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18 de abril de 2024
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Tragedia aérea: "Mi amor, se averió el avión y no me dejan bajar"
El SMS lo envió un hombre al celular de su esposa. La máquina había abortado la partida por problemas técnicos. El piloto avisó que estaba mal la turbina
21 de agosto de 2008
La tragedia del avión de Spanair en Madrid dejó su estela de horror.

"¡Papá!, ¡Papá!, ¿Dónde estas? ¡Papá!, ¡Papá! ¿Cuándo se termina la película?" En medio de una asfixiante humareda y el calor lacerante del incendio del avión que se estrelló ayer en el madrileño aeropuerto de Barajas, el bombero Francisco Martínez escuchó, casi con incredulidad, este llamado desgarrador de una criatura entre los restos calcinados.

"Me preguntó si todo lo que pasaba era de verdad y dónde estaba su padre", relató con la voz quebrada por la emoción.

Martínez también relató que un compañero trató de auxiliar a una mujer con grandes quemaduras atrapada en su asiento. "¡No, no! ¡Salva primero a mi hija!", le rogó la madre, Amalia Filloy, que protegía con sus brazos a la pequeña María.

El bombero rescató a la pequeña y cuando volvió la señora ya había muerto junto con su otra hija de catorce años. Pudo salvar al esposo y padre de María, José Alonso. Ambos se recuperan en el hospital y sus vidas están fuera de peligro. Los bomberos quisieron visitarlos, pero no los dejaron.

En el estrago perecieron 153 personas, 19 quedaron heridas, algunas en estado tan grave que se teme por sus vidas.

El avión de la compañía Spanair que debía volar a Gran Canaria se desplazó a gran velocidad por una pista, el motor izquierdo se incendió, ascendió unos cincuenta metros y se estrelló en medio de altos pastizales, una arboleda y un arroyo.

Cargado completamente de combustible, los tanques estallaron provocando un extenso incendio que dificultó al máximo las tareas de rescate.

Otros testimonios apuntan directamente al centro de la polémica sobre las causas del accidente. El avión abortó un primer despegue, previsto para las 13, volvió a la Terminal Dos para una reparación de emergencia y regresó a pista casi una hora después. Esa demora inquietó y asustó a los pasajeros.

"Mi amor, te quiero, pero el avión está averiado. He pedido que me cambien de vuelo, pero estamos esperando", decía el mensaje del padre de Donovan Rubén Santana que recibió su madre un largo rato antes del accidente que acabaría matándolo.

"Ella le pidió que abandonara el avión --contó el joven-- y contestó que lo había intentado hacia pocos minutos y no se lo habían permitido", "No me dejan bajar del avión", escribió.

"Después dijo que fallaba un motor de la izquierda, que es lo que decía el piloto, y que éste no quería despegar. Mi padre falleció y reconocimos su cuerpo porque no estaba desfigurado", agregó. Ligia Palomino, una médica colombiana, estaba entre los pasajeros junto con su esposo, José, y su cuñada, Gema. Iban a Canarias a festejar el domingo su cumpleaños 42. "Teníamos que salir a las 13.20, pero el comandante dijo que había un problema técnico. Cuando después despegó me asusté, porque escuché ruidos extraños y me agarré al brazo de José."

Cuando se estrelló el avión salió despedida después de escuchar "un ruido horrible y gritos de "¡me ahogo, me ahogo!", según relató a una radio española. "Quedé inconsciente hasta que me despertó un gran estruendo cuando estallaron los tanques de combustible. Vi una persona muy quemada a mi lado y creí que era mi marido. '¡José, José!', le grité, desesperada. No podía casi moverme, pero observé que llevaba un reloj desconocido. Después comprobé que no era mi esposo y que estaba muerto."

"El incendio era muy grande, no me dejaba respirar y me cegaba. Vi muchos cuerpos quemados, pedazos de hierro retorcido humeantes, gente que pedía ayuda, entre ellos una niña", evocó. La médica intentó ayudar, pero se desplomó. Tenía la pierna derecha rota. "Escuché sirenas de ambulancias y vi unos socorristas que se acercaban corriendo. Grité, se acercaron, ¡y vi que eran mis compañeros del Samur (servicio de emergencias). Se pusieron a llorar." En el hospital le informaron que José está herido pero se salvó. Su cuñada Gema está entre los que perecieron.

Un madrileño de 30 años, Rafael Vidal, también contó que salió despedido pegado a su asiento y que escuchaba gritos de "¡me ahogo, me ahogo". Una mujer canaria de 33 años contó que escuchó "una explosión" y apareció "en un riachuelo, sentada en su siento y con el cinturón puesto. Había un gran incendio y el calor era terrible".

Un nene colombiano de ocho años está en el hospital, juega y quiere ver a sus padres, el también colombiano Alfredo Acosta Sierra, que está entre los fallecidos, y Gregoria Mendiola, una española que sufrió espantosas quemaduras y está en coma. "Quería comer, pero tienen que alimentarlo por vía intravenosa. Tiene buen humor, quiere que le demos juguetes y nos pide que lo llevemos a la piscina", cuenta el embajador colombiano, Carlos Rodado Noriega.