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20 de abril de 2024
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Estreno de la semana: no habrá ninguno igual
Indiana Jones, el personaje que revolucionó el cine de aventuras de la mano de Spielberg y Lucas, vuelve a la pantalla, con viejas mañas y el carisma de siempre
20 de mayo de 2008
Por Sebastián Martínez

Resulta muy difícil hablar mal de aquello que se ha ganado a pulso la sacralidad en el imaginario de una generación. Quienes han nacido entre mediados de los 60 y mediados de los 70 pueden ser escépticos, cínicos, pasatistas o consumistas, pero en algún lugar recóndito y sólido de su ser hay una figura que permanecerá incólumne: Indiana Jones.

Indiana Jones es mucho más que el protagonista de una saga cinematográfica que, ahora, imprevista y tardíamente, alcanza su cuarto capítulo. Indiana Jones es, antes que nada, un símbolo, un icono, una referencia marcada con hierro caliente sobre la formación de toda una camada de fanáticos.

Para que quede claro: no se metan con Indiana Jones. Porque aquel que lo haga estará intentando horadar una de los pocos pilares nobles en los que se apoya la formación moral de quienes hoy tienen entre 30 y 40 años. Y estarán atacando a una de las obras maestras del cine de aventuras de todos los tiempos, que supo reformular y mejorar las historias de James Bond y dejó una parva de herederos que van desde “La búsqueda del tesoro perdido” hasta “La momia”, pasando por incontables ejemplos.

Se podrían escribir enciclopedias enteras sobre esta creación de George Lucas y Steven Spielberg, que llevó a Harrison Ford a la indudable inmortalidad. Sin embargo, intentaremos limitarnos a “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”, el nuevo capítulo de esta historia, que tiene como ilustres predecesoras a la insuperable “Los cazadores del arca perdida” (1981), la más efectista “Indiana Jones y el templo de la perdición” (1984) y la deliciosa “Indiana Jones y la última cruzada” (1989).

Esta nueva aventura sitúa al arqueólogo más famoso de Hollywood en 1957, al ritmo de Elvis Presley y su pegadizo “Hound Dog”. Pero la ubicación temporal de “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” nos dice algo más sobre su trama. Los enemigos de Harrison Ford ya no serán, como hasta ahora, los emisarios del régimen nazi, sino los ambiciosos soviéticos, en el inicio de la Guerra Fría.

Si en la primera aparición de Indiana Jones el argumento giraba en torno al Arca de la Alianza y en el anterior capítulo la atención se desplazaba al Santo Grial, ahora la carrera entre Indiana Jones y los rusos comandados por la científica Irina Spalko (una morocha Cate Blanchett) será una misteriosa calavera de cristal, a la que se le adjudican poderes paranormales.

La endemoniada sucesión de aventuras y persecuciones llevará a Indiana Jones hasta el Amazonas peruano, pero también le servirá a Spielberg para jugar con algunas de sus habituales obsesiones: la Guerra Fría, la “caza de brujas” anticomunista en los Estados Unidos, los vínculos entre padres e hijos, la lealtad, el valor del conocimiento, las especulaciones sobre la vida extraterrestre y un largo etcétera.

Hecha a la manera de la “vieja escuela”, este filme entretiene del mejor modo posible echando mano a mínimos recursos de efectos especiales y poniendo el acento en el guión, el ritmo y la solvencia de Ford, Blanchett, Karen Allen (que vuelve a la saga 27 años después), el veterano John Hurt (siempre al borde de la demencia) y el joven Shia LaBeouf (con un impagable homenaje a Marlon Brando).

¿Qué defectos se le pueden achacar a “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”? Los mismos que a las demás películas de la saga. Cierta exageración acrobática en las escenas de acción, algún giro excesivamente fantástico en la trama y no mucho más. Casi nada al lado de la potencia de un clásico que se impone a fuerza de trabajo, carisma y talento. Ha vuelto Indiana Jones. Y resulta muy difícil hablar mal de él.