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Llegó la hora de que Argentina debata la pena de muerte
El brutal ataque sufrido por la pequeña Rocío demuestra que algunas personas no merecen vivir. La entereza de una niña que es ejemplo nacional
21 de junio de 2008
Por José Calero

El brutal ataque sufrido por la pequeña Rocío en Coronel Dorrego, quien fue atropellada, violada y prendida fuego por su agresor, es un nuevo argumento que refleja la necesidad de que en la Argentina se debata la aplicación de la pena de muerte.

"Si le da impresión no me mire, pero lléveme con mi papá", dijo la nena violada a la primera persona que encontró, en una declaración que hace estallar en lágrimas.

Marcelo Schechtel, la bestia de 27 años que la atacó, no tiene derecho a seguir con vida, y la Justicia debería tener herramientas a su alcance para hacer "justicia" en serio y borrarlo de la faz de la Tierra.

Se comprobó que el violador ya había cometido delitos similares, que actuó con premeditación y que además se había rasurado los genitales con la expectativa de poder limpiar mejor cualquier rastro del gravísimo delito que había cometido.

La pequeña permanece internada en el sector de terapia intensiva del hospital Nacional de Pediatría Juan Garrahan, debido a las graves heridas sufridas, y su futuro es incierto.

El agresor, en tanto, seguramente será juzgado y recibirá una sentencia larga. Pero en algunos años, por su "buena conducta" en la cárcel, su condena empezará a achicarse, tal vez adhiera a alguna de las religiones por las que suelen inclinarse los delincuentes y luego algún juez benévolo, en cinco, diez o quince años, decidirá que es hora de que esa bestia vuelva a circular entre la gente.

Para esa altura, es incierto si Rocío vivirá o no, y qué futuro le espera.