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Por José Calero
La economía no escapa al laberinto político
1 de julio de 2007
"La buena vida es cara. Hay más barata, pero no es vida", dice la inventiva de la calle, reflejada también en cuentos y hasta historietas, para graficar que pasarla lo mejor posible tiene un costo, y que a veces es muy alto.

La Argentina está sufriendo en carne propia el costo de no haber encarado durante décadas las inversiones necesarias en infraestructura energética, porque no se vio a tiempo el problema y, después, se lo intentó disimular.

Será un tema al que deberá prestar mucha atención la oficializada candidata oficialista Cristina Kirchner.

El riesgo es que ahora las dificultades se potencien, al no admitir que la crisis energética llegó con fuerza, agudizada por bajas temperaturas que se anticiparon a lo previsto y encontraron al aparato fabril en plena producción.

Todo en un escenario de tarifas congeladas para los hogares, que alentaron el uso intensivo de gas y electricidad, porque en proporción a otros servicios, la energía es un recurso barato en la Argentina.

Distintas empresas de consumo intensivo de energía habían planificado para mayo-junio el calendario de producción, y fueron sorprendidas por las bajas temperaturas que rompieron todos los pronósticos y encontraron al sistema energético desguarnecido.

Lo primero que hizo el gobierno fue negar en forma tozuda la existencia de una crisis, y esto impidió lanzar una campaña masiva de difusión para que los hogares ahorren, la cual quedó librada a algunas intenciones aisladas de las distribuidoras, empezando por la campaña publicitaria para que "Sueyro apague la
luz..."

Recién en la Cumbre del Mercosur, y fuera de la Argentina, el jefe de Estado se animó a introducir el concepto de "crisis" en su discurso.

Pero, hasta ahora, la ausencia de un presidente con alta imagen positiva en el reclamo a los consumidores de cuidar la energía, conspira contra las posibilidades de paliar el problema.

En cambio, Kirchner prefirió atacar con dureza a las empresas, como lo hizo en la propia Cumbre del Mercosur o, antes, con las transportadoras de gas, pero en ningún caso pidió a la gente desde la tribuna no utilizar calefacción en exceso o apagar las
lámparas de alto consumo cuando no la utilizan.

Con un plan de ahorro lanzado desde el gobierno, la administración de Fernando Cardoso logró en su momento en Brasil ahorrar hasta un 20 por ciento de la energía.

Sin embargo, acá se apostó a tapar la crisis y se implementó un dudoso plan de contingencia, que ya afecta a casi 5.000 industrias, edificios corporativos y algunos countries.

Pero el plan es sólo un paliativo destinado a impedir que vecinos enfurecidos salgan con sus cacerolas a la calle, mientras los costos de la crisis no se reparten equitativamente en los distintos sectores de la sociedad.

El aparato productivo se está resintiendo, y los técnicos más audaces cercanos a la industria hablan por lo bajo de que esta crisis le puede costar al sector entre 300 y 400 millones de dólares en unos tres meses, por caída de la producción.

Hay casos graves, como el de Profertil en Bahía Blanca, que debió dejar de producir urea granulada durante varias semanas y ya estaría estimando pérdidas por encima de los 20 millones de dólares.

Para colmo, la urea es un fertilizante clave para el campo, y sólo en trigo se consumen 630 mil toneladas de ese producto, que ahora está afectado.

La crisis también perjudica a industrias de uso intensivo como las del acero, con Tenaris y Acindar a la cabeza, y como correlato perjudicó la cotización de sus acciones en la Bolsa.

Los problemas energéticos tienen derivaciones de alto impacto en los costos de las industrias, como ocurrió en una de las mayores cementeras de la provincia de Buenos Aires, donde el cambio brusco de temperatura en sus calderas hizo que se fracturara buena parte de la estructura.

Estas pinceladas sirven para graficar que detrás del problema político que representa la cuestión energética, hay personas de carne y hueso que la sufren a diario.

Hay un plan, pero también elecciones...

Para forzar el ahorro de energía, el gobierno tienen un plan, la industria tiene un plan, los especialistas también, pero es dudoso que se aplique por el costo político que puede provocar a cuatro meses de las presidenciales.

El primer paso de ese "Plan de Racionamiento", que fue acercado a Kirchner desde la Secretaría de Energía, es admitir la existencia de una crisis energética, lanzar una agresiva campaña de comunicación llamando al ahorro y castigar duro el consumo
excesivo en casas de familia de clase media y alta.

La iniciativa no tiene nada que ver con el plan de premios y castigos al que se llamó PUREE, y que fracasó, porque el consumo aumentó entre 10 y 20 por ciento según las zonas del país que se trate.

La iniciativa se complementa con cambios en los programas de cortes de electricidad a las industrias para no afectarlas tanto como ahora, y desalentar el consumo de GNC, es decir, el camino inversor al recorrido en los 90.

A esta altura, es improbable que Kirchner se incline por un plan de sinceramiento, y todo indica que el gobierno seguirá apostando a la estrategia del disimulo.

El problema es que si las inversiones en el sector continúan escasas, esa estrategia también está destinada al fracaso.

Felisa en el laberinto

La desprolija aparición de un sobre con mucho dinero en el despacho de la ministra de Economía, Felisa Miceli -quien tuvo la mala suerte de que justo lo detectó la brigada antiexplosivos- alentó a algunos integrantes del gobierno que pretenden anticipar
su salida del gabinete.

En Economía simulan despreocupación y señalan, con algo de lógica, que la ministra sabe muy bien que todos los días la brigada hace esa tarea, y que si tuviese algo que ocultar nunca hubiese dejado 200 mil pesos en el despacho.

Pero el tema amaga transformarse en algo serio, ya que la oposición legislativa encarnada en la UCR y el ARI logró que el fiscal de Investigaciones Administrativas, Manuel Garrido, tome cartas en el asunto, por lo que ahora la ministra deberá brindar
algunas explicaciones adicionales, y mostrar sus declaraciones juradas de impuestos para demostrar la procedencia de ese dinero.

Un escenario adicional de complicaciones en una Argentina donde la oposición, no sólo política sino también de sectores ultrafinancieros de la economía, se entusiasma con la idea de que, tras la doble derrota que sufrió el kirchnerismo el domingo "fatal" del 24 de junio, haya un resquicio para limarle el poder.