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Por José Calero
La "timba" en EEUU y el acecho de Moyano
20 de enero de 2008
Son tiempos difíciles para los especulativos mercados mundiales, porque la fiesta de las hipotecas norteamericanas terminó hace rato y ahora se empezaron a pagar los platos rotos, mientras la Argentina y otros países emergentes tratan de evitar ser salpicados por un fenómeno que amaga sepultar a Estados Unidos en una recesión de proporciones.

No es el único tema económico que complica el horizonte por estas pampas, ya que se viene un complejo tira y afloje con el sindicalismo por la pauta de aumento salarial para este año que, inflación mediante, rondaría el 20 por ciento.

La negociación está en marcha y se inició hace unos días cuando Cristina recibió discretamente al líder cegetista Hugo Moyano en Olivos.

Allí, la presidenta habría sondeado al camionero sobre las expectativas de aumento salarial para el 2008, y sugerido tener prudencia en los reclamos, porque el crecimiento económico y la generación de empleo se podrían ver afectados en caso de iniciarse una alocada carrera entre precios y salarios.

Algunos sostienen que Néstor Kirchner ofició de puente para que semejante cónclave pudiese realizarse, aunque esas lecturas olvidan que Cristina comienza a tener juego propio, como quedó en evidencia días atrás con su visita a José C. Paz para inaugurar viviendas.

Allí, habló cara a cara con los pobres, se acercó a los discapacitados y utilizó un diálogo que había mantenido días atrás en la villa La Cava con "Bernarda", una especie de nueva "Doña Rosa", pero en clave kirchnerista.

"Hace muy pocos días visitábamos La Cava. Allí me encontré con Bernarda, una mujer que hace tres o cuatro años, en una visita que hice a la villa, me dijo: `Compañera, el futuro no se puede adivinar, pero es posible construirlo con todos, codo a codo, mano con mano`", narró la Presidenta, para que no queden dudas de que los pobres son un sustento clave del nuevo modelo.

El martes, Cristina recibirá oficialmente a Moyano en la Casa Rosada, donde la CGT le presentará un bosquejo de esas "expectativas", que incluiría un pedido de nuevo aumento del mínimo no imponible para Ganancias, otra suba de asignaciones familiares, rápida convocatoria al Consejo del Salario Mínimo y una mayor asistencia estatal a las obras sociales administradas por sindicatos.

A cambio, el Gobierno espera una promesa sindical de que no habrá pedidos desproporcionados.

Igual, desde la CGT dirán que la demanda salarial dependerá de la situación y necesidad de cada rama de actividad, como para abrir el paraguas y prometer lo menos posible.

LECCIONES QUE DEJO LA "TIMBA"

Un día tras otro se sucedió el "sinceramiento" de los gigantes de las finanzas internacionales, que puso en blanco sobre negro el impacto devastador de la quiebra del negocio de las hipotecas de alto riesgo, responsable de convertir a las entidades financieras en endebles "inmobiliarias".

La principal lección que deja este descalabro es que los grandes dueños del dinero no escarmentarán jamás, y que su afán de ganar plata en poco tiempo puede más que cualquier lectura racional de las variables en juego.

La banca norteamericana siguió alentando el negocio de darle crédito a tasas elevadas a cientos de miles de personas con solvencia dudosa, y cuando muchos de los deudores dejaron de pagar, esas hipotecas, que habían sido adquiridas en paquetes por grandes emporios financieros, se convirtieron, otra vez, en "papel pintado", originando pérdidas millonarias.

El problema no sólo son los quebrantos, sino el efecto devastador que semejante jugada tendrá sobre la economía, con la consiguiente pérdida de empleos y mayor pobreza.

Ahora se sabe que la cesación de pagos generalizada de las hipotecas en Estados Unidos ya provocó la pérdida de unos 20.000 millones de dólares en un trimestre a los gigantes Citigroup y Merrill Lynch, y evaporó las ganancias del histórico JP Morgan, el único que pudo exhibir un modesto resultado positivo.

También que como consecuencia de ese fenómeno Estados Unidos quedó al borde de la recesión, lo que obligó a un impotente George Bush a lanzar un desesperado plan de rebajas impositivas e incentivos por 145.000 millones de dólares, que el mercado está analizando con lupa porque en caso de obtener el visto bueno del Parlamento agravará en forma dramática las ya desbordadas cuentas públicas de ese país.

