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28 de marzo de 2024
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Por José Calero
La inflación, esa piedra eterna en el zapato de la Argentina
"Pensé que iba a bajar más rápido", se sinceró el presidente Macri. Los problemas eternos de un país cada vez menos competitivo donde manda la especulación en todos los niveles de la economía
19 de marzo de 2018
"Transparentar todo nos puso la inflación donde estaba, en 40 y pico, y de ahí venimos bajando. Claramente, yo querría bajar más rápido y pensé que iba a bajar más rápido".

Con esas palabras, el presidente Mauricio Macri puso en blanco sobre negro cómo impacta la escalada de precios sobre los planes de su administración, y en definitiva sobre el país. Los altos índices de inflación del primer bimestre y la insistente suba del dólar plantean un "combo" desafiante para el Gobierno, y empiezan a abrir fisuras entre las principales espadas del Gabinete en materia económica.

Los funcionarios se miran entre sí cada vez que el todavía profesional INDEC dirigido por Jorge Todesca difunde índices que representan un dolor de cabeza para la promesa de llevar la inflación al 15% anualizada para cuando concluya 2018.

El último revés fue el índice de inflación mayorista, que trepó 9,6% en el primer bimestre y preanuncia un costo de vida alto para marzo.

Otro dato que complica el escenario: en los últimos doce meses los precios al por mayor se dispararon 26,3%, casi el doble de la meta de inflación para este año.

Es un objetivo cada vez más complicado de cumplir, a medida que las remarcaciones se apoderan de las góndolas a la luz del día.

El Banco Central -que el viernes debió poner U$S 413 millones para frenar la escalada del dólar- todavía cree que ese objetivo, que marca el pulso de las paritarias, se puede cumplir.

En las últimas dos semanas, el Central destinó U$S 935 millones de sus reservas para que el dólar no se dispare por encima de los $21.

Algunos en el gobierno piensan que si la divisa alcanza ese nivel, la inflación puede acelerarse a un ritmo muy fuerte y, en ese caso, la pobreza se dispararía a niveles cercanos al 40%, abriendo un escenario social impredecible.

Por ahora, Cambiemos prefiere mantener la divisa en torno a los $20 para ver si logra frenar la suba de precios.

Eso puede significar altas tasas de interés para rato por parte del BCRA.

Por si faltaran problemas, el Gobierno recibe "fuego amigo": Carlos Melconian, ex presidente del Banco Nación -lo despidieron, él no se quería ir- y aún asesor personal del presidente, dijo que cumplir la meta del 15% de inflación este año es "imposible".

Por lo bajo deja correr el rumor de que podría volver al Gobierno, ya que aspira desde el mismo 2015 a ser ministro de Economía -ahora de Hacienda-, tiene poder de fuego en los medios para tratar de instalarse, y lo hace.

Avatares del BCRA Hace 114 años, Vladimir Lenin, quien lideraría más de una década después la Revolución Rusa, escribió "Un paso adelante, dos pasos atrás", para graficar la crisis del partido Socialdemócrata en su enorme país.

Ahora, en 2018, el vicepresidente del Banco Central, Lucas Llach, parece haber invertido la lógica leninista en su análisis.

Apeló a un concepto inverso para describir el derrotero de la política anti-inflacionaria, al afirmar que "la ´desinflación´ es como el descenso de una montaña.

Hay partes donde bajás rápido, partes planas e incluso momentos donde caminás un poquito para arriba", dijo al analizar los datos desalentadores que llegan de las mediciones del INDEC.

"Dos pasos adelante, un paso atrás", podría sintetizar ahora el razonamiento del número dos del BCRA a la hora de enfrentar el clásico de las remarcaciones, que en la Argentina siempre supo deshacer los sueños de millones.

Incluso, Llach abusó de su mirada optimista al razonar que "la alarma generalizada con la inflación de febrero es un síntoma muy favorable de lo que nos está pasando como sociedad: una tasa mensual que era absolutamente normal hace dos años es vista como una catástrofe, y eso es bueno".

En parte es cierto, el costo de vida se redujo a la mitad respecto del 2017, pero aún sigue siendo estratosférico comparado con la mayoría de los países de primera línea, donde se ubica por debajo del 5%.

La misma estrategia -"Dos pasos adelante, un paso atrás", parece encerrar el "gradualismo" que Macri y las principales figuras del Gabinete, como Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, defienden a capa y espada.

"Vamos a tener un crecimiento mediocre, pero crecimiento al fin, y durante varios años; y la inflación irá descendiendo en forma paulatina, no hay otra manera de cambiar la Argentina", es el argumento central que domina por estas horas el ´think-thank´ del oficialismo.

Christine Lagarde, la francesa jefa del FMI, se lleva esa impresión de su visita a la Argentina, y felicitó a Macri por las "importantes reformas que su gobierno ha puesto en marcha y su liderazgo".

Lo habló con el presidente en Olivos, y lo había analizado el día anterior cuando fue invitada de honor en la casa del ministro Nicolás Dujovne, junto a economistas como Miguel Bein -ex asesor de Daniel Scioli- Daniel Artana, Pablo Guidotti, Miguel Kiguel y Roque Fernández.

Por las dudas, Lagarde debió aclarar que su visita a la Argentina está vinculada con la cumbre preparatoria del G20.

"No estoy acá para negociar ningún tipo de programa ni vengo en calidad de prestar. La Argentina no necesita eso y tampoco lo pidió", dijo con énfasis la mandamás del Fondo.

La Argentina podría pedir financiamiento al organismo multilateral cuando quisiera, pero dejará esa opción como último recurso.

Por ahora confía en que el cuestionado Luis Caputo siga haciendo su "magia" desde el Ministerio de Finanzas para conseguir la plata necesaria y afrontar el enorme agujero fiscal que se repite mes a mes.

Al ministro lo defienden a capa y espada en el Gobierno, pero su suerte podría cambiar si prospera una causa por haber manejado dos fondos de inversión en Islas Caimán, como reveló la investigación de los Paradise Papers. Si Caputo cae, tal vez Macri deba repensar su estrategia de financiamiento y volver al pedirle al FMI, lo cual sería un golpe muy duro frente al año electoral.

Ese mismo "año electoral" que arrancará unas horas después de que termine el Mundial de Rusia.