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20 de abril de 2024
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Juguetes eróticos, la nueva vedette en las casas de diseño
Es una tendencia que encontró su lugar en los circuitos comerciales de la Ciudad. Dónde, cómo y porqué se venden sin preconceptos. Opinión de vendedores y compradores
1 de diciembre de 2008
Los juguetes sexuales parecen inmunes a la retracción del consumo, y los compran mujeres de clase media y alta, sin distinción de edad. Objetos de deseo, su ingenioso diseño les permite camuflarse como ornatos en bañaderas o mesas de luz. El propósito, justamente, es no esconderlos, sino legitimarlos como enseres lúdicos de uso cotidiano.

"El target es amplio: lo compran mujeres de 20 a 60 años, pero también los eligen juntas las parejas", comenta Ariel Tenaglia en Tienda Palacio, un espacio en la calle Honduras donde los juguetes eróticos se exhiben junto a artículos de uso cotidiano como vajilla, portarretratos y mobiliario de alto diseño, al diario La Nación.

Desde la irrupción en la TV de la serie Sex and the City y de la pedagogía sexual de Alessandra Rampolla, muchos tabúes y pudores parecieran haberse desvanecido.

Ana Ottone, una emprendedora de 33 años, olfateó esa "apertura" y en 2006 creó la marca Sophie Jones . Importa los juguetes de Alemania y Estados Unidos; comenzó vendiéndolos por Internet y en cónclaves privados bautizados tupper sex. El boca a boca hizo el resto: el circuito comercial los legitimó y hoy se venden sin preconceptos.

"Me compré el primero en una reunión tupper sex y me animé porque mis amigas también se compraron el suyo. Pero el segundo lo elegí a la vista de todos en un negocio", contó Marta, casada, de 48 años.

Ottone comercializa unos 250 de estos juguetes por mes, incluidos "el caño" portátil y extensible de acero ($ 300) y otros mucho más tecnológicos, que vibran al son de las melodías de los iPods.

"El otro día me encontré con el novio de mi ex mujer", le confió sorprendido a un amigo un hombre separado, de 50 años, cuando descubrió en su antiguo hogar el juguete sexual de su ex esposa. Atónito, al principio le pareció "triste el consuelo" de la madre de sus hijos. Luego lo aceptó a regañadientes.

Al analizar el predicamento que estos objetos tienen entre las mujeres, el psiquiatra Harry Campos Cervera, de la Fundación Favaloro, afirmó: "El auge de estos juguetes no refleja una mayor liberación femenina, sino un incremento del aislamiento y de la pobreza en el vínculo sexual genuino". Emergentes de la problemática cultural del siglo XXI, "sirven para la satisfacción en soledad, porque lo que hoy predomina es un déficit del otro, del partner como contacto emotivo. Este escenario no es ni bueno ni malo, sino incierto. Tenemos nuevas herramientas de satisfacción, pero que nada aportan a las necesarias experiencias vivenciales", reflexiona.

Su colega Ana Krieger es autora del libro Las nuevas costumbres sexuales de los argentinos , en el cual adelanta que la juventud hoy tiende hacia la bisexualidad. Allí sostiene que "hoy hay una pulsión voraz por el consumo de objetos y también de sujetos como si fueran objetos. Lo nuevo no son estos juguetes, sino la relación que el sujeto contemporáneo establece con ellos. Así, lo sexual ingresa en el hogar por el menú del delivery virtual, en una época donde se impone una sexualidad mucho más autoerótica, con la resignación de no poder vivir el deseo con otra persona".

Para el psicoanalista Andrés Rascovsky, "es el mercado el que asume el rol de ofrecerle un compañero a la mujer sola, como remedio personal", aunque advierte: "El hombre usa estos fetiches como una prótesis para sus propias claudicaciones o insuficiencias". Y alerta sobre ciertas paradojas: "Estos objetos funcionan también, en algún punto, como un atajo o una renuncia a un encuentro mucho más verdadero".