Noticias actualizadas las 24 horas Información clave para decidir
20 de mayo de 2024
Seguinos en
La pasión genuina, a la que nadie, pero nadie, cuida
Por Adrián Taccone. Los hinchas de Boca pusieron proa a su ilusión con miles de sacrificios. Sin embargo fueron maltratados, no sólo fuera, sino dentro de la cancha, donde el equipo careció de ideas y dejó escapar "La séptima"
5 de noviembre de 2023
"Te das cuenta Benjamín? El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión... De Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión", le dice un extraordinario Guillermo Francella, en la piel de Pablo, a Ricardo Darín (Benjamín), en la película ganadora del Oscar "El Secreto de sus Ojos", de Juan José Campanella, mientras trataban de descifrar el perfil de un asesino prófugo.

Precisamente esa pasión fue la que movió a cientos de miles de hinchas de Boca en pos de un sueño, al que titularon desde hace tiempo: "La Séptima", como si fuera un capítulo de algún libro sagrado que perdurará por los tiempos de los tiempos.

Se endeudaron. Vendieron ahorros. Dejaron atrás historias simples o complicadas, y emprendieron el viaje de sus vidas para alcanzar la mítica ciudad de Río de Janeiro, con sus playas, el sol, el Cristo del Corcovado y su vida "maravilhosa", para poder por fin alzar la Copa Libertadores, que se le venía negando desde hacía 17 años.

Pero nadie se puso a pensar en eso cuando los hinchas, los genuinos, no los "profesionales" de los colores que viajan en aviones de primera y se alojan en hoteles de lujo, fueron atacados por rivales del Fluminense o, cuando la policía carioca -que no tiene miramientos a la hora de tomar decisiones drásticas- detuvo a algunos de ellos.

Esto sucedió en los días y en horas previas al trascendental encuentro que tuvo como escenario el no menos mítico estadio Maracaná, ahí en donde en 1950 un delantero uruguayo llamado Alcides Gighia hizo callar el alma de miles de brasileños, y que Boca quería repetir con el oriental Edinson Cavani como estandarte.

La llegada de los hinchas "xeneizes" al estadio no fue menos caótica que los días anteriores, porque la policía los arrinconó, les cerró el acceso y varios que tenían su entrada comprada en forma legal, debieron irse sin poder acceder a su ubicación.

Adentro sucedió algo más... Porque Boca -el equipo que paró Jorge Almirón en cancha- no logró nunca poder dominar el partido. Fluminense siempre supo qué tenía que hacer, cómo lo tenía que hacer, y el plan funcionó a la perfección.

El "tri", el "Flu", el equipo de la ciudad que nunca había obtenido la Libertadores y había visto cómo su eterno rival Flamengo tenía dos en sus vitrinas, salió decidido a quedarse con el objetivo, sustentado en las experiencias de tipos como Felipe Melo, Marcelo -lloró a mares tras el segundo gol de Kennedy- y el argentino Germán Cano, autor del primer gol.

Boca fue perdiendo, lo empató con el tremendo golazo de Advíncula desde afuera del área, y los cambios de Almirón nunca le dieron el resultado esperado, porque sus hombres lejos estuvieron de poder entrar en partido, y la sensación que flotaba en el ambiente era el "vayamos a los penales".

La carta ganadora de los cariocas estaba en el banco de suplentes. Kennedy, un juvenil con un desparpajo tremendo, entró, hizo algunos firuletes, lo amonestaron, hizo un golazo, y lo expulsaron. Todo en contados minutos.

Boca tenía 15 minutos para empatarlo en dos goles por bando, pero Fabra se hizo echar tontamente, y el tiempo se le fue escurriendo como arena entre los dedos. A esa altura, Almirón ensayó variantes tácticas que parecían manotazos de ahogado.

La gente alentó hasta el final. Hubo llantos, desconsuelo y desesperanza. La pasión fue maltratada antes, durante y en el "mientras tanto". Pero la historia, siempre continúa.