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Por José Calero
Una "criatura" necesitada de correcciones
29 de enero de 2011
Con tono maternal, la presidenta Cristina Fernández innovó esta semana al señalar que el modelo en curso era como un "niño" y advirtió que a esa "criatura se le fue el padre, pero está la madre todavía".

La llamativa frase, pronunciada en la Casa Rosada, sumó puntos a la hipótesis cada vez más firme de que Cristina irá por la reelección en octubre.

A esta altura, ese camino parece obligado por las circunstancias, ya que sería difícil de imaginar el escenario político que podría abrirse en las huestes oficialistas en caso de que la jefa de Estado decidiera dar un paso al costado.

Semejante posibilidad derivaría en un caos dentro de fuerzas con suficiente capacidad de movilización y financiamiento para convertir al país en irrespirable.

Allí conviven desde los ultras de la juventud camporista, el piqueterismo de D´Elía y las organizaciones de derechos humanos convertidas en partidos políticos, que no admitirían a otra que Cristina, hasta moderados como el gobernador Daniel Scioli y el
senador Daniel Filmus.

Todos defienden el "modelo productivo con inclusión social", pero cada uno lo hace con una biblioteca que tiene matices diferenciados.

Para el gobierno, el `mundo` comenzó aquel 25 de mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner con el 22 por ciento de los votos.

Lo anterior no existe, vieja práctica de la política argentina que explica fracasos recurrentes.

"En estos casi ocho años que va a cumplir la criatura el 25 de mayo... Yo siento que es un niño que hay que cuidarlo, al que se le fue el padre, pero está la madre todavía y que vamos a hacer, como todas las madres, lo vamos a defender al hijo con uñas y dientes porque además creemos que es un hijo muy querido, muy deseado por todos los argentinos", dijo la Presidenta.

El problema es que la criatura parece necesitar cada día mayores correcciones.

El modelo se muestra impotente para combatir la marginalidad social, económica y cultural a la que son arrojados a diario jóvenes sin horizonte: la generación "ni-ni", porque ni trabaja ni estudia, y que en general habita los pueblos "Nicol",
bautizados así por el ingenio popular porque no tienen ni colectivos, ni escuelas, ni agua, ni electricidad, ni cloacas...

El modelo también hace agua frente a la inflación: el gobierno, con parte de razón, le apunta a los formadores de precios a los que acusa de aprovechar cuanta oportunidad se presenta para sacar la maquinita de remarcar.

Pero nada dice sobre las inconsistencias del programa macroeconómico que aplica el Banco Central a través de Mercedes Marcó del Pont, y que emite billetes sin cesar para comprar esos "milloncitos" que pide Cristina con el fin de robustecer las
reservas.

Es inteligente acumular reservas, pero el problema es a costa de qué se lo está haciendo.

La Argentina no tiene en la actualidad 52.600 millones de dólares de reservas, ya que parte de esos fondos forman parte del endeudamiento que el propio BCRA toma para esterilizar los billetes con los que inunda la plaza financiera.

Los garantes últimos de esa deuda son los depositantes que tienen dinero a plazo fijo.

A esto se suma que, para evitar admitir el déficit fiscal y financiar un gasto público expansivo, las ganancias del Banco Central son destinadas a cubrir los baches del Estado.

Todo coronado con subsidios récord. Desde 2005, cuando empezaron a aplicarse con mayor intensidad, en el sector energético se gastaron $ 71.422 millones.

En colectivos, trenes y subtes, $ 30.984 millones, y $ 10.178 millones en alimentos considerados esenciales, según datos de la ASAP, que sigue el día a día del Presupuesto.

Semejante repartija acumula $ 112.584 millones, más de 28.000 millones de dólares.

Nadie, ni siquiera los funcionarios actuales, sabe cómo alguna vez podrá revertirse el esquema de subsidios cruzados.

ES LA INFLACIÓN...

Paradojas de la Argentina: el modelo que hace alarde de la inclusión social y que más asistencia reparte desde la época de Juan Perón, no impidió que una parte de la nueva generación termine perdida en el submundo de la droga y la delincuencia.

El deterioro social de la Argentina lo explican, en gran medida, los altos índices de inflación, una palabra que la Presidenta le prohibió pronunciar a sus funcionarios.

En el 2010, la carne aumentó 110 %, el pan y las harinas 67 %, y los lácteos 27 %.

Es por ello que el ministro Amado Boudou buscó instalar, sin mucha suerte, que en la Argentina hay "dispersión de precios", no inflación, y hasta se permitió algunas sugerencias para los consumidores.

El primer paso para enfrentar la inflación es admitirla y, luego, encarar estrategias adecuadas, como los incentivos para aumentar la oferta de bienes y servicios, frenar la maquinita de emitir billetes para calentar la economía en forma artificial y
ordenar el desmadre del gasto público.

Los mal pensados -y en la oposición hay muchos- hasta ya señalan que la inflación termina siendo funcional a los intereses de este modelo.

Es que el IVA DGI, que refleja la variación de los precios internos, en el 2010 le aportó al Fisco un 24,9 % más que en 2009.

A esto se suma que los impuestos al cheque y a los combustibles subieron 30,8 y 31,7 %, respectivamente.

¿Fruto de la lucha contra la evasión o de la inflación?

Pragmáticos por naturaleza, y ajenos a las elucubraciones del poder, los sindicalistas parecen ser los que la tienen más clara.

Los empleados de Comercio, uno de los sindicatos más poderosos conducido por Armando Cavalieri, ya adelantaron su pretensión de aumento de entre 30 y 35 por ciento.

Del otro lado, la CAME salió a cruzarlos duro y aclaró que los comercios no están en condiciones de pagarlo.

El drama de la inseguridad y la puja salarial dominarán la agenda en este verano caliente, y Cristina deberá poner a prueba todo su liderazgo para tratar de encarrilar ambos debates.