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Por José Calero
Un ministro que buscará no ser condicionado
25 de noviembre de 2007
A pesar de su juventud y falta de experiencia, nadie duda de que Martín Lousteau sabía en qué se metía cuando decidió aceptar el ofrecimiento de Cristina Fernández para ocupar el Ministerio de Economía y Producción desde el 10 de diciembre próximo.

Muy pocos presidentes en la historia argentina tuvieron tanta injerencia sobre los manejos económicos como Néstor Kirchner, y su esposa parece decidida a mantener o, incluso aumentar, ese estilo de gobierno.

Así, Lousteau emerge inicialmente como un ministro de Economía condicionado, a quien ya le está siendo dificultoso armar su equipo porque nada en aguas turbulentas y lo acechan "tiburones de la política" con una larga experiencia de gestión.

Es el caso de Guillermo Moreno, el secretario todo terreno que supo manejar con mano de hierro a las compañías de telecomunicaciones cuando fue secretario del área, y fue elegido para poner en caja los precios a como diera lugar, tarea que cumplió como soldado fiel.

Lousteau habla bien del secretario de Comercio Interior, a quien le elogia su "capacidad de trabajo", en línea con lo que afirmó el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, un hombre al que le adjudican influencia en la elección del joven economista como ministro.

Pero quienes conocen a Moreno lo consideran un funcionario con el que es difícil razonar y que, cuando la tensión llega al límite, invoca su lealtad al presidente como elemento para terminar el diálogo.

Y habrá que creerle nomás al polifuncional secretario cuando sugiere que es un "soldado" dispuesto a las misiones más desafiantes con llegada directa al núcleo de poder.

Quienes acompañaban a Cristina Fernández en los tiempos de la campaña pudieron escuchar de su boca una definición de Moreno que sorprendió y explica este presente de fortaleza del hombre "más bueno que Lassie": "Es el mejor funcionario de este gobierno", dijo quien luego sería presidenta electa de los argentinos.

Así las cosas, está claro que Moreno buscará responder directamente a la presidenta o, como mucho, al único ministro al que reporta, Julio De Vido, el influyente jefe de Planificación Federal ratificado en el cargo con aval y entusiasmo de los gremios y, en especial, del camionero Hugo Moyano.

En este cuadro de situación, Lousteau ni siquiera osará operar para la salida de Moreno, quien tiene destino casi seguro de continuidad, y se conformará con poder colocar tropa propia en los casilleros que queden libres.

En Agricultura seguirá Javier de Urquiza, de llegada directa al matrimonio presidencial y un hombre que buscará recomponer la relación con el campo pero sin ceder terreno en temas clave como los controles de precios y la política de subsidios.

En Hacienda, Lousteau buceó con delicadeza la posibilidad de instalar a un hombre de confianza, pero por ahora las respuestas fueron negativas desde la Casa Rosada.

Es más, volvió con fuerza en los últimos días la versión de que Cristina tendría decidido colocar allí a otro "todo terreno", el actual titular de Enarsa, Juan Carlos Pezoa.

Así las cosas, a Lousteau apenas le quedarían como casilleros clave a cubrir los de Industria, donde propone al ex UIA Diego Petrecolla o, si se lo vetan, a Eduardo Hecker (actual titular de la Comisión Nacional de Valores), y Finanzas, donde es casi un hecho que irá Hugo Secondini, de extrema confianza del ministro designado.

El actual secretario de Finanzas, Gregorio Chodos, se iría como mano derecha de Miguel Peirano, si es que finalmente se concreta el proyecto de lanzar un banco de desarrollo que estaría a su cargo.

El frente fiscal, a resguardo por ahora

Tras el triunfo de Cristina, la obsesión del gobierno fue fortalecer de inmediato el frente fiscal, y por ello ya se encargó de aumentar las retenciones a las exportaciones de soja, maíz, trigo y petróleo, que le aportarán el año que viene unos 10.000 millones de pesos adicionales al Tesoro.

A esto se sumó la decisión de desacelerar el ritmo de crecimiento del gasto público, que ya se nota en distintas áreas de la administración pública.

Lousteau mantiene contactos con el jefe del BCRA, Martín Redrado, quien pintó un panorama positivo sobre la robustez de las reservas internacionales y estimó que para fin de año superarían los 45.000 millones de dólares.

Redrado está convencido de que la prudencia en el manejo de la política monetaria y el respaldo de esas reservas ayudó a mantener calmo al dólar en momentos de inestabilidad, pero también pide prestar atención a la crisis de las hipotecas en los Estados Unidos, un episodio que está muy lejos de darse por cerrado.

Con las finanzas más tranquilas, la inflación y el abastecimiento de energía para garantizar el crecimiento de la actividad económica aparecen como los dos primeros puntos de la agenda que Lousteau deberá atender apenas inicie su gestión.

Acaso de eso esté hablando con la presidenta electa en las múltiples reuniones mantenidas en la Casa Rosada en los últimos días.

El joven funcionario ya es habitué de la Casa donde se cocina el poder en la Argentina y participó en la mayoría de los encuentros clave que mantuvo la presidenta electa, como ocurrió con la recepción del ministro de Economía alemán, Michael Glos,
quien pidió acelerar el acuerdo con el Club de París.

Justamente, en el frente internacional hay coincidencia entre Cristina y su ministro de Economía en que avanzar en la refinanciación de esa deuda será una señal contundente al mundo de la nueva etapa que busca iniciar la Argentina.

Una etapa donde los fundamentos de la economía se mantengan, pero la relación con las finanzas internacionales adquiera un grado de madurez mayor, que dé por terminada la etapa de tensiones que caracterizó al gobierno de Néstor Kirchner.

Es que el mundo coincide con el matrimonio Kirchner en que la Argentina salió del infierno, pero ahora le pide señales contundentes de que va "camino al cielo".