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Por José Calero
La economía tiene problemas más graves que Moreno
11 de julio de 2009
El dramático revés sufrido por el oficialismo en las urnas puso en estado deliberativo al kirchnerismo y obligó a introducir cambios que saben a poco por ahora, pero cuyos alcances reales se irán develando con el correr de las semanas.

Con Guillermo Moreno ratificado en los hechos, la economía argentina tiene problemas aun más serios que su permanencia o no.

Por primera vez en seis años, la Argentina afronta déficit fiscal. Entre enero y mayo el desequilibrio fue de casi $ 100 millones, porque los gastos suben por ascensor mientras que los ingresos lo hacen por escalera.

La presidenta Cristina Kirchner sabe que la economía le puede ser esquiva en los dos años y medio que le quedan de mandato, y si no logra controlar los daños el 2011 será adverso para el Gobierno.

De aquí a fin de año la Argentina deberá reunir unos 9.000 millones de dólares para afrontar el pago de deuda y mostrarle al mundo que el país no entrará nuevamente en default.

Hacia ese objetivo apunta dando demasiadas ventajas: la producción agropecuaria, bastión del modelo por su capacidad de generación de divisas, viene cayendo a raíz de la falta de incentivos y una pelea que para el resto del mundo es inentendible.

Los estragos provocados por la gripe A, sumados a la crisis mundial, harán que julio y agosto sientan el impacto sobre la recaudación, cuando ya se consumió buena parte del presupuesto para este año al calor de la campaña electoral.

Es decir, para el segundo semestre reaparecerá el temido déficit fiscal, en un escenario de financiamiento externo casi nulo.

Sólo los rencores que le dejaron a la Argentina los enfrentamientos estériles del pasado explican que un Gobierno haya desaprovechado la oportunidad de convertirse en proveedor alimenticio de buena parte del mundo.

Y no sólo con yuyos, como llaman despectivamente los Kirchner a la soja, sino con toda la tecnología y el valor agregado que el sector agropecuario incorporó en la última década.

Australia, Estados Unidos y Brasil son ejemplos que la Argentina tiene a mano para entender un poco mejor lo que el sector agroalimentario puede representar para la riqueza de una Nación.

Pero el Gobierno parece empecinado en pelear contra los molinos de viento y ver enemigos detrás de cada voz que se levanta para reclamar una política productiva.

Con buen tino, la Presidenta comprende que energía y alimentos serán las claves de un futuro complejo, pero no supo hasta ahora plasmar en sus políticas ese concepto.

¿Lo logrará con su difuso llamado al diálogo? Es una pregunta que desvela por estas horas al sector empresario y a los inversores.

Son los problemas reales de un programa económico que se quedó sin piloto desde que Roberto Lavagna fue echado del Palacio de Hacienda y a Kirchner se le ocurrió que él mismo podría manejar la economía y el país.

Boudou impactó a la Presidenta cuando no le tembló el pulso para terminar con el régimen de jubilación privada, la medida más elogiada en la campaña por el diputado electo Néstor Kirchner.

Ahora, apenas organice su equipo de colaboradores, el ministro de Economía aspiraría a encontrar una vía rápida para renegociar la deuda con el Club de París.

Son unos 6.500 millones de dólares que, cerca de Boudou, estiman podría tener una quita de hasta 1.500 millones.

El joven funcionario también aspira a tender un puente de diálogo con los bonistas que ponen en jaque a la Argentina en distintos estrados judiciales del mundo.

Reclaman una deuda de 25.000 millones de dólares, pero Boudou considera que podría reducirse en forma considerable si se encara una buena negociación.

Pero el alza de tarifas y la disparada de precios a pesar de la recesión -la economía caería 5,5 por ciento este año según el consultor Orlando Ferreres- pueden evaporar rápido el capital político con el que llega Boudou al sillón más caliente del gabinete.