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29 de marzo de 2024
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Por José Calero
El riesgo de volver a creer en el "efecto derrame"
El crecimiento del deterioro social, que para la Universidad Católica se tradujo en 1.400.000 nuevos pobres desde que Mauricio Macri decidió devaluar para "sincerar" la economía, representa un obstáculo de alto calibre para cualquier proyecto
22 de agosto de 2016
El revés judicial por tarifas dominó el escenario económico en la semana y obligó al gobierno a conceder de apuro una audiencia pública para discutir los precios del gas, pero no es el único desafío que afronta la administración de Mauricio Macri.

Es que más allá de las chicanas lanzadas desde la oposición por la prometida "lluvia de dólares que no llega", existe preocupación en distintos sectores ante la tentación siempre presente de terminar confiando a ojos cerrados en un efecto "derrame" que se produciría por el solo hecho de abrirle los brazos de par en par al capital y ser amistoso con los dueños del dinero.

El crecimiento del deterioro social, que para la Universidad Católica se tradujo en 1.400.000 nuevos pobres desde que Mauricio Macri decidió devaluar para "sincerar" la economía, representa un obstáculo de alto calibre para cualquier proyecto.

En los ´90, el gobierno de Carlos Menem creyó que abriendo la economía y tomando deuda a tasas altas para financiar el 1 a 1, esos recursos terminarían mejorando la calidad de vida de los sectores más postergados, pero el modelo terminó con 25 por ciento de desocupación y, dos años después, en una crisis sin precedentes, ya con otro gobierno en el poder.

Ahora, y tras una política intervencionista del kirchnerismo que fue de menor a mayor hasta sentirse casi asfixiante, Macri ha dicho que se propone revertir ese esquema y "liberar" las fuerzas de la producción para que la Argentina ingrese en un círculo virtuoso de crecimiento.

Incluso, hasta se anima a continuar apostando al latiguillo de campaña de la "pobreza cero", cuando el espejo de la realidad devuelve una imagen mucho más desafiante, al ritmo de las remarcaciones en las góndolas y problemas cada vez mayores de la gente para llegar a fin de mes.

Ese objetivo de reducir la pobreza aparece por ahora lejano, carcomido por un freno de la economía que se traduce en despidos y en un malestar social creciente, comercios cerrados, suspensiones y asambleas, que apenas el hartazgo de la gente por los casos de corrupción que se van conociendo de los tiempos kirchneristas alcanza a disimular en forma parcial.

En ese escenario desafiante, el fallo de la Corte que frenó en forma parcial los aumentos de tarifas de gas representó un llamado de atención hacia la necesidad de no caer en la tentación del "vamos por todo" en la que ya incurrieron otros gobiernos en la Argentina.

La decisión judicial estaba en los cálculos del macrismo, aunque tal vez la magnitud, y sobre todo el tono utilizado por algunos integrantes de la Corte, causó inicialmente sorpresa y hasta cierto nerviosismo en lo más alto del poder.

Pero cuando se hicieron los números finos, se concluyó que el costo político -y fiscal- de la acordada terminaría siendo inferior al que inicialmente entusiasmó a la oposición, e incluso el panorama parecería aclararse tras cumplir con la audiencia pública del 12 de septiembre, ya que los aumentos terminarían aplicándose.

De ahí el tono mesurado del jefe de Gabinete, Marcos Peña, en la conferencia de prensa del día después, y la postura de Juan José Aranguren, el ministro de Energía que aceptó el cargo solo porque está convencido de que es el camino para que la Argentina recupere el autoabastecimiento energético y pueda sostener el desarrollo, aunque no siempre acierte en las formas.

La cuestión tarifaria, que más tarde o más temprano, confían en la Casa Rosada se irá acomodando, no debería ocultar otro problema de fondo que es motivo de mayor preocupación en lo que se conoce como la "economía real".

La recesión se está estirando más de lo pensado -era cierto que el gobierno creía que habría una recuperación en el segundo semestre pero nunca llegó, y luego debió replantear el discurso- y las perspectivas para el 2017 empezaron a ser discutidas por distintos analistas.

La inflación se desacelera pero no parece ser suficiente para que en 2017 se alcance la meta oficial de 17%.

El Relevamiento de las Expectativas del Mercado (REM), elaborado sobre la base de encuestas por el Banco Central, arroja que el año que viene la inflación se ubicará por encima del 20%.

Por ahora, los especialistas coinciden en que el año próximo cambiará el signo del Producto Bruto y la economía crecerá.

La duda es cuál será el mapa social que ofrecerá la Argentina cuando los números rojos de la macroeconomía se transformen en azules, si eso finalmente ocurre.