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28 de marzo de 2024
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La mística copera de Boca escribe un nuevo capítulo
Desde el 2000 Boca escribió páginas de gloria en la Copa Libertadores. Cuando lo dan por “muerto” logra resultados increíbles. Esta es la historia de esas hazañas
21 de mayo de 2008
Roberto Aguirre Blanco

Desde el 2000, Boca no deja de sorprender en cada edición de la Copa Libertadores que disputa, al revertir malos resultados y convertir seguras eliminaciones en clasificaciones heroicas: muchas veces con suficiencia y holgura.

El triunfo ante Atlas por 3 a 0 en México, un escenario donde habitualmente el equipo “xeneize” no se lleva buenos resultados, demostró una vez la gran categoría del actual campeón de América, y de una mística que en cada año se engrandece mucho más.

Los ejemplos sobran para relatar las noches gloriosas de copa de Boca que tuvo como primer recuerdo el partido de vuelta de semifinales de 2000 cuando tras ganar con comodidad en el partido de ida a América de México 4 a 1, caía sin atenuantes en la revancha 3 a 0.

Pero, a un minuto del final, Walter Samuel descontó con un cabezazo. Ese gol le permitió acceder a la final al club de la Ribera que en esa instancia empató ante Palmeiras 2 a 2, en la Bombonera y pareció dejar allí sus chances de ser campeón.

Una semana después rescató un empate heroico en el gigante de Morumbí en San Pablo 0 a 0 y llegó la definición a los penales donde logró el esperado trofeo tras vencer 4 a 2 en esa instancia.

Un año después, ante el mismo rival calcó la historia vivida. Empató en su casa 2 a 2 con los brasileños y de visitante repitieron el resultado de la ida del choques de semifinales, y en los penales se llevaron el pasaporte a la final al ganar 3 a 1.

Todo parecía que en 2003, el equipo que volvía a dirigir Carlos Bianchi se quedaba en los octavos de final del torneo tras caer de local ante los brasileños de Paysandú que se llevaron del mítico estadio argentino un triunfo impensado 1 a 0.

En al vuelta, Boca sacó a relucir su chapa de equipo ganador y logró una victoria épica 4 a 2 en una noche inolvidable de Guillermo Barros Schelotto.

La serie de semifinales de 2004 ante River fueron choques a “ganar o morir” con el eterno rival: en la Bombonera, Boca ganó 1 a 0 y en el Monumental, en los choques sin hinchadas visitantes, logró un empate parcial 1 a 1 cerca del final, pero sufrió la expulsión de Carlos Tévez y River logró el 2 a 1.

De allí llegó la definición de penales y Boca fue nuevamente grande al liquidar la serie ante los “millonarios”, 5 a 4.

Para alcanzar la sexta Copa Libertadores de su historia debió pasar por dos momentos bisagras: primero en cuartos de final con Libertad de Paraguay que se llevó un valioso empate de la cancha de Boca y se sentía clasificado. Sin embargo, en la revancha, el equipo de Juan Román Riquelme ganó con autoridad 2 a 0.

La etapa siguiente, los “xeneizes” no pudieron con Deportivo Cucuta en la altura de Ecuador y perdieron 3 a 1. Parecía categórico y definitivo, pero no fue así. En otra noche de mística copera, en la neblina porteña, Boca ganó 3 a 0 y llegó una vez más a la final.

En pleno debate si un equipo pone más que otro en circunstancias límites, Boca escribe una historia propia y muy identificada con el sentimiento de defender su participación en la Copa libertadores con “uñas, convicción y dientes”.

Para que la mística de transpire y se herede a nueva generaciones hace falta interpretes históricos y en estas secuencias que se narraron los nombres de, Martín Palermo, Sebastián Battaglia, Juan Román Riquelme y Hugo Ibarra son columna vertebral de la bandera de "no anunciar al muerte de nadie antes de tiempo".