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29 de marzo de 2024
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El "efecto jazz" hace bailar al Gobierno
Por Joaquín Morales Solá para LA NACION
8 de octubre de 2008
El "efecto jazz" está haciendo bailar a la Presidenta, a su gobierno y a los argentinos en general. Pocas veces hubo una ironía que rebotara tan pronto contra su autor, autora en este caso, aunque ella no haya abandonado el púlpito todavía.

Hasta hace 15 días, cuando Cristina Kirch- ner lanzó esa desdichada metáfora en Nueva York, el kirchnerismo sólo se ocupaba de pobres cuestiones electorales. Pobres al extremo de divagar sobre las futuras autoridades del PJ bonaerense y no sólo sobre las candidaturas legislativas de 2009.

Dicen que aquella definición de la crisis internacional por parte de la Presidenta surgió de una conversación de café, en Nueva York, con su esposo y algunos miembros de la comitiva. Hubo cierto regodeo, aseguran, en el análisis de una crisis que ellos consideraban encerrada en la primera economía del mundo. La anécdota describe con precisión los prejuicios ideológicos de los gobernantes argentinos frente a los Estados Unidos. Con todo, hay una conclusión más grave aún: retrata también la incapacidad argentina para entender un mundo globalizado. ¿Es posible una enorme crisis financiera en Wall Street sin contagiar hasta el último rincón del planeta? Imposible.

El precio de la soja, por ejemplo, está en el piso de la previsión presupuestaria. Las retenciones a las exportaciones de petróleo son móviles y han caído abruptamente en los últimos días. El valor de los alimentos seguirá también una curva descendente. Si la crisis internacional no toca fondo rápidamente, gobiernos y legisladores argentinos habrán estado peleando por un presupuesto que arderá en el fuego del colapso financiero.

A pesar de todo, eran mejores los tiempos del conflicto con el campo. Ese fue un enredo puramente político, pero dentro de un mundo que todavía compraba ansiosamente, y a buenos precios, todo lo que la Argentina produce. Fue, eso sí, una lamentable pérdida de tiempo y de dinero. Los alimentos que no se exportaron entonces, ya sea por la huelga campesina o por las prohibiciones oficiales, hoy cuestan mucho menos. El campo argentino también baila al ritmo del jazz y, como en el caso de la inicial crisis norteamericana, no dejará indemne al gobierno de Cristina Kirchner.

Los Kirchner se notificaron de que estaban bailando otra música cuando la bolsa de Buenos Aires cayó tanto como Wall Street y cuando el dólar se disparó a pesar de que se colocaron 40 millones de dólares en el mercado. En rigor, una especie de pánico se apoderó de los dirigentes oficiales argentinos cuando vieron caer a Europa en la sima de la crisis y cuando Brasil sufrió una importante salida de capitales y devaluó su moneda.

En una reunión de emergencia de ayer, el jefe de Gabinete, Sergio Massa, se mostró sorprendido por el sesgo dramático que usó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, para convocar a una cumbre imprevista de las cuatro principales economías europeas.

El exiguo análisis argentino había señalado, antes de que se contagiaran Europa y Brasil, que la Argentina no está demasiado vinculada a la economía norteamericana. En efecto, sus exportaciones a los Estados Unidos no son importantes ni recibe de manera significativa remesas de argentinos que viven allí. No es, por ejemplo, el caso de México, cuyo principal socio comercial es, por lejos, su vecino del Norte. Los mexicanos residentes en los Estados Unidos envían, además, muchos millones de dólares a sus familiares que viven en el país de origen.

El "efecto jazz" comenzó a cambiar de sinfonía para la Argentina cuando tambaleó Europa, un destinatario importante de sus exportaciones, y más aún cuando trastabilló Brasil, su principal socio comercial. Un informe reservado adelantó al gobierno argentino que China podría crecer el año próximo al 7 por ciento, frente a un crecimiento del 11 por ciento en 2007. Estaríamos ante una notable desaceleración. China y la India son los grandes motores del consumo de alimentos y del aumento de los precios.

El penacho del poder había recibido con antelación varios informes que lo alertaron sobre la necesidad de tomar en serio lo que sólo merecía ironías. Ironías que ni siquiera fueron certeras, porque los efectos "tequila", "arroz" o "caipirinha", mencionados por Cristina Kirchner, fueron denominaciones creadas y usadas por la prensa o por los propios mercados, pero nunca por los gobiernos. De todos modos, ningún papel de alarma tuvo relevancia para los principales gobernantes argentinos hasta los últimos días.

Un sector del Gobierno está ahora promoviendo que la administración se "siente sobre la plata", es decir, sobre el gasto público. Las respuestas del matrimonio presidencial no han sido muy alentadoras al respecto. "El año próximo será un año electoral y el gasto será necesario", argumentaron muy cerca de los Kirchner. Ellos han mostrado desesperación en horas recientes para saber cómo y cuándo terminará la crisis. No hay respuestas.

Otra vertiente le planteó al matrimonio que debían desalentarse los aumentos salariales no previstos. "No habrá aumentos de esa naturaleza", respondieron los que oyen al matrimonio. Adiós, entonces, a los 500 pesos adicionales o al aguinaldo doble. Todo es relativo: los gremios son los únicos que tienen capacidad para hacer retroceder a los Kirchner sin crear un largo conflicto como el del campo. Ese mismo sector oficial está reclamando aumentos salariales para el año próximo por debajo de los aumentos del año en curso.

La Argentina necesita, además, de un ministro de Economía que sea confiable para la sociedad. Al país le pasa lo que al mundo: carece de liderazgos políticos, económicos y conceptuales capaces de provocar confianza en la gente común. El sistema que reconoce a Néstor Kirchner como jefe de facto de un equipo económico integrado por Julio De Vido, Guillermo Moreno y Carlos Fernández parece haberse agotado. La magnitud de la crisis internacional y sus seguras repercusiones en el país están necesitando algo más que lo que aporta esa cuadrilla. El jazz es una música que no la baila cualquiera.