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"Ángeles y demonios": el código Brown-Howard
Protagonizada por Tom Hanks, la segunda película basada en las novelas del taquillero escritor Dan Brown es algo mejor que "El Código Da Vinci", aunque sin deslumbrar
12 de mayo de 2009
Por Sebastián Martínez

Es difícil hablar de "Ángeles y demonios" sin referirse a "El Código Da Vinci", en sus dos vertientes: el mega éxito literario surgido de la pluma de Dan Brown y la desangelada película protagonizada por Tom Hanks y dirigida por Ron Howard en 2006, que vino a usufructuar el vendaval comercial desatado en torno al libro.

Así que, antes que nada, mencionemos un dato neutral sobre el tema. "Ángeles y demonios" fue escrito y publicado por Dan Brown antes que "El Código Da Vinci", aunque se convirtiera con posterioridad en heredera del suceso comercial de su "hermana menor".

Dicen quienes leyeron las dos novelas que "El Código Da Vinci" es superior a su antecesora, pese a que su estructura, su estilo y sus argucias son casi idénticas. En cambio, puede decirse "Ángeles y demonios" es algo mejor como película que la anterior inmersión de Howard en el mundo del simbólogo Robert Langdon.

¿De qué trata "Ángeles y demonios"? Esta vez, Robert Langdon es convocado directamente desde El Vaticano en la peor de sus crisis. No sólo acaba de morir el Papa, sino que en plenos preparativos para designar al nuevo sucesor de San Pedro, una antigua organización anticlerical y cientificista llamada los "Illuminati" ha secuestrado a los más encumbrados obispos, amenaza con asesinarlos y, como cierre, con volar gran parte de la ciudad.

A partir de esta premisa, y durante más de dos horas, veremos a Langdon y a sus ocasionales compañeros de aventuras recorrer las calles y las iglesias de Roma, descifrando antiguos códigos, enfrentando conspiraciones eclesiásticas e intentando salvar a la ciudad de una explosión fatal. El ritmo de thriller acelerado no decae, aunque muchas veces lo haga en base a vueltas de tuerca del todo innecesarias.

Vamos un paso más allá. Los lectores que quedaron prendados del universo literario de Dan Brown salieron algo decepcionados cuando fueron a ver "El Código Da Vinci". Pues bien, algo similar les ocurrirá cuando salgan de ver "Ángeles y demonios". En cambio, aquellos que aborrecieron los libros de Brown, no sentirán absolutamente nada frente a las películas de Howard.

Quienes no gustamos de la prosa de Brown, encontramos que sus libros están pobremente escritos, que son manipuladores, arteros y excesivamente didácticos. Eso sí, hay que reconocerle que son entretenidos, de lectura rápida y que rescatan de algún lugar de los estudios religiosos una, o a lo sumo dos, ideas interesantes.

Con este panorama detrás, habrá que decir que el filme "El Código Da Vinci" no terminaba de explotar los pocos puntos fuertes de la novela y terminaba entregando personajes sin el más mínimo carisma (pese a contar con el habitualmente eficaz Tom Hanks), con excesivos subrayados y una voluntad de ser explícitos y claros que iba en contra del ritmo de la película.

En "Ángeles y demonios", Howard logra soltar el lastre de algunos de esos defectos. Si bien no puede evitar caer en diálogos que parecen dirigidos a un público demasiado distraído o demasiado subestimado, al menos el personaje de Hanks ha ganado algo más de personalidad y su coestrella femenina, la israelí Ayelet Zurer, le aporta un poco de carnadura a su Vittoria Vetra, algo que la francesa Audrey Tautou no lograba en "El Código Da Vinci".

Además, hay que reconocerle a "Ángeles y demonios" un elenco de personajes secundarios con actores que difícilmente pueda fallar: Ewan McGregor, Stellan Skarsgard y Armin Mueller-Stahl, entre otros.

En definitiva, resulta difícil emitir un juicio universal sobre "Ángeles y demonios". Pero digamos que aquellos que son fanáticos de los libros de Brown, saldrán del cine un poco desilusionados. Aquellos que quedaron encantados con la película de "El Código Da Vinci" saldrán aún más encantados de esta segunda incursión en el mundo de Robert Langdon. Por último, aquellos que no cayeron en las redes de Brown ni de Ron Howard, saldrán del cine con una sensación de completa indiferencia.