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Por José Calero
El Gobierno mete cada vez más presión
8 de julio de 2006
Ni un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso, parece ser el espíritu del Gobierno en materia de precios.

La instrucción, aplicada con obediencia por Guillermo Moreno, un secretario de Comercio "más bueno que Lassie" según Néstor Kirchner, fue impartida por el presidente a sus funcionarios de la órbita económica en los últimos días.

Fue cuando Kirchner, un ávido lector de informes sobre lo que publica la prensa, advirtió una "sucesión" de notas donde se sugería que se venía una discusión por los precios.

Kirchner montó en cólera, e incluso miró con recelo hacia la COPAL, la cámara que dirige Alberto Alvarez Gaiani, un histórico referente fabril al que un sector del Gobierno vincula con el menemismo.

Es de esperar, entonces, que las alimenticias que pretendan peregrinar a Economía con un pedido de ajuste de precios bajo el brazo choquen con la dureza de Moreno, un hombre que se exhibe inflexible en todos los flancos.

Como muestra basta un botón: en su último encuentro con los dueños de estaciones de servicio, se disgustó por la actitud de uno de los participantes y le pidió que se retirara.

En solidaridad, el resto de los estacioneros también se fue, y sigue tirante la relación con el sector, que sufrió la desaparición de cientos de estaciones en los últimos años.

Incluso, algunos dirigentes del sector pusieron en boca de Moreno una frase que, de ser cierta, refleja hasta dónde parece dispuesto el Gobierno a llegar en su pulseada con los empresarios.

"Las estaciones que cerraron ya están, no vuelven abrir, preocupémonos por las que quedan", habría dicho el funcionario para sorpresa de sus interlocutores.

Con el mismo tono duro, Moreno le dijo a varios industriales que el Gobierno pretende mantener el virtual congelamiento de precios hasta fines de año.

Es que considera que esa estrategia rindió frutos claros, que se confirmaron en junio, cuando la inflación arrojó un nivel inferior al previsto.

En la lógica oficial, las empresas que tengan pérdidas en alguna rama de producción deberían absorberlas, porque pueden compensarlas en forma sobrada con la renta que obtienen con otros productos.

Las alimenticias consideran que esto es un despropósito que sólo ahuyentará aún más las inversiones.

Pero en la secretaría de Comercio no parecen dispuestos a escuchar esos argumentos y sólo atenderían situaciones especiales, donde una empresa demuestre que tiene pérdidas en todo su balance de negocios.

"Hay que poner el hombro para que no haya inflación", es la frase que resume la estrategia oficial.

El problema para los empresarios es que el Gobierno no muestra fisuras, y que esa dureza parece ir ganando adeptos en las provincias.

Lo demuestra el cada vez más duro Santiago Montoya, responsable de la recaudación en territorio bonaerense.

La última de sus medidas está vinculada con el requisito de un remito especial para los camiones que circulen por la provincia con carne.

En CICCRA, la cámara que nuclea a los frigoríficos, dicen que ese remito es muy difícil de tramitar y que no llegan a tiempo para tenerlo desde este lunes, cuando comienza a regir la medida.

Montoya no escucha razones y advierte que puede haber retenciones de vehículos.

Es otro signo de la dureza con que el Estado quiere interactuar con el sector privado.

No está claro cuánta de esta presión aleja las inversiones, en un país cuya industria tiene capacidad instalada a pleno.

Pero sí está confirmado que la actitud oficial es bien recibida por la población, y que la imagen presidencial sigue en niveles altos.

En un tira y afloje cada vez más tenso, las empresas multinacionales parecen dispuestas a jugar una última carta.

Presionarán al Gobierno para que oficialice el control de precios, como una forma de justificarse ante los reclamos que les llueven desde sus casas matrices.

Pero no todas son señales de tirantez, ya que el establishment elogia la decisión del gobierno de mantener alto el superávit fiscal.

Consideran que con esa herramienta, la administración Kirchner está en condiciones de disciplinar cualquier intento de torcer el rumbo, y por eso lo mejor es no hacer tantas olas.

Esta estrategia se complementa con la aguda intervención que está manteniendo el Banco Central.

Martín Redrado tiene instrucciones de llegar a atesorar reservas por 28.000 millones de dólares a fin de año, luego de la sangría que representó el pago al FMI.

Como alumno aplicado, ya cumplió una meta importante: recién empezó julio y ya tiene en el tesoro del BCRA más de 26.000 millones de dólares.