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19 de abril de 2024
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Por José Calero
La encrucijada energética reaviva los rumores
12 de mayo de 2006
Un panorama energético complicado para la región brindó el caldo de cultivo propicio para que volvieran versiones sobre el supuesto anhelo del kirchnerismo de nacionalizar los hidrocarburos al estilo "Evo".

La mala fortuna quiso que ese cúmulo de rumores se reanimara en paralelo con declaraciones del mandamás de Repsol YPF, el español Antoni Brufau, de que la principal compañía argentina buceaba colocar hasta un 20 por ciento de su capital en el mercado accionario.

Enseguida, la usina de rumores se puso al día e insinuó que el gobierno había sugerido a la empresa adoptar esa medida porque en el fondo el Estado argentino quiere que compañías locales empiecen a tallar en YPF.

Habrá que creerle al gobierno y a Repsol de que todo fue una coincidencia, porque no hay pruebas de lo contrario, pero debe atenderse a que la matriz de este gobierno es distinta a la del que encabezaba Carlos Menem cuando YPF fue privatizada.

El complejo escenario en materia de petróleo y gas que tiene el país es motivo de preocupación para Néstor Kirchner, un presidente que creció a la vera de pozos petroleros mezclados con nacionalismo cuyo marco es la Patagonia argentina.

A Kirchner no le cayó mal la jugada de Evo Morales en Bolivia, aunque coincidiría con Lula Da Silva en que tal vez no era el momento más adecuado para salir a anunciar la nacionalización de hidrocarburos y reclamar más plata a la Argentina y Brasil por el gas.

El tema sobrevoló la última cumbre en Puerto Iguazú, aunque no hay pruebas de que el presidente argentino se lo haya manifestado con todas las letras a su par boliviano.

La cuestión de fondo es estratégica: si no hay inversiones, la Argentina se transformará en un país importador neto de petróleo en poco más de cinco años, y deberá aumentar geométricamente la compra de gas a Bolivia y otros países.

"Argentina es un país con petróleo, pero no petrolero", insiste Kirchner cada vez que puede ante sus pares.

Por eso, la apuesta fuerte de la Argentina, y también de Brasil, está depositada en el megasoducto que permitiría traer petróleo desde Venezuela hasta estas pampas.

Ese es un proyecto por ahora a largo plazo que depende de tantas variables para su concreción que está salpicado por más dudas que certezas.

El campo amaga rebelarse.

La energía no es el único tema conflictivo en la agenda. La falta de señales respecto del levantamiento de las exportaciones de carne trajo de nuevo al primer plano a los sectores del agro que más critican a Kirchner porque, según ellos, el presidente le dio la espalda al campo.

El diagnóstico realizado desde una de las entidades agropecuarias es claro: "Se reabrió el diálogo con la presentación del esbozo de un plan ganadero, pero en tanto no se permitan las exportaciones, será muy difícil contener a las bases y seguirá habiendo movilizaciones y amenazas de paro", describió un dirigente agropecuario.

Las asambleas realizadas esta semana en Colón y Rauch reflejaron que entre los productores de base el "horno no está para bollos".

El sector se siente defraudado y las cúpulas de las entidades agropecuarias advirtieron al gobierno que ya se hicieron concesiones muy grandes.

En la reunión con Felisa Miceli, Luciano Miguens, de la Sociedad Rural, insistió en la necesidad de reabrir las exportaciones.

Un informe de la entidad que llegó al escritorio de la ministra de Economía advirtió que, anualizada, la suspensión de exportaciones provocará pérdidas por 1.000 millones de dólares al sector agropecuario. Sólo se está vendiendo carne a la Unión Europea -y con restricciones- Marruecos y Venezuela.

El 25 por ciento de la carne se vendía a Rusia y ese grifo está cerrado, con el riesgo de perder un mercado estratégico, y otros 79 destinos que ingresaron en stand by.

Miceli dijo que estaba al tanto de la situación pero admitió que no hay fechas para levantar la medida.

Pero al campo le preocupa un dato que consideran aún más grave: funcionarios de primera línea habrían recomendado al presidente Kirchner empezar a levantar la suspensión, pero el jefe de Estado habría respondido en forma negativa a esas sugerencias, y no en los mejores tonos.

Así, el escarmiento al campo empieza a aparecer como una cuestión personal entre el presidente y una dirigencia agropecuaria que no se siente a gusto con su estilo de conducción, aunque admite que el modelo de dólar alto la favoreció.