presidenta estaba en el interior.

Lo hizo rodeado de liturgia peronista en Ezeiza, cantando la Marcha peronista y recordando al mismo General que evitó nombrar en sus cuatro años y medio de gestión al frente del país.

Lousteau lo escuchó y un sudor frío le debe haber recorrido la espalda, tal vez recordando que si hasta ahora había tenido que soportar desplantes varios, y no sólo del polémico Guillermo Moreno, qué debería aguantar ahora que el "Jefe" vilipendiaba en público su iniciativa para enfriar la economía, presentada casi en la clandestinidad, por temor, ante la presidenta Cristina.

Ahí mismo lo llamó al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y se dirigió a la Casa Rosada a presentarle la renuncia, convencido de que si no lo hacía él, en pocas horas se la pedirían.

Ni sus más cercanos colaboradores conocían la decisión, en un equipo económico que siempre, en todos sus niveles, mostró el autismo de los que no manejan los resortes clave de la actividad que realizan.

El matrimonio que gobierna la Argentina mostró así estar decidido a blindarse ante las sugerencias de cambios en materia económica que provienen de los propios economistas cercanos, y si es necesario morir en su ley.

La batalla, planteada desde la óptica de los Kirchner, es entre quienes pretenden enfriar la economía, congelar salarios y tener un mayor saldo exportador, con un gobierno dispuesto a seguir alentando el consumo, distribuir la riqueza y aceptar, con
maquillaje incluido, algo de inflación.

"Aquellos dirigentes que fundieron y quebraron la Argentina, esos economistas quieren enfriar la economía para no consumir y exportar todo", bramó Néstor desde el escenario que le montó el peronismo bonaerense, al fin de cuentas el mismo que lo llevó al
poder en mayo del 2003 y fue decisivo para lograr el triunfo de su esposa ahora Presidenta.

Así, el nuevo "bloque histórico" que se formó en la Argentina, para apelar a la terminología del pensador y fundador del Partido Comunista italiano Antonio Gramsci, incluye al peronismo, los sindicatos y sectores de la burguesía industrial que necesitan del mercado interno y reclaman un dólar competitivo para exportar.

Todo indica que el Gobierno buscará mantener niveles de actividad aceptables, tal vez con alguna revisión en el nivel de gasto público, pero no tan drástica como la que proponía Lousteau, que casi lo bajaba a la mitad.

El otro frente a atender son los monumentales subsidios a distintos sectores de la economía para evitar alzas de tarifas y mantener la sartén por el mango, dominando a voluntad a qué sectores se les dan fondos y a cuáles no.

El esquema se cierra con el polémico Guillermo Moreno, un hombre funcional a las necesidades del gobierno, cuya misión será seguir presionando a distintos sectores para que los precios se disparen lo menos posible y manejar con mano de hierro el INDEC para que si los precios suben, al menos se disimule lo mejor posible.

Nada cambió en el Gobierno. Al contrario, se cierra sobre su propio núcleo, teje alianzas con los halcones y va dejando que las palomas se vayan solas...