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Por José Calero
Dos técnicos con "cintura política"
28 de abril de 2007
A una la imaginan cumpliendo un rol destacado en el Congreso liderando los proyectos de ley necesarios para encarar las transformaciones económicas pendientes en la Argentina.

Al otro lo piensan al frente del Ministerio de Economía diseñando las herramientas necesarias para sostener el crecimiento en un escenario que, se teme, podría ser menos favorable que el actual.

Felisa Miceli, jefa de Economía, y Martín Redrado, hombre fuerte del Banco Central, son los dos funcionarios a los que usinas cercanas al kirchnerismo mencionan en nuevos roles a partir del 10 de diciembre próximo cuando, como calcula el
oficialismo y dan aire las encuestas, un "pingüino o pingüina" ocupe el Sillón de Rivadavia.

Ambos funcionarios, sujetos de especulaciones varias en las últimas semanas, demostraron en los últimos días que tienen "cintura política".

Lo más notorio fue lo de Redrado. Al jefe del Central no le gustó nada el proyecto de la diputada híper kirchnerista Mercedes Marcó del Pont que blanqueaba la relación estrecha y de complementación que vienen teniendo las políticas del Central
con las de la Rosada.

Es que una cosa es coordinar políticas en la práctica y otra cambiar la Carta Orgánica de la autoridad monetaria para decirle al mundo de las finanzas internacionales que, ahora sí legalmente, el Tesoro argentino y el BCRA son, a los efectos prácticos, una caja común.

Cuando se enteró de que la cosa se ponía seria y avanzaba en el Congreso, Redrado evitó las declaraciones públicas, como le gusta a Kirchner, y se fue derechito a verlo al presidente con argumentos de peso para que esa iniciativa parlamentaria
desbarrancara antes de nacer.

Ya otro presidente del Banco Central había realizado la misma jugada en el 2003, pero con otro final. Fue cuando Alfonso Prat Gay le dijo a Kirchner que estaba en desacuerdo con la oferta a los bonistas ideada por la dupla Roberto Lavagna-Guillermo Nielsen. A los pocos días, Prat Gay se tuvo que ir.

Esta vez, a Redrado le fue mejor, ya que lo pudo convencer al presidente. Le explicó que era innecesario meter mano en la Carta Orgánica cuando la estrategia de acumulación de reservas y mantenimiento del tipo de cambio alto viene funcionando como un reloj.

A tal punto que el gobierno anunciará la semana próxima que las reservas alcanzaron los 39.000 millones de dólares.

En la lógica oficial, la ley de reforma en la Carta Orgánica sólo iba a poner ruido en la línea porque, en definitiva, la estrategia económica sigue dependiendo del enfoque político.

Por más enunciaciones, normas y leyes, son las necesidades del país las que terminarán definiendo el rumbo del sistema financiero, como quedó demostrado en un caso extremo en el 2001, cuando meses después de que el Congreso votara la intangibilidad de los depósitos, se confiscaron los plazos fijos con la
demoledora sucesión corralito-corralón.

Cerca de la Rosada aseguran que Kirchner en ningún momento habilitó el proyecto que tuvo rápida aprobación de la Comisión de Finanzas, y que Marcó del Pont sólo había recibido el visto bueno del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien pasó una
semana complicada por el caso Skanska.

Redrado también le alertó a Kirchner que fondos de inversión especulativos podrían volver a la carga para intentar confiscar las reservas del BCRA, si el Estado argentino admitía en forma explícita que los fondos del Tesoro y del Central constituyen una cuenta única.

Aunque se hable poco del tema, la Argentina aún tiene un megalitigio sin resolver con bonistas que reclaman más de 20.000 millones de dólares por bonos que quedaron fuera del canje de deuda.

Miceli sube el tono

Pero también la ministra de Economía dio tela para cortar esta semana. La funcionaria salió a defender la estrategia del gasto público que aplica esta administración, y enfatizó que los aumentos de erogaciones están en línea con la suba de la recaudación.

Pero también debió salir al cruce de un duro informe distribuido por el Foro Económico Mundial, en el cual se asegura que la Argentina es una de las peores economías latinoamericanas a la hora de invertir.

Miceli utilizó la misma estrategia empleada por Kirchner para pedirle al jefe del FMI, Rodrigo Rato, que se calle la boca. "No nos interesa lo que digan, desconocen la Argentina real", dijo la ministra.

Y utilizó una frase que no hace sino aumentar las especulaciones sobre una candidatura en octubre: "Les falta embarrarse los pies", chicaneó a la burocracia del Foro.

Lo dijo al mismo tiempo que caminaba plantas de producción en Córdoba, en el marco de un conjunto de recorridas por el país que se acrecentarían en los próximos meses.

Con cintura política, Miceli se mantuvo a distancia del proyecto de reforma del BCRA, que murió antes de nacer, y parece haber dejado que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, se complicara solo con su cuestionada estrategia fallida de
presionar hasta el hartazgo a casi todo el arco empresarial, deseoso ahora de conciliar con la ministra.

Miceli, en línea con el Presidente, dijo que las "tensiones" del modelo económico son producto del crecimiento y arengó que "siempre es mejor esto que el cierre de fábricas y pobreza creciente que había en los 90".

El plan que viene

Hay convencimiento entre los centros de decisión de que, cualquiera sea el nuevo presidente, habrá un intento por reforzar el rumbo económico mediante un megaproyecto de obras públicas.

Algunos lo definen como "neokeynesiano", en honor a John Maynard Keynes, el economista británico que alentó las políticas de intervencionismo estatal para echar mano de herramientas fiscales y monetarias que sostuvieran el auge económico o
mitigaran las crisis.

El objetivo sería valerse de la robustez de la economía para alentar un plan de obras que tendría puntos de contacto con el lanzado por Lula en Brasil, de tal forma de mantener un crecimiento promedio del 6 por ciento anual en la próxima década
y llegar al pleno empleo en el 2008.

Para ello, el gobierno quiere que la banca haga su contribución lanzando más crédito a tasas bajas y aportando a la creación de decenas de fideicomisos con destinos específicos, especialmente en el campo de la energía.

Pero también estaría dispuesto, llegado el caso, a echar mano de una porción de las reservas del BCRA, de tal forma de contar con las herramientas necesarias para avanzar en ese plan de obras.

A tono con Keynes, en el kirchnerismo están convencidos de que "En el largo plazo todos estaremos muertos", y creen que están dadas las condiciones para poner toda la carne en el asador con un plan audaz.