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19 de abril de 2024
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Por José Calero
La crisis del dólar: Cristina cree poder domar al viento
En su afán de intervenir cada vez más en la economía, la Presidenta se metió, o la metieron, en un brete del cual le será complicado salir y a un costo altísimo. El perjuicio para miles de ahorristas endeudados en U$S
27 de mayo de 2012
Dólar: el espejismo de dominar las fuerzas de la tempestad

Con más de 47.000 millones de dólares en reservas, ingresos multimillonarios por exportaciones del complejo sojero y un viento de cola que promete menguar pero no desaparecer al menos este año, la estampida que el propio gobierno disparó con su guillotina cambiaria puede terminar repitiendo la autodestrucción mostrada por liderazgos políticos en la Argentina a lo largo de su convulsionada historia.

"Del único modo que se entiende lo del dolar paralelo es como consecuencia de una conducción amateur. Tenés millones en el BCRA, el chorro de la soja y un tipo de cambio flexible, ¿Cómo vas a tener esa brecha? Parecemos Venezuela. Tenemos una cirugía menor y sin complicaciones por delante pero ponemos a un cirujano que padece Parkinson para hacerla", fue la descripción descarnada que hizo ante este columnista un hombre que supo cumplir un rol clave durante la gestión de Roberto Lavagna en Economía.

El ex funcionario, ya alejado del día a día, desliza una definición más, que eriza la piel: "El equipo económico es malo, no sabe cómo conducir".

Sin interés alguno en el mundo político y económico de la Argentina, ni aspiración a cargos, el testimonio recogido de este ex funcionario coincide con la lectura que especialistas e inversores están haciendo sobre el desaguisado del gobierno respecto del dólar.

Es un problema en el que Cristina Fernández se metió sola, ´asesorada´ por dos funcionarios que no parecen los más indicados para hacer frente a esta crisis: el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno -atrevido y admirador de la política de meter miedo- y el tecnócrata Guillermo Echegaray, quien conoce de impuestos pero cuyos antecedentes sobre dominio de corridas cambiarias son desconocidos, más allá de los pintorescos perros adiestrados de la AFIP.

Ante este escenario, el kirchnerismo debería echar mano de especialistas más experimentados, que tal vez le explicarían que con semejante respaldo, abrir el grifo a la venta de dólares le permitiría dar un golpe de nocaut a la especulación cambiaria y provocar un brusco descenso de la moneda estadounidense hasta niveles más lógicos, cercanos a los 5 pesos.

Ese valor es el que está calculando el mercado como medida cierta para la divisa estadounidense, que quedó claramente retrasada porque el gobierno teme que se dispare aún más la inflación -se mantiene en el 25 por ciento anual- que se encarga de ocultar con ahínco mintiéndole cada mes a los argentinos a través de las estadísticas del INDEC, que ya llegó al subsuelo de su reputación gracias a Moreno y sus gurkas que hacen de la presión una práctica continúa en el organismo, como ya lo hicieron en el Mercado Central y otras áreas clave de la economía.

En el mercado existen también dudas sobre el verdadero conocimiento del estado de situación que tiene Cristina sobre lo que está ocurriendo, y si sus funcionarios le acercan información confiable y precisa.

Un ejemplo fue el informe que recibió sobre las cuentas públicas en la semana que pasó: Hernández Lorenzino y Juan Carlos Pezoa engolosinaron a la jefa de Estado con las cifras de superávit fiscal, pero ¿le habrán comentado que abril arrojó un déficit real de casi 1.900 millones de pesos?

Otro ejemplo, ¿sabe la presidenta que de persistir este dólar paralelo por las nubes las compañías recalcularán sus costos y las remarcaciones oscilarán el 40 por ciento, haciendo trizas todos sus esfuerzos en políticas sociales?

¿Conoce la mandataria que el sector más dinámico de la economía de estos años, la construcción, está al borde de la paralización y que ese sector podría ingresar en un default de amplias proporciones porque existen decenas de miles de boletos de compraventa en dólares que no podrán afrontar los compradores provocando la paralización de obras y despidos masivos en la construcción y el mercado inmobilario?

El tema, crudamente, lo advirtió el titular de la Cámara Inmobiliaria Argentina, Néstor Walenten, un dirigente prudente pero que ya no parece dispuesto a disimular la realidad como hacen otros de sus colegas, y también lo reflejó el presidente del Colegio de Escribanos de la Ciudad, Carlos D´Alessio, otro hombre al que no se le puede achacar imprudencia.

Algo similar ocurre con el mercado automotriz, que ingresó en un parate que alcanza a cero kilómetros y usados por igual. Hasta los últimos indicadores del INDEC deben comenzar a admitir, a regañadientes, que la Argentina se encamina a una recesión, en parte porque, como admitió Cristina, "Europa se nos cayó encima y a pedazos", pero también por errores ingenuos de política económica, donde un ministro como Lorenzino aparece cada vez más desdibujado: dentro del gabinete lo apodan con sorna como "el mudo".

El mismo camino recorre la heterodoxa Mercedes Marcó del Pont, desdibujada como nunca al frente del Banco Central, sin renovación de pliego aprobada, quien sólo se limita a mirar cómo Moreno y Echegaray hacen y deshacen en materia cambiaria, con aval absoluto de una Cristina hechizada por la supuesta eficacia de ambos funcionarios todoterreno.

La Presidenta comete también un error cuando torea a los especuladores y subestima a los millones de argentinos que buscan comprar dólares porque lo consideran una de las pocas reservas de valor frente a las desgracias periódicas del país.

En su afán discursivo, con el cual justifica ahora su negativa a responder preguntas porque "no hace falta", la metralla discursiva de la jefa de Estado parece haber encontrado un límite: cuando de economía se trata, sus palabras parecen valer mucho menos que sus discursos reiterativos pronunciados ante una militancia hipnotizada que le remite, en fracasada clave setentista: "Acá tenés los pibes para la liberación".

"Si algunos quieren pagar el dólar a 5,90, que lo hagan", fue su única alusión presidencial al tema, luego de asegurar que ella no cometería ninguna aventura. Al día siguiente de hacer esa afirmación el paralelo empezó a subir cada vez más, llegó a 6,15 y luego retrocedió unos centavos: alguien no le había creído, como tampoco lo hicieron con Lorenzo Sigaut, Juan Sourrouille y tantos otros que repitieron la misma cantinela.

Los dirigentes que la respaldan y prefieren responderle a todo que "sí", ya salieron con un discurso que fracasó mil veces en el país, al sostener que "el que apuesta al dólar pierde".

La presidenta, que insiste en afirmar que gobierna para todos los argentinos, debería tomar debida nota de que hay miles de contratos suscriptos en dólares, como los boletos de compraventa, que decenas de miles de alquileres se pactan en esa moneda y que lo mismo ocurre con otros convenios.

Si ella le niega a esos argentinos el sueño de prosperidad porque creyeron en su estrategia de seguir alentando el consumo, tal vez esté incurriendo en un error garrafal, similar al que cometió Fernando de la Rúa cuando creyó que la convertibilidad podía durar para siempre y cayó en la trampa para osos que le dejó Carlos Menem, y encima con una soja por el suelo.

A esta altura, en el mercado se preguntan si no habrá llegado la hora de trocar un "populismo de manual" por un esquema donde el gobierno se empiece a preocupar más por "crear los recursos que necesita la economía, antes que sólo pensar en cómo repartirlos".

Claro que esa racionalidad puede ser piantavotos, y a esta altura aparece cada vez más claro que Cristina se empieza a enamorar de un tercer mandato, reforma constitucional mediante.