Noticias actualizadas las 24 horas Información clave para decidir
23 de abril de 2024
Seguinos en
Las víctimas del triple crimen creían ir a una fiesta
El día que desaparecieron fueron citados para cerrar un trato y después festejarlo en una quinta. Se dieron cuenta de que era una trampa recién cuando llegaron
31 de agosto de 2008
Sebastián Forza se levantó en Pilar ese jueves 7 de agosto, desayunó en el bar Open del Complejo Concord -donde tenía una oficina que a veces usaba como departamento de soltero- y salió, justamente, hacia Liniers, explica el diario Clarín en su edición dominical.

Tenía seis coches de lujo. Pero eligió uno discreto: su Peugeot 206. Llegó en poco más de 25 minutos de viaje por Panamericana y General Paz. Buscó la parrilla "Lisandro" -a pocas cuadras de San Cayetano, del otro lado de la vía- y entró. Lo esperaban.

En una mesa estaba Leonardo Bina, un hombre de buen físico con el que solían compartir horas de entrenamiento en el gimnasio del barrio. Un par de horas antes, Bina había desayunado con su hija y luego se la había llevado a la madre. Tenía pensado ir durante el día a comprarse ropa para una fiesta de 15 y hasta le había ofrecido a su mamá llevarla a hacer un trámite. "Gracias, ya pedí un remís", le contestó ella.

Ya eran algo más de las 12. Forza y Bina tomaron algo y salieron un largo rato después, para encontrarse en la vereda con una mujer que aún no pudo ser identificada por los investigadores. Hablaron con ella y se alejaron caminando. Nadie vio exactamente dónde fueron, pero por indicios posteriores se sabe que subieron a un auto (¿el Peugeot?) para enfilar otra vez hacia la General Paz y subir a la autopista. Tomaron hacia el Centro, cruzaron la 9 de Julio y siguieron por el ramal a La Plata. Pasaron el peaje de Dock Sud y buscaron la segunda salida, hacia el centro de compras Wal Mart de Sarandí.

Allí, en el patio de comidas, los esperaban tres personas: los testigos los describieron como "un hombre gordo, uno flaco y una mujer" (¿la misma de Liniers?), que aún no fueron identificadas. También se les sumó allí Damián Ferrón, que había llegado en su camioneta Suzuki Vitara.

Ferrón, socio del ex policía José Luis Salerno en una droguería, había empezado su mañana mirando el partido de la Selección Argentina en los Juegos Olímpicos. A las 11 había dejado su departamento de Lugano -se cruzó con el encargado- y había arrancado para la zona sur del conurbano. A las 12.30 habló con su hermano Diego: "Tengo una reunión en Quilmes y estoy por esta zona", le dijo. De allí se fue al Wal Mart.

El grupo apuró los cafés y salió. Sólo tres de sus integrantes sabían verdaderamente hacia dónde iban; Forza, Bina y Ferrón, en cambio, estaban convencidos de que irían a una fiesta. Que iban a cerrar un negocio y después festejarían. La cita era en una quinta del conurbano. Y hasta allí fueron por propia voluntad. Entusiasmados. No hubo secuestro sino emboscada. Ni en sus peores sueños imaginaron que viajaban hacia la muerte.

Así se puso en marcha el engranaje que terminaría con sus cuerpos en un zanjón de General Rodríguez, según manejan por estas horas los principales referentes de la investigación. "No es que los secuestraron en Capital o en Provincia. Fueron adonde los habían citado para festejar que entraban al mundo de la plata grande", contaron a Clarín las fuentes del caso.

Hasta la quinta, ubicada presumiblemente en el segundo cordón del conurbano oeste, viajaron en dos vehículos. Uno era la Suzuki Vitara de Ferrón. Sebastián Forza iba con él (allí quedó su pistola). Bina pudo ir con ellos o en el otro auto. Casi con seguridad pasaron por los peajes de Dock Sud, de la autopista 25 de Mayo y de la autopista del Oeste. Los investigadores están revisando, minuto a minuto, las grabaciones de esos peajes. En el Wal Mart de Sarandí hay cámaras de seguridad, pero las imágenes no quedan grabadas.

