El presidente italiano, Giorgio Napolitano, disolvió este miércoles el Parlamento y abrió el camino hacia las elecciones que se harán dentro de los próximos 70 días, un día después de que los líderes de las dos cámaras del Parlamento le comunicaron que no encontraron consenso para formar gobierno.

El encargado de fijar el día de las elecciones será el mismo Consejo de Ministros del gobierno del renunciante ex primer ministro Romano Prodi, y las fechas que barajan las autoridades rondan entre el 30 de marzo y el 6 o el 13 de abril, siendo este último el día más probable, indicó la agencia de noticias italiana Ansa.

De esta forma, el jefe de Estado le puso fin a los 23 meses de gobierno de centro izquierda, el más corto de la historia democrática de Italia.

El saliente premier renunció hace 13 días, luego de perder mayoría en el Senado y de que esta cámara no aprobara un voto de confianza a su gestión tras la renuncia del ex ministro de Justicia Clemente Mastella acusado de corrupción junto a su mujer.

Luego de dimitir a su cargo, Mastella retirió a su partido -el pequeño UDEUR- del gobierno y se pasó a la oposición, quitando la mayoría a Prodi de la Cámara Alta.

"Lamentablemente tengo que tomar una decisión que llevará de nuevo a los electores a las urnas", dijo Napolitano luego de firmar el decreto que disolvió al actual Parlamento en un comunicado por la televisión local.

El mandatario le había encargado la semana pasada al presidente del Senado, Franco Marini, que busque consenso para la formación de un gobierno de transición que apruebe una nueva ley electoral antes de ir a las urnas.

La nueva enmienda que algunos sectores políticos quieren tratar dejaría sentado un piso mínimo de votos para los partidos que vayan a formar gobierno, y no como la actual, que no establece ningún requisito más que el de estar dentro del Parlamento.

A rasgos generales, los partidos de derecha, con el ex premier Silvio Berlusconi a la cabeza, instaban por el llamado a elecciones, mientras que las facciones de centro y centroizquierda abogaban por una reforma electoral.

Sin embargo, Marini, en su ronda de negociación, se encontró con el escollo de varios pequeños partidos, tanto de conservadores como progresistas, para la aprobación una ley que virtualemente los dejaría fuera de cualquier gabinete.