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28 de marzo de 2024
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Cristina, desafiada por un tiempo político nuevo y desconocido
Columna de opinión publicada por el periodista Eduardo van der Kooy en Clarín
3 de abril de 2008
Otro escenario podrá existir en la nación política como derivación del conflicto entre el Gobierno y el campo. El conflicto dejó atrás su capítulo más traumático cuando las entidades rurales (Sociedad Rural, CRA, Coninagro y FAA) decidieron suspender ayer el paro por 30 días y levantar el bloqueo de las rutas. Esa decisión había sido consensuada entre los manifestantes rasos, incluso cuando todavía sonaba el eco de las palabras duras que Cristina Fernández pronunció en la Plaza.

Los ruralistas comprendieron que el desafío al poder no daba para más por dos razones: los bloqueos persistentes empezaban a torcer la mirada de la opinión pública que convalidó la protesta; el mantenimiento de la pelea podía inducir al Gobierno a tomar alguna medida drástica que detonaría quizás una incierta crisis.

¿En qué podría consistir el nuevo escenario? Néstor Kirchner mandó cuatro años con una oposición débil. Hizo también su parte para debilitarla más. "No puedo ocuparme de armar a la oposición", solía decir, con razón y como excusa. El tiempo de emergencia que le tocó resultó una ayuda para que ningún sector social se atreviera a pulsearlo.

Kirchner ya no está en la Casa Rosada y el agro, después de una decisión oficial sobre retenciones, se animó con Cristina. No se animó, como insiste la Presidenta, por su condición de mujer. Se animó por las polémicas retenciones pero, sobre todo, luego de verificar que Cristina insinuaba un modo de gobierno idéntico al de su antecesor y contrario a las expectativas que había generado en la campaña.

La irrupción del agro en la escena parece exceder, por mucho, el conflicto que azuzó las retenciones. Durante la masiva asamblea campesina de ayer se escucharon discursos en la base y en la cúpula, que hubieran cabido bien en estos días a una oposición que asomó pobre y desconcertada. Mario Llambías, de CRA, propuso una discusión integral sobre el campo que abarque al conjunto de las economías regionales. Pero casi todos los dirigentes plantearon la necesidad de rediscutir el sistema de coparticipación tributaria, nacido en épocas de escasez, retocado durante la emergencia de Eduardo Duhalde y congelado desde que el Estado argentino, a partir del 2003, ingresó en una época de abundancia.

Ese tópico no corresponde, en verdad, sólo a la oposición. Es difícil no encontrar un solo gobernador peronista, kirchnerista o clásico, que no comparta aquella visión de los ruralistas. Pocos, por razones de temor político, se han atrevido a hablarlo con Kirchner. Aunque, en medio del conflicto, uno rompió el fuego: el mandatario de Chubut, Mario Das Neves, discutió muy duro con el ex presidente en sus oficinas de Puerto Madero por la discrecionalidad del Gobierno central con el interior. Después de esa discusión, Das Neves asistió al acto en la Plaza al cual había prometido no ir. Fue un gesto de condescendencia con el matrimonio Kirchner, pero no un arriamiento de sus banderas.

Aquella discrecionalidad planteada por Da Neves no se limita al plano de las arcas nacionales y las decisiones económicas. Apunta además a la urgencia de una apertura política, a la necesidad de que el poder abra sus oídos, circunscripto ahora al de tres o cuatro personas. ¿Está el poder preparado para eso? No hay señales de que, en efecto, lo esté. Por la concepción política aún inalterada del matrimonio Kirchner y por la lógica que utilizaron para armar el Gabinete. El equipo de Gobierno huele a viejo y asoma ya desgastado, en especial, por el conflicto con el campo, aunque la formalidad indique que lleva poco más de cien días de gestión.

Los desacoples entre Martín Lousteau, el ministro de Economía, y Guillermo Moreno, el secretario de Comercio, son más que desacoples. Discutieron ásperamente en el palco de la Plaza por la decisión de Moreno de cerrar de nuevo las exportaciones de carne. Javier de Urquiza es un secretario de Agricultura vacío de representatividad. Nombres más, nombres menos, lo que empieza a fallar es el corazón del sistema: Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, no puede ser para siempre el punto de convergencia de todos los debates y todas las decisiones oficiales. La realidad lo supera y su cuerpo siente el castigo.

El Gobierno -en realidad toda la dirigencia- podría tomar nota de las múltiples lecciones dejadas por el conflicto. La primera está a la vista y en ella podría reparar Cristina: ha dejado de existir en la Argentina un solo y omnipresente poder.