Con el mismo énfasis y entusiasmo que puso Carlos Menem en 1994, el presidente Néstor Kirchner encabezó hoy lo que considera un hito clave en su gobierno: la demolición del sistema de jubilación privada tal como se lo conocía hasta ahora.

Kirchner calificó de "perverso" al régimen jubilatorio que operó hasta ahora, en especial por las altísimas comisiones que cobraban las AFJP -que ahora tendrán un tope del 1 por ciento-, y que representaron un costo enorme para los asalariados.

La pregunta que se hacen los afiliados al sistema de jubilación privada es si este no será el primer paso en un proceso que derivará en una reestatización total y, en ese caso, qué sentido tiene seguir estando en una administradora.

Cuando Menem lanzó el sistema, fue el primero en afiliarse a una AFJP. Trece años después, Kirchner fue el primero en desafiliarse y pasar al régimen de reparto.

Ambos presidentes dejaron su impronta en un tema central para millones de personas, nada menos que cuál será la jubilación que percibirán cuando dejen de trabajar para "disfrutar" de años de esfuerzos.

Ambos mandatarios coincidieron en echar mano de posiciones extremas, ya que para Menem la jubilación privada venía a poner fin a un sistema de reparto "ineficiente, corrupto y quebrado", que le costó cientos o miles de millones de pesos al pueblo argentino.

Kirchner usó el mismo argumento, pero con los roles cambiados, ya que ahora es el Estado "solidario" el que viene a poner las cosas en su lugar ante un ambicioso sistema privatizado que sólo sirvió para "llevarse la plata de los trabajadores", según definió el propio presidente.

Otra vez, la Argentina parece caer en los extremos, mientras unos 15 millones de trabajadores sólo se hacen dos preguntas: ¿Cuánto cobraré cuando me jubile? Y, aún más dramático, ¿sean las AFJP o el Estado, tendrán los recursos suficientes para pagarme lo que ahorré toda mi vida?