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28 de marzo de 2024
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Por José Calero
Límites a un Estado con pretensión de omnipresencia
La ruidosa protesta de sectores de la sociedad argentina puede constituir una señal de que el avance del Estado sobre ciertas libertades colmó el límite de paciencia de las clases medias y altas
15 de septiembre de 2012
La ruidosa protesta de sectores de la sociedad argentina el jueves por la noche puede constituir una señal de que el avance del Estado sobre ciertas libertades económicas, mientras aparece incapaz de garantizar la seguridad, y tiene dificultades para brindar servicios adecuados de salud, educación y transporte, alcanzó cierto límite en la paciencia de esos manifestantes. Refleja, además, cierto divorcio entre lo que la presidenta Cristina Fernández le cuenta a los argentinos por cadena nacional, y lo que viven los ciudadanos cuando van al supermercado, son asaltados mientras ingresan a sus hogares o padecen las consecuencias de un precario sistema de salud.

Sondeos independientes, como el de la consultora Management & Fit, están mostrando el hastío de un sector de la población con lo que califica como "mentiras" del gobierno respecto de la inflación, que tal vez sea una buena estrategia para pagar menos intereses de deuda, pero impide implementar un plan anti-inflacionario.

Es muy difícil solucionar un problema tan serio como la disparada a dos dígitos del costo de vida durante varios años, cuando desde la Casa Rosada el tema ni siquiera merece ser mencionado en los discursos de lo que la oposición llama con ironía, la "cadena nacional del ánimo".

Si se repasan las desgrabaciones de los últimos diez discursos pronunciados por la jefa de Estado, sólo en el último aparece la problemática de los precios, cuando al anunciar el cambio en el sistema de asignaciones familiares pidió a los supermercados no aumentar.

Pero ni siquiera allí la Presidenta nombró la palabra "inflación", como tampoco se encuentra alusión alguna en sus pronunciamientos a términos como "inseguridad".

"Un desaparecido es eso, no está, no existe", dijo alguna vez un cínico y descarado dictador como Jorge Rafael Videla, en alusión a la peor tragedia que sufrió la Argentina en su historia, con la represión, vejación y desaparición de miles de personas durante la última dictadura.

Pero en plena democracia, los problemas, en este caso los económicos, no pueden hacerse desaparecer simplemente no nombrándolos.

La movilización de sectores medios y altos, no sólo en la zona metropolitana, sino también en la mayoría de las ciudades del interior, puede representar una señal de alerta para el gobierno, y constituye un claro pedido de la gente para que algunas políticas económicas cambien.

El avasallamiento de libertades económicas individuales tal vez haya causado más daño del que el gobierno alcanzó a procesar, a juzgar por las primeras palabras del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, quien dijo que los que marcharon están "más preocupados por lo que pasa en Miami que en San Juan".

Tal vez Abal Medina no haya reparado en los casos de personas que perdieron sus empleos como consecuencia de la caída del sector inmobiliario, la construcción y el mercado cambiario, con el consiguiente cierre de casas de cambio.

Tampoco tuvo en cuenta que miles de personas perdieron, una vez más en la Argentina, el sueño de la casa propia, porque se habían comprometido a pagar cuotas en dólares y de un día para el otro el peso se devaluó 35 por ciento vía mercado paralelo y cierre del mercado oficial.

A esto se suma que hay cientos de miles de personas que perdieron cosechas y otras directamente todos sus bienes por las tremendas inundaciones en el interior de la provincia de Buenos Aires, donde está claro que faltan obras hídricas y encima hay denuncias de desvíos de fondos hacia otros destinos.

La utilización de 3.800 millones de pesos anuales para alimentar una red de medios de comunicación adictos y cegados a la realidad por parte del gobierno también forma parte, según las encuestas, del hastío de la gente, que en un país futbolero debe soportar cada fin de semana que le metan proselitismo hasta en la sopa en cada partido.

Las compadreadas del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para someter a los empresarios y mantener los precios a raya demostraron ineficacia y sólo alimentaron una burocracia estatal que va convirtiendo a la Argentina en el imperio del empleo público.

Se estima que ya hay más de tres millones de empleados públicos entre Nación, Provincias y Municipios. En muchos distritos, como la ahora convulsionada Santa Cruz, uno de cada dos ciudadanos son empleados públicos, y ese panorama se repite en otras latitudes.

En el Chaco, el gobernador Jorge Capitanich anunció que no existe más la desocupación, porque la mayoría de la población trabaja para el Estado.

Pero el crecimiento vertiginoso de la presencia del Estado sobre la economía no ha permitido solucionar los grandes problemas de la Argentina, o más bien los ha alimentado, como lo demuestra el enorme déficit de Aerolíneas Argentinas.

La Presidenta parece tener conciencia de algunas de las dificultades, por más que no las nombre, y por eso les ha pedido a los gobernadores no endeudarse. Pero varios mandatarios han puesto el grito en el cielo, encabezados por el cordobés José Manuel De la Sota, quien le reclama 1.040 millones de pesos en fondos previsionales a la Nación.

"Es fácil pedir que no nos endeudemos, cuando la máquina de hacer billetes la tiene la Nación y la utiliza a su antojo", dijo, con fastidio, el secretario de Hacienda de una provincia que suele peregrinar cada vez más por Buenos Aires en busca de fondos de la Coparticipación.

En esa emisión de billetes parece estar otro de los problemas del "modelo": se estima que este año rondará un aumento del 40 por ciento, a tal punto que los de 100 pesos que todavía mantienen la cara de Julio Argentino Roca, van por la serie "Q".

Esos billetes dejarán de imprimirse para ser reemplazados por los de Evita, pero un problema técnico de lectura en los cajeros impide por ahora hacerlos circular. El hecho constituye una parábola de la Argentina actual, colmada de anuncios que terminan irritando a algunos sectores de la población a los cuales el gobierno parece haberles perdido consideración, y luego hasta terminan teniendo problemas de implementación y dejando a la Presidenta en 'off side'.