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19 de abril de 2024
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Por José Calero
No devaluar al menos hasta las elecciones
La economía necesita previsibilidad, y el cepo cambiario puso sobre la mesa confusión y falta de transparencia, y le negó a los argentinos la posibilidad de proteger sus ahorros ante cualquier contingencia como la depreciación del peso, a la que tarde o temprano se terminará echando mano
30 de marzo de 2013
En la city porteña existe consenso en que el cepo cambiario se mantendrá al menos hasta las legislativas de octubre próximo, porque la única solución a la vista para superarlo es devaluar en forma real, y no virtual como está ocurriendo, y esa medida sería piantavotos para el oficialismo. El gobierno puso patas para arriba buena parte de la lógica económica, tal vez cebado por el hecho de que el universo capitalista de los países desarrollados como se conocía hasta la quiebra de la banca Lehman Brothers en 2008, atraviesa una crisis de la cual no puede salir.

A cada amague de recuperación sobrevienen hecatombes como la que está ocurriendo ahora en la pequeña Chipre, que aplicó un corralito que poco tiene para envidiarle al que los argentinos debieron soportar en el 2001/2002, y volvió a poner al euro en el centro del debate.

Pero que el mundo desarrollado la esté pasando mal no implica necesariamente que la Argentina esté aplicando un modelo coherente y beneficioso para el bolsillo de sus habitantes.

La economía necesita previsibilidad, y el cepo cambiario puso sobre la mesa confusión y falta de transparencia, y le negó a los argentinos la posibilidad de proteger sus ahorros ante cualquier contingencia como la depreciación del peso, a la que tarde o temprano se terminará echando mano.

Como ejemplo, concretar ahora una operación de compraventa, sobre todo en el rubro inmobiliario, representa un dolor de cabeza, porque es casi imposible ponerse de acuerdo en el precio de venta.

Adquirir un repuesto importado termina complicándole la vida al comprador, porque quien vende suele calcular el precio sobre la base del dólar blue, o a lo sumo hacer un mix entre el inaccesible billete oficial y el que se consigue a cuentagotas en el mercado negro.

Pero tal vez una de las peores noticias para la economía es el convencimiento de que aún liquidando la cosecha de soja, y la de maíz autorizada recientemente, no hay atisbo de que el dólar en el mercado paralelo vaya a a desinflarse.

Todo indica que, a contramano de lo que sostiene la teoría económica -que en la Argentina encuentra escollos en una maraña de intervenciones- la mayor oferta de dólares en la plaza no implicará una baja de la cotización.

¿La razón? Los pesos devaluados que recibirán los exportadores del Banco Central -restada la retención- serían volcados al dólar paralelo, porque es la única garantía para cubrirse de un futuro incierto.

Así, a diferencia de lo que algunos analistas sostenían hace algunos meses, y el Banco Central se preocupaba en propalar, el fenómeno de la disparada del dólar marginal lejos estaría de ser un episodio "estacional".

Tal vez por ello la Casa Rosada ordenó salir a meter miedo en la plaza cambiaria, y desde hace tiempo al dólar ya no se lo llama "blue" desde las usinas oficiales, sino "ilegal", y se acaba de aplicar una dura penalización a una de las casas de cambio más importantes del mercado, con el objetivo de que sirva de escarmiento y advertencia de lo que le puede ocurrir al resto.

Al Gobierno también le cayó muy mal que el principal operador de cambios del mercado haya hecho caso omiso a la advertencia lanzada por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para que baje el dólar paralelo.

"Lo que no se comprende es que el cepo cambiario despertó a un gigante dormido, y solo volver a una lógica de mercado puede poner las cosas en su lugar", es la respuesta que dan los cambistas.

El problema es que para poner las cosas en su lugar debería volver a permitirse que la gente atesore sus ahorros en la moneda que desee, que quienes quieran viajar al exterior puedan ir con la cantidad de billetes que necesiten y que las empresas que deben importar insumos tengan las divisas necesarias, y ninguna de estas tres necesidades está en condiciones de ser satisfecha por el Banco Central.

La jefa de la autoridad monetaria no supo responder días atrás una pregunta directa de la presidenta, formulada delante de otros funcionarios: ¿Cómo puede ser que hayamos perdido más de 2.000 millones de dólares de reservas con todas las medidas que tomamos?

Mercedes Marcó del Pont no habría sido convincente con su respuesta, ya que la explicación de que hay lobos agazapados en la city porteña no alcanza a justificar el entuerto en el que se metió el gobierno al prohibir al normal funcionamiento del mercado.

El problema no pasa solo por lo que un grupo de especuladores estén haciendo, sino por lo que piensan millones de ahorristas argentinos, curtidos en el arte de la especulación y el engaño, que saben que a la larga en la Argentina siempre ganó el que apostó al dólar.

Lo curioso es que, a pesar del discurso oficial, casi nunca en el país el que apostó al dólar ganó tanto como ahora, con una brecha del 60 por ciento entre la divisa oficial y el paralelo.

Este argumento no se puede discutir ni con los malabares discursivos a los que suele acudir el oficialismo a la hora de hablar de la economía, ya que los números hablan por si solos.

En este escenario, solo puede esperarse más de lo mismo: el gobierno continuará simulando que no existe una devaluación, porque sería suicida en términos políticos blanquear la depreciación del peso que ya se dio en los hechos.

Al menos hasta las legislativas de octubre, donde Cristina Fernández se juega su proyecto de reelección vía reforma constitucional, no habrá que esperar cambios en el modelo.

Incluso, ya existiría algún sondeo a supermercadistas grandes para mantener el acuerdo de precios hasta fines de octubre, a cambio de quedarse con el negocio de la financiación con tarjeta, y sacárselo a los bancos: son unos 2.400 millones de pesos anuales.

Lo curioso es que para un consumidor es casi imposible saber si un hipermercado mantiene los precios -se anunció un congelamiento sin lista de referencia en un abanico de miles de productos-, y parte del acuerdo con el gobierno implicaría que los controles serán laxos para determinarlo.

La otra pata del problema continúan siendo los grandes gremios: al gobierno le cayó como una bomba que un sindicato "amigo", como la UOM, haya reclamado un aumento del 35 por ciento.

Esperaban que el supuesto congelamiento de precios convenciera a Antonio Caló y sus dirigidos de que debían bajar sus apetencias salariales.

Pero si hay un sector que no mastica vidrio en la Argentina es el gremial, y los metalúrgicos saben con claridad cuál ha sido el comportamiento de los precios.

También conocen de sobra las remarcaciones aplicadas por parte de los hipermercados entre noviembre y enero últimos, justo antes de que se pactara "congelar" precios.