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Por José Calero
Flaco favor al éxito del modelo económico
7 de abril de 2007
La Argentina sumó un nuevo capítulo en su larga lista de desprolijidades en materia económica, con un gobierno más preocupado en que la temperatura se ajuste al termómetro, en vez de buscar las causas profundas de los desajustes que se producen
en el modelo.

El dato de la canasta de alimentos difundido por el INDEC en marzo, que encrespó al presidente Néstor Kirchner y obligará a reelaborar datos y difundir otras cifras, tiene al menos dos lecturas.

Si, como dice el gobierno, los alimentos aumentaron en marzo mucho menos del 3,6 por ciento informado por el organismo, sería el primer error grave de la casi interventora del INDEC, Beatriz Paglieri, por no supervisar la consistencia técnica de las cifras y darle letra a quienes sostienen que no tiene antecedentes para
el cargo.

Aún más grave, si el dato fuera cierto y el Gobierno incurriera en una manipulación, se habría perdido la escasa credibilidad que le quedaba a un organismo puesto bajo la lupa de entidades internacionales de estadística pero, especialmente, de operadores del mercado y dueños de los bonos ajustados por CER, para quienes
una décima de más o de menos en los números oficiales representa mucha plata.

Este lunes se conocerá la canasta de alimentos "definitiva" que, especulan desde la Casa Rosada, reflejaría hasta una baja de precios en marzo.

El martes, los trabajadores del organismo harán un paro para protestar contra la "intervención".

Kirchner estaba en El Calafate cuando leyó la interpretación correcta que la prensa hizo de los números del INDEC: la inflación había sido inferior a la prevista, pero los alimentos cuadruplicaban la suba impactando de lleno en los bolsillos de los
sectores más pobres.

No se sabe si el presidente habrá salido antes a hacer una rápida recorrida por esa zona privilegiada del país, donde los precios se multiplicaron por tres y hasta por cuatro en algunos casos por efecto del turismo, pero igual llamó embravecido a la
Casa Rosada para ordenar desmentidas y retractaciones.

Faltó reacción en el Gobierno, porque el dato circuló durante horas en la tarde del miércoles por cuanta agencia o portal de noticias hay en el país, antes de desembocar en la tapa de los diarios del jueves.

Incluso, el exhaustivo sistema de seguimiento de información montado por la Casa Rosada y llamado USINA, tampoco parece haber sido eficaz para que Kirchner se enterara.

Según Economía, el miércoles, cuando se difundió el costo de vida, la canasta alimentaria aún no había sido calculada en forma definitiva y la suba indicada por el INDEC era en términos potenciales.

Es cierto que llamó la atención la enorme disparidad entre el costo de vida de alimentos y bebidas (1,1) y la canasta alimentaria (3,6), pero nada sorprende cuando hace meses está claro que una cosa son los números del INDEC y otra la "sensación
térmica" que arroja el bolsillo a la hora de ir al supermercado.

La cuestión de los precios se convirtió en política de Estado para el presidente Kirchner, y está bien que así sea, porque la inflación fue el talón de Aquiles de la economía argentina de las últimas décadas.

Pero la opinión pública y quienes toman decisiones en el mundo empresario o laboral necesitan que la información estadística del país sea creíble, porque es la única forma de proyectar en serio en el mediano y largo plazo.

Ahora, la credibilidad del INDEC está herida de gravedad, y será largo el camino por recorrer para curar semejante daño.

Precios y salarios

El dato crucial de la inflación está directamente atado al de los salarios, cuya negociación se encuentra empantanada en varios sindicatos grandes como gastronómicos, telefónicos y metalúrgicos.

Cuanto menor sea el dato de costo de vida, menos presión para incrementar sueldos debería haber, razonan en la Casa Rosada.

El problema es que ya todos los trabajadores acusaron recibo de que su ingreso se deprecia a un ritmo mucho más acelerado del que cuenta la estadística oficial.

Y es por eso que desde distintos gremios se están solicitando ajustes superiores al 15 por ciento que pretende el gobierno.

Ya son varios los gremios –como los telefónicos- que reclaman un 25 por ciento de ajuste salarial, más cercano a la inflación que arroja la calle y a una recomposición de sueldos tras el trago amargo que representó la crisis del 2001/2002.

En medio de este tira y afloje, el propio Kirchner tomó la decisión de introducirse de lleno en la negociación salarial, y buscará utilizar la línea directa que tiene con el líder de la CGT, Hugo Moyano, para que la discusión no salga de cauce y se
defina rápido.

Es que el presidente necesita que el tema salarial quede resuelto los antes posible porque pretende evitar turbulencias adicionales en el año electoral.