COMO EVITAR LA "MANCHA VENENOSA"

La gran pregunta instalada en los mercados locales es hasta dónde sería capaz de resistir la Argentina una hecatombe en Estados Unidos.

El gobierno de Cristina trata de mantenerse al margen de ese tembladeral que hasta ahora sólo afectó parcialmente a la Bolsa de Comercio porteña, que igual hace años dejó de ser un indicador testigo de lo que ocurre en la economía real, porque los negocios que se hacen allí son insignificantes.

Más interesante será observar qué ocurre con sectores de alto dinamismo como la construcción, que comenzó a dar ciertas evidencias de fatiga en distintas zonas del país, y qué pasará cuando el gobierno de Cristina Kirchner deba salir a buscar financiamiento para cubrir los vencimientos de este año, que rondan los 8.000 millones de dólares.

El costo de ese dinero será un indicador clave de dónde está parada la Argentina en el marco de una crisis financiera internacional que, sólo al sistema norteamericano, podría terminar costándole la friolera de 400.000 millones de dólares, un número difícil de imaginar pero que podría herir de muerte a varios bancos de ese país.

Ante semejante desquicio, la presidenta destacó el "crecimiento inédito" de la economía argentina y garantizó que se mantendrá a tasas importantísimas, que oscilarían entre el 6 y el 7 por ciento este año, a juicio de varios especialistas.

Más de 47.000 millones de dólares de reservas en el Banco Central -aunque un tercio es deuda- el sostenido incremento de la recaudación y la desaceleración del gasto público parecen ser un cóctel adecuado para soportar las turbulencias que llegan del exterior.

Igual, el interrogante es si le alcanzará al país con esos anticuerpos, o deberá echar mano de medidas adicionales que le permitan garantizar un nivel mínimo de inversiones.

El tema es central para saber qué ocurrirá con la crisis energética, que hizo varias advertencias en lo poco que va del año, y en algunas ciudades del país se nota con más fuerza, como es el caso de la pujante Bahía Blanca, donde las autoridades quieren echar a la distribuidora por deficiencias del servicio.

El problema es que la empresa en cuestión, propiedad del gigante norteamericano AES, se encuentra entre la espada y la pared, porque mientras el consumo energético en esa zona aumentó más del 30 por ciento, las tarifas se mantienen congeladas.

Un panorama similar se vive en casi todo el país, donde la energía se sigue pagando a precios de hace cinco años, con devaluación incluida, pero los costos para producirla se triplicaron.

Es claro que esa ecuación no cierra, por lo que desde el sector empresario se están esperando definiciones de Cristina, que parecen demoradas.

¿Y LA INSEGURIDAD?

El problema del crimen sigue al tope de las preocupaciones de la gente, como lo revela el último sondeo de opinión realizado por la consultora Analogías.

Sin embargo, ni las nuevas autoridades a nivel nacional o provincial han mostrado aún estrategias claras para hacerle frente, y se repiten en la tesis cuestionable de que el crecimiento económico se traducirá en una baja de la criminalidad.

La Justicia, con su lentitud exasperante, constituye una pata clave de los problemas que tiene el Estado para garantizar la seguridad de los ciudadanos.

Y el Parlamento, con su inactividad a prueba de balas, tampoco da en la tecla a la hora de ofrecer soluciones.

Mientras tanto, los delitos son moneda corriente, a pesar de que la mayoría ni siquiera se denuncia, porque mucha gente a la que le roban el celular, una cadena de oro o el reloj en la calle, ni siquiera se molesta en perder tiempo en la comisaría, donde encima suelen aconsejarle que no haga la denuncia, porque representará un dolor de cabeza con citaciones interminables.

La ola de robos en la costa atlántica, donde la policía bonaerense no previó que bandas organizadas se instalarían para "aprovechar" el boom del turismo, son otro síntoma de que algo anda muy mal.

El triste caso del almacenero Vicente Amarilla, a quien habían asaltado 34 veces en su local de Hurlingham y terminaron matando, reveló el lado más triste de la inseguridad, con funcionarios admitiendo, frente a la familia de la víctima y la TV, su impotencia para frenar el delito.

La Argentina podrá crecer a tasas chinas los años que quiera, pero mientras la gente no pueda transitar tranquila por las calles, los padres estén con el corazón en la boca cuando sus hijos salen a bailar o ir a comprar a la medianoche a un kiosco se convierta en una incursión en la selva, el Estado seguirá en deuda.