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1 de mayo de 1974: la ruptura definitiva
El Día del Trabajador de ese año Perón echó a la juventud militante de la Plaza de Mayo. Un quiebre definitivo. Un discurso histórico que cumple 35 años
1 de mayo de 2009
Por Roberto Aguirre Blanco

Enérgico y cansado, así se lo vio al ex presidente Juan Domingo Perón la tarde del 1 de mayo de 1974 mientras realizó un discurso de “unidad nacional” desde los balcones de la Casa Rosada.

En su última aparición con vida en el Día del Trabajador, un Perón ya enfermo, que preanunciaba su despedida, enfrentó a una multitud de más de 100 mil militantes que llenaron la Plaza, bajo un clima de fuerte enfrentamiento interno en el seno del peronismo.

En los días previos hubo muchos temores de que se repitiera un nuevo “Ezeiza” en este acto y el clima de confrontación entre los sectores sindicales y los movimientos juveniles era una olla a presión a punto de estallar.

Luego de un magnífico discurso en el Congreso de la Nación, donde Perón inauguró las sesiones ordinarias del parlamento, el acto organizado en la Plaza de Mayo fue el momento más álgido de una jornada histórica.

Semanas antes Perón enfrentó a los dirigentes líderes de la JP, que le plantearon sus dudas sobre el rumbo que tomaba el gobierno "popular".

Sin embargo, la respuesta del presidente fue categórica en la defensa de los sectores gremiales y de quienes lo acompañaban en al gestión, en especial de José López Rega.

Bajo ese escenario la confrontación era inevitable. Desde el inicio del acto Perón escuchó, al salir al balcón a dar su discurso, las quejas de los militantes más jóvenes y su tono conciliador del Congreso mutó a una irascibilidad absoluta.

Se produjo así un diálogo entre Perón, los reclamos de la juventud y el apoyo de las bases más tradicionales del PJ, convirtiendo el lugar en un territorio de luchas ideológicas.

“Tenemos una excelente calidad de organización sindical, a pesar de esos entupidos que gritan”, bramó el mandatario, cuando intentaba defender la lucha y el sostén que tenía su actual gobierno por los sectores más conservadores del movimiento peronista.

“A través de estos años las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante veinte años lucharon”, señaló.

Esas palabras de Perón desencadenaron la decisión de Montoneros y de la JP de retirarse de la Plaza, luego de hacer escuchar su proclama de queja sobre la composición del gobierno nacional.

“Qué pasa, qué pasa general que está lleno de gorilas el gobierno popular”, desafiaron los militantes juveniles ante la miraba turbia de López Rega, ubicado a la derecha del presidente de la Nación.

En las salidas de la Plaza, especialmente por el sector de las diagonales Norte y Sur, comenzó una batalla campal entre jóvenes y representantes de los gremios sindicales que combatieron durante largos minutos a golpes de palo y puño a cara limpia.

Estratégicamente las cámaras de televisión oficial ignoraron lo que sucedía en el fondo de la Plaza, más el abandono de gran parte de ella y con planos cortos mostraban el aliento de los sectores que se mantuvieron en sus lugares al grito de “Perón, Perón”.

Mientras el entonces presidente siguió defendiendo a los líderes sindicales y habló de los que cayeron asesinados “sin que haya sonado el escarmiento”, desde los militantes que se retiraban se escuchó el grito de “Rucci, traidor”.

El acto terminó sin poder ser una fiesta como inocentemente se había pensado y dejó en claro una división de aguas que aceleraría los tiempos por venir y que incluyó en los días siguientes el asesinato del Padre Carlos Mujica, los últimos días de Perón y su muerte el 1 de julio.

El ex presidente transitaba por esos días un profundo deterioro de su salud y su humor también era cambiante e inmanejable por momentos.

Según cuenta el libro “El último Perón”, de Jorge Taiana, al día siguiente de este acto, el ex vicepresidente Vicente Solano Lima le preguntó al general si había que cambiar la “actitud de dureza para con los jóvenes”.

“De ninguna manera. Es conveniente, de cuando en cuando, tirarles las orejas a estos jóvenes apresurados”, respondió mas calmo el viejo líder peronista.