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Por José Calero
Club de París: audaz y apurado
3 de septiembre de 2008
El sorpresivo anuncio de Cristina Kirchner de saldar la vieja deuda con el Club de París generó sorpresa en el mundo empresario y financiero, que no dejó de tomar nota de que fue una decisión apurada por las circunstancias, ya que la negociación con ese
grupo de naciones poderosas estaba totalmente trabada.

"Haremos de la necesidad una virtud", pareció querer decirle la Presidenta a los hombres de negocios, al jugar otra vez al filo de la navaja, como lo había hecho su esposo Néstor Kirchner cuando a fines del 2005 adoptó idéntica decisión con el FMI.

Entre este pago, de 6.706 millones de dólares, y el que se hizo al Fondo por 9.500 millones, la Argentina destina reservas por 16.200 millones para sacarse de encima a organismos multilaterales con los cuales estaba segura de no poder llegar a un acuerdo.

La decisión, según coinciden los economistas, encauzará las expectativas favorables a nivel interno y externo, y bajará la tensión para que el país vaya recuperando financiamiento internacional cuando habían empezado a circular rumores sobre un
nuevo default.

El Gobierno kirchnerista abre también de esta manera el ingreso al mercado de capitales, con el objetivo de dejar de depender únicamente de Hugo Chávez, puesto que la última operación de venta de bonos de la deuda a Venezuela provocó incertidumbre en los mercados.

Pero a su vez impondrá un interrogante porque desnuda la debilidad para negociar con el mundo financiero, donde el país tiene las fuentes de crédito cada vez más cerradas, cuando el año próximo necesita reunir unos 12.000 millones de dólares.

Además, la cancelación de la deuda con el Club del París, como ocurrió con el pago al FMI a fines de 2005, reavivó el debate sobre si hay que utilizar reservas disponibles del Banco Central para pagar un pasivo que podría haberse reestructurado.

Quedó claro para los hombres de negocios y el mundo financiero que la decisión de no arreglar un refinanciamiento respondió a una idea política, ya que una cláusula del Club de París exigía que estos procedimientos incluyeran un monitoreo el FMI.

Para la Argentina, el Fondo sigue siendo mala palabra, porque el Gobierno lo identifica con las políticas neoliberales de los 90 y lo acusó de intentar torpedear el modelo en marcha.

En el mundo se interpretó que el pago de la deuda "confirma una vez más la voluntad de Argentina de reconocer sus obligaciones internacionales", pero también se alertó que semejante decisión incrementará la vulnerabilidad del país en el frente financiero,
ya que las reservas caerán hasta los 40.000 millones de dólares.

Para colmo, de ese total de reservas, casi la mitad está colocado en deuda de Lebacs, lo cual disminuye en forma drástica los activos del país.

Calaron hondo en el pensamiento de la Presidenta las palabras del titular del Banco Central, Martín Redrado, quien dijo: "El pasado nos condena", al recordar los problemas de incumplimiento que tuvo la Argentina en distintos pasajes de su convulsionada historia.

Cristina recogió ese guante, coincidió con Redrado y ahí, a boca de jarro, disparó la noticia económica del año: el país lanza una nueva pulseada con los mercados anunciando la decisión de sacarse de encima otro escollo en un escenario financiero
internacional que le sigue siendo adverso.