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29 de marzo de 2024
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Por José Calero
Dólar, la devaluación disimulada
El gobierno tiene demasiados mosqueteros pero ningún D´Artagnan con capacidad de influir sobre la presidenta, y menos fijar un criterio uniforme sobre una política económica errática. La debacle del peso
25 de marzo de 2013
A pesar del esfuerzo por incrementar la presencia del Estado en casi todos los sectores de la economía, son cada vez más las variables que escapan al radar de la Casa Rosada, como quedó demostrado esta semana con el dólar paralelo. Apenas llegada de Roma, donde presenció la asunción de Jorge Bergoglio como primer Papa argentino de la historia, Cristina Fernández debió dedicarse a pleno a abordar un problema que se viene profundizando desde octubre de 2011, cuando se aplicó un progresivo cepo cambiario para frenar la fuga de capitales.

El mismo miércoles, horas después de que se conociera la suba del impuesto para la compra de paquetes turísticos para viajar al exterior, quienes fijan la cotización del dólar "blue" quisieron enviar una señal contundente y elevaron 50 centavos la divisa, a 8,75 pesos, un récord histórico.

Tal embestida obligó a que la jefa de Estado convocara a Olivos por primera vez en varios meses a sus principales "espadas" en materia económica, aunque con la curiosidad de que nunca se reconoció esa convocatoria.

El problema de esta hora es que el gobierno tiene demasiados mosqueteros pero ningún D´Artagnan con capacidad de influir sobre la presidenta, y menos fijar un criterio uniforme sobre una política económica cada vez más errática.

El caso más emblemático es el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, quien hace unos meses exigía que el paralelo bajara a $5,50, luego se conformaba con $7 y ahora pide por favor que no supere los $8,50 y que las cuevas le vendan solo a clientes vip. Eso sí, lo sigue exigiendo a los gritos.

Todo ocurre mientras ningún fiscal investiga si son ciertas las versiones de que desde el propio Tesoro Nacional, es decir, con la plata de todos los argentinos, el gobierno estarían proveyendo dólares a casas de cambio "amigas" para intervenir en el mercado paralelo, algo que de comprobarse podría constituir una violación de los deberes de funcionario público.

Encerrado en su lógica blindada, el gobierno suele creer que puede hacer y deshacer vía decretos o, peor aún, a través de los llamados telefónicos de tono subido que suele hacer Moreno.

Ese estilo de gobierno -si fueran ciertas las anécdotas que circulan de a decenas en el mercado- tendría la particularidad de no dejar rastros, una irregularidad que sería inaceptable en un Estado de Derecho.

Acuerdos de precios, restricciones a las importaciones, pesificación de fantasía, cepo al dólar, media docena de tipos de cambio, autorización discrecional de importaciones, todo se maneja vía telefonazos y "gestiones" que generan inquietud en sus destinatarios pero le restan formalidad, previsibilidad y seguridad jurídica a la política económica.

En la Argentina no se sabe cuál es el precio lógico del dólar -una moneda que encima no se puede adquirir legalmente-, como tampoco cuál fue el resultado de las cuentas públicas -habría arrojado déficit por primera vez en una década en el 2012-, a cuánto llega la inflación, cuál es el criterio para autorizar la venta de dólares para viajes al exterior, qué pasa con el empleo o cuántos son los pobres.

Los principales indicadores son manipulados, su difusión demorada o los signos negativos atenuados, porque se consideran que las estadísticas son "secreto de Estado" y, en definitiva, que todo índice negativo provoca en realidad una "psicosis colectiva" que termina agravando los problemas.

Así, economistas, empresarios y consumidores carecen del insumo básico de información creíble para adoptar las decisiones más convenientes, y lo mismo le ocurre al Estado, que termina desorientado y suele fallar a la hora de implementar sus políticas públicas.

El cóctel que domina la escena económica es una pesadilla: dólar oficial retrasado en perjuicio de la industria y el campo, y divisa "blue" súper alta que acelera expectativas inflacionarias y de devaluación.

El "secretismo" tiñe la acción política y le resta transparencia a una economía que, día tras día, da nuevas y alarmantes señales de deterioro.

Mientras la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, va quedando en el centro de la tormenta, algunos ultrakirchneristas, en especial uno que ocupa una banca en el Congreso, ya se imaginan como la persona de recambio para hacerse cargo de la autoridad monetaria.

El tiempo dirá si le habrá llegado la hora.