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Por José Calero
La pelea para ver quién paga el costo del ajuste
6 de marzo de 2010
La desesperada y desprolija maniobra del Gobierno sobre las reservas del Banco Central y el encono de la oposición para rechazarlo con furia, desnudan la pelea de fondo para dirimir quién pagará el costo del ajuste que, más temprano que tarde, deberá aplicar un modelo económico salido de cauce.

La disparada del gasto público, que tuvo su punto más alto los meses previos a la última campaña electoral, una inflación que erosiona los ingresos del Estado Nacional y de las provincias, y la falta de señales claras de la administración de Cristina Kirchner sobre los objetivos de su conducción política explican este presente de crispación que alarma a los inversiones.

El déficit volvió, por más que el gobierno se empecine en disimularlo y deba apelar a sacarle plata a la ANSeS, al PAMI o quien sea necesario para disfrazarlo.

El Gobierno se convenció de que aplicar ahora un ajuste sería sellar su partida de defunción política, porque así desaparecería cualquier posibilidad de una nueva presidencia K en el 2011.

Por eso optó por recurrir de manera poco ortodoxa a las reservas para cubrir vencimientos de deuda y jugarse el resto de los fondos que le quedan para poder exhibir algo de obra pública y tener con qué presionar a los gobernadores a la hora de los alineamientos políticos.

La oposición, entusiasmada con la posibilidad de volver a la Rosada en el 2011, no quiere que el kirchnerismo le deje el mismo `pagadios` que Carlos Menem le obsequió a Fernando de la Rúa y por eso pretende que sean los santacruceños quienes ordenen la
casa antes de la retirada.

En el medio, la virulencia de unos y otros deja cada vez menos espacio para un diálogo que apenas dos o tres dirigentes de cada bando están tratando de recomponer.

Los `gurkas` del kirchnerismo, como el diputado Agustín Rossi o el senador Miguel Pichetto, hacen sonar tambores de guerra a partir de las instrucciones que reciben directamente de Olivos de boca de Néstor Kirchner.

Pero otros, como el presidente provisional del Senado, José Pampuro, tratan de encauzar la crisis apostando al diálogo y consideran que puede haber un acuerdo superador para la "crisis de las reservas".

En la vereda de enfrente tampoco se escuchan demasiadas voces apostando al diálogo.

Quienes lo conocen desde hace años se sorprendieron esta semana con la actitud beligerante mostrada por el jefe del bloque de senadores radicales, Gerardo Morales, un hombre que suele apostar el diálogo.

En la semana se lo vio casi fuera de sí y con rabia, porque está convencido de que la ausencia de Carlos Menem de la semana pasada, luego convertida en presencia, estuvo vinculada con una `jugada sucia` intentada sin éxito por el kirchnerismo, que los
terminó dejando en ridículo y sin quórum.

La decisión de Elisa Carrió de enviar a sus huestes a la Justicia para denunciar penalmente a la propia Presidenta y su gabinete por desobediencia, refleja el grado de dureza elegido por un sector de la oposición.

Por su parte, Francisco de Narváez prefirió apostar a bajar los decibeles y propuso afrontar los compromisos externos con "el exceso de dólares por el intercambio comercial", teniendo en cuenta que se viene una cosecha récord de soja.

La cadena nacional asusta a los empresarios.

Cada vez que Cristina Kirchner avisa que usará la cadena nacional, un sudor frío recorre las espaldas de los sectores empresarios.

El sector privado considera que hay condiciones para una recuperación, pero advierte que la permanente incertidumbre política puede trabar esa posibilidad.

Por estas horas las principales centrales empresarias aguardan señales del oficialismo y la oposición para descomprimir la tensión política, aunque reina el pesimismo.

Para colmo, el escenario político local quedó rodeado por un conjunto de estadistas que minimizan la estatura dirigencial argentina: el dialoguismo de Lula Da Silva en Brasil, Michele Bachelet, Sebastián Piñera y Eduardo Frei en Chile, Tabaré Vázquez
y José Mujica en el Uruguay, y hasta el ahora reinvindicado Alan García en Perú, dejan mal parado al combativo gobierno argentino por comparación.

Convencida de que los gobernantes no deben dar explicaciones, Cristina Kirchner en ningún momento brindó precisiones sobre las razones que llevaron a que su Gobierno debiera echar mano de las reservas para evitar la cesación de pagos de la deuda.

¿Tan mal calculó el Presupuesto el ministro Amado Boudou que no se previeron los fondos para cumplir con los compromisos?

La lectura sobre las tensiones del momento es doble, según la campana que se escuche.

El Gobierno trata de justificar su escalada sobre las reservas argumentando con los beneficios de aplicar una política de desendeudamiento que cada vez deja más interrogantes, porque la deuda en lugar de bajar aumentó en los últimos años.

"No voy a permitir que un juez nos haga defaultear la deuda", bramó Cristina en uno de sus últimos discursos, al cambiar el eje de los numerosos `enemigos` que se ha inventando este Gobierno.

Por primera vez en meses Cristina no puso a los medios de comunicación como principales destinatarios de sus diatribas y en cambio arremetió contra los "jueces de alquiler" y el "rejunte" de opositores.

Así, la Presidenta ofende cada vez que habla y eso en política -pero sobre todo en economía-, se paga caro.

En el propio Senado hay al menos cinco legisladores de fe kirchnerista que empiezan a preguntarse cuál es la utilidad de semejante disputa.

En este marco de tensión, en el mundo empresario reina la incertidumbre, que suele transformarse rápido en espanto.

A fines del año pasado, con la certeza de que el canje de deuda sería un éxito, el sector privado soñaba con la posibilidad de volver a obtener préstamos a tasas razonables desde el exterior y poder encarar proyectos de inversión que permitieran aumentar la oferta exportable.

Ahora, sólo esperan que esta nueva crisis política no termine saliéndose definitivamente de cauce, porque cada oportunidad perdida demanda luego meses o años para recuperar el tiempo perdido.