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25 de abril de 2024
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50 años de la Revolución Cubana: los desafíos
La pobreza y los escollos para reconvertirse aparecen como los principales desafíos para el gobierno ahora liderado por Raúl Castro, pero donde Fidel sigue tallando
28 de diciembre de 2008
El primero de enero de 1959 Fidel Castro ingresó a Santiago de Cuba poniendo fin a la dictadura de Fulgencio Batista y dando pie al régimen comunista más prolongado de Latinoamérica.

Fue el fruto de la conjunción de varias fuerzas insurgentes, entre las que predominaba ampliamente el Ejército Rebelde, brazo armado del Movimiento 26 de Julio comandado por Castro.

Pero también fue posible por el hartazgo del pueblo cubano por las desigualdades y abusos cometidos por Batista y su banda, apoyados por los Estados Unidos.

La Revolución Cubana no supo reconvertir la economía de tal forma de permitir llevar un mejo estandar de vida a su pueblo, en gran parte por el fenomenal bloque impuesto por los Estados Unidos, pero también por la falta de flexibilidad y reflejos de su dirigencia.

Ahora, con Raúl Castro en el poder por la precaria salud de Fidel, se está incubando un cambio que, curiosamente, está movido por los mismos dirigentes que hicieron aquel salto hace 50 años.

La llegada de Barack Obama al poder en los Estados Unidos abre un interrogante sobre la posibilidad de retomar algún camino de diálogo con Cuba.

El pragmatismo mostrado por el régimen comunista chino, que amaga convertir a ese país en potencia mundial, es otro de los norte en los que se está mirando Cuba.

Raúl Castro planteó en 2007, cuando ya estaba interinamente a cargo del poder que "Cuba no tiene mayor desafío que el combate por la eficiencia del sistema económico: habrá que introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios".

Esas frases fueron llaves de enormes portales y apuntaron a un giro a favor del estímulo material en lugar del moral que rigió los comienzos de la revolución.

De ahí que quizá fuera de los cambios más mediáticos como el acceso a teléfonos celulares, compras de televisores, motonetas, hornos a microondas y otros equipos electrónicos, el más relevante sea la adquisición sin restricciones de herramientas de agricultura.

El gesto de liberar este año a siete disidentes fue una señal adicional sobre lo que podría ocurrir más temprano que tarde con el resto de los más de 200 que purgan condenas en cárceles cubanas.

Además Cuba sin bloqueo es un gigantesco negocio para el turismo en EE.UU., sobre todo el de la tercera edad.

El desafío para esta dirección es realizar esa transformación sin perder el control ni resignar los símbolos revolucionarios, un tema que está en el centro de la sorda disputa en la isla entre los llamados "inmovilistas" y los "renovadores".

Los primeros admiten su preocupación porque, por ejemplo, si se entregan tierras en mayor cantidad de lo que se hace desde la reforma de la década de los '90, habrá un empleador y tendrán contratados que cobrarán un sueldo.

"Ahí está la cuestión de la plusvalía que no se resuelve", le dijo a Clarín un alto dirigente de la Revolución explicando en qué andan los más duros.

El Ministerio de Defensa que aún dirige Raúl Castro gestiona 844 empresas que generan 64% de las divisas del país y explican 60% de su PBI. En esas firmas, el Presidente vincula el estimulo salarial con los resultados.

La consecuencia ha sido que sólo 7 por ciento de sus empresas registraron pérdidas en 2005/2006 frente al 38 por ciento del total de las compañías naciones que acabaron en rojo.

Algo similar sucede con el campo. Las cooperativas privadas que son mas de 1.500 poseen una fracción de tierras pero producen 60% de los productos agropecuarios.

La isla importa cerca de 80% de los alimentos que consume aunque la mitad de sus tierras cultivables están ociosas o subutilizadas.

Otra de las calamidades es que el salario promedio es de poco más de 10 dólares, cerca de 300 pesos cubanos.

Es tan insuficiente que el propio Raúl Castro admitió que ese ingreso magro "generaliza manifestaciones de indisciplina social y tolerancia con actitudes antisociales". Mercado negro y baja disciplina laboral, sería la mejor traducción.

A los cubanos les irrita cuando se analiza el fenómeno de China o Vietnam como un proceso de capitalismo con otro rostro. En igual clave que sus socios asiáticos defienden como una modernización comunista la apertura que Deng Xiao Ping impuso hace 30 años en China o la del PC de Vietnam en 1978, con su célebre Doi Moi o renovación multifacética.

El espejo en el que más parecen reflejarse es justamente el vietnamita. Ese país determinó que "la economía mercantil no es un atributo exclusivo del capitalismo, sino una conquista de la humanidad y elemento necesario en la transición al socialismo" y proclamó acabar con "la mercadofobia".

Al liberar las potencias individuales esa nación del sudeste asiático pasó de ser un importador neto de arroz a ser el segundo exportador del mundo y atrajo inversiones de la mano de sueldos comparativamente muy bajos y una mano de obra en extremo calificada.

El Partido Comunista mantiene el control total del país, pero la economía se abrió al mundo y ha negociado acuerdos con todos los organismos internacionales existentes.

Si es el presente el que anticipa el futuro vale entonces observar ese sendero para adivinar los pasos de Cuba.

La cuestión es el lastre del embargo aunque probablemente será menos una barrera que un escollo en ese camino que ya comenzó a andarse.