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Por José Calero
Cristina habla mucho pero no suelta prenda
8 de octubre de 2007
Un manto de ansiedad cubre por estas horas a los hombres que toman decisiones a diario en la Argentina, a la espera de definiciones de fondo en materia económica que la candidata con más chances de llegar a la Rosada, Cristina Fernández, evita dar en forma sistemática.

Ni en sus generosos viajes al exterior criticados con puntillosidad por medios del establishment, ni en sus contactos con empresarios locales, la candidata adelantó siquiera una medida de cómo sería su gobierno, y desde el sector privado, por una
mezcla de respeto y cautela, prefieren no ir a fondo con las preguntas.

Cristina habla de "continuidad", de "lo que falta", de "más salud y trabajo", pero nada dice sobre cómo parará la escalada de precios, qué pasará con las tarifas de servicios públicos, qué hará para que no falte energía, cuál será la estrategia para
pactar salarios, qué se le dirá a los bonistas que tienen 27.000 millones de dólares de "papel pintado", ni qué camino adoptará para hacer frente a la fuerte reducción del superávit que parece venir para el 2008.

Tampoco explica un tema clave para sectores empresarios y financieros: cómo se recrearán las condiciones para que, a más de cuatro años de instalación de este modelo económico, las inversiones se decidan a desembarcar por estas pampas.

Ni siquiera la candidata oficialista habla de qué hará con el dólar, ante la expectativa de sectores industriales de que lo mantenga lo más alto posible durante su eventual gestión.

Cerca de la candidata, o mejor, en la misma Casa Rosada, se defienden y dicen que a Cristina no le hace falta dar definiciones en materia económica, que se sabe que durante su gestión acentuará el modelo impuesto por su marido, y que lo que se buscará será darle soporte institucional para que esta política económica se afirme como "política de Estado".

A tientas, sectores empresarios y sindicales tratan de hurgar en la entrelínea de lo que la candidata dice, y así van desgranando algunas conclusiones.

Así, hay expectativa entre las empresas de mano de obra intensiva sobre el marco que Cristina puede dar a la discusión salarial que, se sabe, será fuerte el año próximo.

La candidata cree que empresarios y trabajadores deben sentarse a hablar sobre "productividad" cuando llegue la hora de las paritarias, y que sobre esa base debe haber definiciones de ajuste de sueldos que serán distintos según cada rama.

A la CGT esa idea le disgusta, y tal vez sea el origen de algunas advertencias solapadas, y otra no tanto, que el camionero Hugo Moyano lanzó en la semana, cuando dijo que a él "nadie lo lleva de las narices".

El mensaje fue recibido con claridad por el "kirchnerismo cristinista": no habrá cheques en blanco por parte de la CGT si la senadora llega a la meta.

Otra cuestión clave sobre la cual empresarios y financistas tienen pistas es el gasto público.

Ayudada por la verborragia de su marido presidente, se sabe que Cristina pretende reducir el ritmo de crecimiento del gasto y volverlo a poner por debajo del que vienen manteniendo los ingresos, a la inversa de lo que ocurre en la actualidad.

Sería una señal de contundencia hacia los tenedores de bonos de la deuda y también hacia los organismos multilaterales.

El FMI, ya con nuevo piloto, el francés Dominique Strauss-Kahn, quien reanudar formalmente la relación con la Argentina una vez que se instale el nuevo gobierno, y el primer gran objetivo será ayudar en la solución para renegociar la deuda con el Club de París.

Ese compromiso pendiente, de unos 6.500 millones de dólares, le está trabando a la Argentina el acceso de crédito de largo plazo a tasa razonable, que el próximo gobierno necesitará para soportar la menor cantidad de sofocones posible.

Pero entre los empresarios también esperan que Cristina dé señales más claras sobre cómo hará para que la inversión crezca.

La candidata dice que se puede aumentar la inversión del 22 al 25 por ciento del Producto Bruto, pero no aclara cómo, por lo que las dudas persisten.