¿Qué pasó después? A las 14.30, un empleado del ex policía Salerno llamó a Ferrón para preguntarle "cómo andaban las cosas". Dijo que lo hizo por rutina, sin saber qué "cosas" estaban en marcha, pero su testimonio dejó dudas.

Al rato, el grupo llegó a la quinta, que aún no fue ubicada. "Puede ser en General Rodríguez, en Marcos Paz o en Francisco Alvarez, por la zona donde se registró la señal del celular de Ferrón por última vez, el jueves a la tarde".

Allí, les hicieron saber rápidamente que no habría fiesta. Los amenazaron y los maniataron. Quedaron prisioneros algunas horas. Tal vez hasta la noche del viernes. Y los mataron allí mismo.

"Por la forma en que estaban en el zanjón de la ruta 6, los cadáveres fueron acomodados. Estamos casi seguros de que los llevaron allí para tirarlos. No hubo crimen en ese sitio: ya estaban muertos", contaron las fuentes.

Los cuerpos, juntos, acribillados en un zanjón, no fueron el primer mensaje que dejaron los asesinos. Antes habían llevado la Suzuki de Ferrón hasta la Capital. ¿Cómo hicieron para incendiarla sin que ningún vecino los viera junto al vehículo cuando comenzó a arder? Los investigadores que siguen esa parte del caso lo cuentan así: "La trajeron desde el conurbano con los asientos delanteros empapados en combustible. Los inundaron como si fuesen una esponja. El conductor la estacionó en la calle Galicia, bajó y se fue, pero dejó la ventanilla baja. Un rato después, cuando ya era de noche y vieron que no pasaba nada, pasaron con otro coche y le tiraron un bollo de papel encendido adentro. Por eso algunos vecinos que ven las llamas no ven a nadie salir corriendo". La explicación es absolutamente verosímil.

Es difícil entender por qué llevaron la camioneta a Flores en lugar de tirarla en cualquier descampado de los que abundan en el conurbano. ¿Fue un mensaje para Ariel Vilán, otro socio de Forza cuya droguería (Unifarma) queda a sólo ocho cuadras de ese lugar? Si fue así, lo recibió: Vilán saltó desde el 9 piso del edificio donde vive su madre, en Boedo, apenas unos días después. Tras su muerte, alguien tiró una bolsa con chequeras en el mismo barrio: quisieron mostrar que Vilán había extendido cheques a nombre de Forza.

El Peugeot de Forza apareció en la calle Solís de Constitución. Es más difícil explicar eso. Pudo ser que Forza lo dejara en Sarandí porque viajaría con Ferrón hacia el oeste y que los asesinos lo "metieran" a la Capital para reforzar el mensaje de la Suzuki. Salvo por la zona de Puerto Madero -donde hay mucha vigilancia de Prefectura-, Constitución es el primer barrio donde se puede bajar de la autopista viniendo de Sarandí. No hubo fuego en este caso. Sólo llaves puestas. Y ninguna huella. Ni siquiera en el volante.

"Lo más extraño es que los testigos dicen haberlo visto estacionado allí desde el mismo jueves a la mañana. O se confunden, o nos falta una pieza en el rompecabezas", dijeron las fuentes a Clarín. "Otra cosa rara es que quien lo encontró no fue la Policía, sino Solange, la esposa de Forza". La mujer también fue la primera en ir a la parrilla "Lisandro" a averiguar por su marido. ¿Sabe más de lo que dice?

Aún antes del hallazgo de los cuerpos, ocurrido el miércoles 13, los investigadores ya estaban convencidos de que el tema de fondo era la efedrina. Y la pista más firme apunta a negocios de Forza y sus amigos con narcos mexicanos.

Sin embargo, no son mexicanos los principales sospechosos de ordenar y consumar el crimen. Los investigadores están convencidos de que los asesinatos fueron el resultado de una disputa entre argentinos por el negocio de proveerles a los mexicanos. "Alguien invitó a Forza al negocio, y él después metió a su gente y quiso agarrar todo. Así terminó", aseguran.