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Por José Calero
Felisa y el final más temido
16 de julio de 2007
La renuncia obligada de Felisa Miceli al Ministerio de Economía fue tal vez el trago más amargo que debió beber el presidente Néstor Kirchner desde que llegó al poder, y justo le toca afrontarlo a pocos meses de concluir su mandato.

Para Kirchner, quien hizo de la lucha contra la corrupción uno de sus estandartes discursivos, la forma en que debió irse Miceli tras la sospechosa aparición de una fortísima suma de dinero en su despacho, resultó inconcebible.

A la ministra, vapuleada por una investigación judicial que avanzó a pasos agigantados y la dejó al borde de la declaración indagatoria, no le quedó otra que dar un paso al costado.

Kirchner, tal vez como señal de agradecimiento porque Felisa aceptó asumir en lugar de su ministro estrella, Roberto Lavagna, allá por diciembre de 2005, intentó sostenerla hasta último momento, pero luego se dio cuenta de que la situación era más
complicada de lo previsto e incluso había elementos de la causa judicial que desconocía.

Entre esos elementos hay uno que sacó de las casillas al presidente y que está vinculado con la sospecha judicial de presuntas operaciones irregulares con créditos que allegados a la ministra manejarían en una entidad financiera.

Justamente, ese funcionario habría sido uno de los últimos en visitar a Miceli la noche del 4 de junio, cuando la ministra decidió dejar en el baño una bolsa de papel con 100 mil pesos y 31.670 dólares.

Esto era desconocido por el presidente y terminó de sellar la situación de la ministra.

La decisión de nombrar a Miguel Peirano -un economista de excelente diálogo con todos los sectores empresarios- como sucesor, refleja también la imagen de "continuidad" que se quiere dar a la gestión.

Igual, en el mundo empresario y financiero ya existe la certeza de que habrá esa continuidad en el modelo económico, porque consideran que la política macroeconómica la maneja Kirchner.

Fue el propio Kirchner quien decidió el hito más importante de la gestión Miceli, la cancelación de la deuda con el FMI, un mes después del despido de Lavagna.

Pero igual, la lectura que hacían los operadores de dentro y afuera advertían que es la primera vez que un ministro de Economía renuncia en la Argentina por sospecha de corrupción, y no por una crisis.

Ese dato, en una administración que siempre buscó dar señal de transparencia, representa un duro golpe.

También es un mal trago para la candidata presidencial Cristina Fernández, la senadora que impulsó a Felisa como ministra cuando Kirchner decidió echar a Lavagna.

Después de todo, la broma que hizo Cristina en los últimos días sobre la condición distintiva de género que tendría como impronta un eventual gobierno suyo, resultó una cruel ironía.

"Ya lo veníamos diciendo, es un tema de género. Chicas, los tenemos en el horno", había bromeado Cristina.

La que terminó "en el horno" fue Felisa, por un "error, una torpeza", como ella misma dijo, que terminó siendo imperdonable para Kirchner.