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25 de abril de 2024
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Por José Calero
Se acelera la pérdida del poder adquisitivo
La gran duda es si el gobierno legitimará esas subas que la gente padece a diario en las góndolas y convalidará un alza del costo de vida superior al 3,7% ya admitido para enero. ¿País en recesión?
16 de marzo de 2014
La acelerada pérdida de poder adquisitivo de los sectores más postergados y las clases medias, y la caída del consumo, encienden
luces de alerta con vistas a un año que amaga dejar exhaustos a los argentinos, sometidos a remarcaciones y a una inminente
eliminación de subsidios a la luz y el gas.

El gobierno atraviesa una prueba de fuego en medio de un costo de vida que según relevamientos privados se aceleró con fuerza.

La gran duda es si legitimará esas subas que la gente padece a diario en las góndolas y convalidará un alza del costo de vida superior al 3,7% ya admitido para enero.

Si la inflación oficial se ubica alrededor del 5,5% -como estiman consultoras privadas- proyectará el costo de vida por encima del 60% anual y le meterá una presión aún mayor a paritarias que vienen de mal en peor, con docentes que no arrancaron las clases y gremios clave, como metalúrgicos, pidiendo un aumento muy superior al esperado por la Casa Rosada, del 30%.

"Si Antonio Caló no nos da una mano, qué podemos esperar de los camioneros", rezongaban cerca del Ministerio de Trabajo al conocer las pretensiones de los metalúrgicos.

No es el único gremio que aspira lograr una pauta de aumento salarial que permita amortiguar la caída del salario real: todavía faltan paritarias clave como Comercio, Bancarios, Construcción y Gastronómicos, entre muchas otras.

El gobierno fracasó en su intento de instalar -echando mano apenas al modesto programa de "Precios cuidados" y a los voluntariosos ´inspectores´ de La Cámpora-, la idea de que la inflación estaba bajo control.

Lejos de eso, el novel secretario de Comercio, Augusto Costa, sufrió varios traspié ante los formadores de precios, encabezados por alimenticias y laboratorios medicinales, que hicieron su agosto en un enero y febrero convulsionados, mientras los consumidores observan impotentes cómo se evaporan sus ingresos cada vez a mayor velocidad.

La inflación es el "cáncer" la economía, pero este gobierno la confundió con una gripe, y siempre optó por priorizar consumos artificiales creyendo que si la gente compraba bienes y servicios alentada por el vuelco permanente de fondos a través de programas sociales y la descontrolada emisión monetaria, no se daría cuenta de que la depreciación de la moneda no le conviene a nadie.

A seis años de la asunción de Cristina Fernández, vastos sectores de la sociedad son más pobres y mes tras mes -inflación mediante- miles de personas caen en la pobreza.

Al Estado la inflación le vino bien, porque le permitió aumentar en forma exponencial la recaudación.

"La inflación, cuando su tasa se ubica sistemáticamente en dos dígitos anuales, es un impuesto que el Gobierno coloca para recaudar dinero y financiar sus gastos", explica el economista Rodolfo Santángelo.

El especialista, de tendencia liberal y escuchado en círculos de poder económico- dijo que "el aumento de precios no es la inflación, es apenas su síntoma, de la misma manera que la marca del termómetro no es la fiebre sino apenas su síntoma. La manera correcta de definir la inflación debería ser la sistemática pérdida de valor de la moneda".

Estimó que, en el 2013, el impuesto inflacionario le permitió recaudar al Gobierno nacional casi 100.000 millones de pesos, y así se ubican en el cuarto lugar del ranking de impuestos que más recaudan, sólo superados por el IVA (253.000M), la suma de los impuestos previsionales al trabajo (233.000M) y el impuesto a las ganancias (183.000M).

El problema es que los consumidores empezaron a darse cuenta, y por eso el gobierno puso en marcha un aparato de propaganda destinado a convencer a la gente de hacer el trabajo que el Estado no realiza: controlar los precios.

Hasta la reelección obtenida en 2011, el esquema venía cerrando y posibilitaba consolidarse en el poder, pero en ese mismo octubre Cristina debió echar mano de una de las medidas que nunca hubiese querido tomar, cuando instauró el cepo cambiario ante el riesgo de quedarse sin reservas en el plazo de un año.

La experiencia indica que, a lo largo de la historia, los gobiernos que se quedaron sin reservas debieron irse, y el cristinismo lo entendió con claridad.

Así, prefirió sacrificar el mercado inmobiliario -¿y ahora el automotriz?- antes de tener que resignarse a cederle espacios a la oposición.

Será una pesada herencia para el gobierno que asumirá el año próximo, probablemente en un escenario recesivo.

La inflación causó cierta sensación de economía al galope durante algunos años, pero pudo haber sido una ilusión que terminarán pagando caro "todos y todas".