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Por José Calero
Morir como perros en la calle
7 de agosto de 2009
Hoy le tocó a una familia de Sarandí, como mañana le pasará a un indigente de los muchos que pululan frente a la Catedral y terminan muriendo de frío y hambre, y pasado a una mujer embarazada degollada al ingresar a su casa.

Esa triste realidad es la que padece la Argentina actual.

Y lo peor es que ocurre mientras la Justicia muestra desidia para actuar, la policía se muestra impotente y los funcionarios aparecen más preocupados por la despenalización de la droga para consumo personal que por otros temas clave de la agenda cotidiana.

La mayoría de los especialistas en criminalística sostiene que buena parte de los crímenes, sobre todo los cometidos por menores, son ejecutados bajo los efectos de alguna droga.

Si a la Justicia ya se le hace difícil combatir la drogadicción, qué se puede esperar para cuándo exista la 'excusa' de que se la tenía para consumo personal.

¿A algún funcionario se le ocurrió que cuando una persona consume una droga pierde el control y puede cometer todo tipo de desastres?

O algún ingenuo piensa al drogadicto prolijamente encerrado en su casa esperando que se le pase el efecto del alucinógeno para después salir a conducir un auto, violar a una mujer o disparar un arma.

Los dramas cotidianos que viven los argentinos, acostumbrados a morir como perros en la calle ante un Estado impotente por falta de ideas o ideología confusa, se podrían empezar a contener si en vez de preocuparnos por despenalizar nos dedicáramos a cumplir las leyes y las normas, pero especialmente a asumir las responsabilidades que nos competen, desde quien ocupa transitoriamente el Sillón de Rivadavia hasta el más humilde de los ciudadanos.

El resto se llama anarquía, y en ese escenario es imposible la construcción de nada...