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23 de abril de 2024
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La anulación del disenso
Columna de opinión publicada por el periodista Carlos Pagni en La Nación
2 de abril de 2008
La idea de que existe un enemigo oculto que quiere destruir a la Nación tuvo varias reencarnaciones a lo largo de la historia argentina. Su atractivo consiste en que, gracias a la denuncia de ese peligro enmascarado, quienes ejercen el poder pueden reclamar para sí la representación absoluta de la sociedad. El gobierno puede presentarse como el pueblo. La parte, como el todo.

Hacía tiempo que esta forma de pensar no adquiría en el país una formulación tan clara como en el discurso que Cristina Kirchner pronunció ayer. Ella expuso, deshaciéndose de los datos y ejemplos que le venían prestando la economía y la botánica, las vigas maestras de su interpretación del conflicto con el campo.

Por eso la de ayer fue la pieza oratoria más lograda de este ciclo de presentaciones. También la más inquietante: acaso nunca antes el oficialismo había aparecido tan apartado de una concepción progresista de la vida pública.

El planteo comenzó con una definición: la concentración en Plaza de Mayo, que estaba ocurriendo, no era un acto en defensa de un gobierno, sino en defensa del país. No era un contracacerolazo organizado por la Casa Rosada para respaldar las retenciones móviles a la exportación de oleaginosas, una movilización para resistir un ataque a la democracia. La tesis se apoyó en una analogía: el 24 de febrero de 1976, un gobierno democrático fue víctima de un lock out patronal igual al que estaría en curso ahora, "por las mismas organizaciones que desabastecen al pueblo".

Una de las desviaciones más lamentables del sistema político argentino es la frecuencia con que sus principales actores reclamaron para sí la representación de toda la sociedad. Hipólito Yrigoyen decía en 1916 que "la UCR es la Nación misma y, por serlo, caben dentro de ella todos los que luchan por elevados ideales". Juan Domingo Perón entendió a su movimiento como la "Comunidad Organizada", de la que sólo "los vendepatria" quedaban excluidos. Raúl Alfonsín, menos pretencioso, quiso encabezar un "Tercer Movimiento Histórico" descendiente de aquellos dos experimentos anteriores.

Sin embargo, donde esta concepción se mostró con más nitidez fue en los gobiernos militares. En aventuras autoritarias como la de 1976, evocada ayer por la Presidenta. Siempre que tomaron el poder, las Fuerzas Armadas, concibiéndose a sí mismas como consustanciales con la Patria, proclamaron que lo hacían en defensa de la democracia, de la Constitución y de un estilo de vida.

La contrapartida de este modo de entender la política es la anulación del disenso y la crítica, la dificultad para el diálogo y el acuerdo. Cualquiera que no esté alineado con el programa oficial merece ser abolido ya que ese programa no es una visión entre otras -convalidada por el voto, claro- sino que se trata de la expresión objetiva del interés nacional. El gobierno termina identificándose con el Estado. Así se habilita, entre otras cosas, que manifestaciones o emprendimientos de facción sean financiados con recursos públicos.

Del mismo modo que el sujeto de este discurso se absolutiza a sí mismo, también absolutiza al otro: lo entiende como un mal absoluto. Este modo de ejercer el poder promovió la censura, el exilio y, en el paroxismo, la supresión física del adversario.

En el mensaje presidencial de ayer aparecieron dos señales técnicas de esta forma de pensar: el menoscabo de los partidos políticos y la impugnación a la prensa.

El "rostro de un pasado al que no queremos volver" se ha modificado: según la señora de Kirchner, "generales multimediáticos", con "lock out de información", conducen el complot contra el sistema.

Un ilustrador insospechable como Hermenegildo Sábat queda transformado, en esta visión, en un mensajero de la mafia. ¿El reemplazo de autoridades en el Comfer será una consecuencia de estas convicciones?

La señora de Kirchner volvió a omitir a los partidos como agentes del juego democrático. Sólo mencionó a las demás fuerzas políticas para reclamar que se "deje de hacer campaña por el propio partido para hacer campaña por el país". La Presidenta no llamó a convencer sino "a vencer a quienes los hombres no pudieron vencer". Como aquél de 1976, el actual es un gobierno democrático conducido por una mujer. Aunque aquí la señora de Kirchner se tomó una licencia y prefirió no compararse con Isabel Perón sino con las Madres de Plaza de Mayo.

La estrategia puede resultar agresiva no sólo a quienes, por pensar distinto sobre una medida tributaria, se ven enfrentados a los valores más elevados de la vida pública. Tal vez ofenda también a las víctimas de la dictadura militar que integran la propia administración Kirchner. Ellas tienen derecho a sentir que el argumento al que se apeló para defender las retenciones banaliza de manera inmerecida su tragedia.

En el mensaje presidencial de ayer aparecieron dos señales técnicas de esta forma de pensar: el menoscabo de los partidos políticos y la impugnación a la prensa.