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20 de abril de 2024
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Juez que liberó al asesino de Sole ni había leído su condena
Axel López, firmante del permiso de salidas transitorias de Pablo Marcelo Díaz -acusado de matar a Soledad Bargna-, dice que trata de no leerlas para no 'predisponerse'
24 de mayo de 2009
El juez Axel López benefició con salidas transitorias a Pablo Díaz, condenado a doce años de prisión por un hecho de violación. Hoy, ese mismo hombre es el principal sospechoso del crimen de Soledad Bargna.

El magistrado explicó a PERFIL que si bien humanamente está destruido por lo que ocurrió, técnicamente no es responsable, ya que cumplió con la ley. Dijo que el acusado “tenía conducta ejemplar” y que jamás notó indicio alguno de que pudiera reincidir.

En una reportaje realizado por Camila Brailovsky, el juez dijo que cuando supo que Pablo Marcelo Díaz, el condenado al que él había autorizado a tener salidas transitorias, era señalado como el principal sospechoso del brutal crimen de Soledad Bargna, en Caballito, se descompuso. No pudo pegar un ojo en toda la noche.

“Desde lo humano, me siento destrozado. Aunque estoy convencido de que desde el punto de vista técnico no soy responsable de lo que sucedió”, explicó a PERFIL Axel Gustavo López, juez de Ejecución Penal Nº 3, a cargo de la polémica medida.

—¿Por qué le otorgó a Díaz las salidas transitorias?

—Todo el mundo tendría que entender que tenemos una ley sancionada en el año 1996, que hace que el condenado tenga ciertos derechos en potencia para modificar la forma de cumplir una pena privativa de la libertad. Es una obligación para el magistrado permitir el ejercicio de ese derecho y la cuestión con este hombre fue así. Yo verifiqué que cumplía con todos los requisitos.

—¿Esta persona tenía una condena por violación seguida de muerte?

—No. Esto es inexacto. Sí tenía una condena por agresión sexual y creo que por robo. Ahora no estoy en el juzgado, por eso no puedo darle datos concretos. Yo soy juez de ejecución, yo no condeno. La ley de ejecución dice que estas modalidades de cumplimento de pena son aplicables, no importa cuál sea el delito. Y le digo más: trato de no leer las condenas para no predisponerme para un lado o para el otro.

—¿Usted me está diciendo que no lee la causa de una persona que va a dejar en libertad?

—Yo, todos los días, sin variación alguna, estampo mi firma en más de cuatrocientos decretos y reclusiones. ¿Usted piensa que yo puedo leer todo eso? Así, la cosa no va. Esto ha sido avisado históricamente y se han hecho los reclamos a las autoridades competentes. Pedimos que por favor pongan en funcionamiento dos juzgados de ejecución penal creados hace más de tres años y que aún no funcionan por falta de lugar. Somos la Cenicienta del Poder Judicial. A nadie le interesa nuestra suerte, salvo cuando hay un escándalo mediático.


—Entonces según la ley vigente, ¿Díaz debía estar en la calle?

—Esta persona había cumplido los requisitos de cumplimiento parcial de la porción de la condena. Tenía conducta ejemplar y concepto muy bueno. La calificación del concepto la realiza el Servicio Penitenciario Federal e implica la posibilidad de una adecuada reinserción social. A mí me elevan una propuesta positiva para que incorpore a este interno al régimen de salidas transitorias. Si mal no recuerdo, hacía más de un año y medio que este hombre estaba egresando sin ningún conflicto. Por eso lo incorporamos al régimen de semilibertad, que es la posibilidad que otorga el artículo 23 de esta ley de ejecución. Pero no dejaba de estar detenido.

—Los vecinos del edificio dicen que este hombre dormía todas las noches allí.

—No todas las noches, probablemente tenía egreso por 48 horas. Este régimen no implica una libertad condicional, sino egresos periódicos para afianzar lazos familiares, para estudiar y/o trabajar. El estaba en una casa de preegreso en la Unidad 19 de Ezeiza.

—¿Usted no notó indicios de que esta persona pudiera reincidir?

—Ninguno, ninguno, ninguno. Ya le digo: registraba conducta ejemplar. Y no es que yo lo pongo en condiciones de salidas transitorias “porque se porta bien”, como dice la gente. Lo que se valora acá es la evolución que el interno tiene dentro del régimen penitenciario. Estaban dadas todas las condiciones, todos los requisitos. No es que lo diga yo, lo dice la ley, lo dicen los legisladores que han votado esta ley.

—Sin embargo muchos análisis de peritos y psicólogos plantean que un delincuente sexual no se recupera.

—Estamos absolutamente de acuerdo. Sé que hay una corriente tendiente a considerar que los agresores sexuales no se recuperan. Es necesario plantear una seria discusión a nivel legislativo porque si yo impongo una condena a una persona imputable que supuestamente comprende lo que está haciendo, esa condena tiene vencimiento. Tarde o temprano la persona, sea o no sea peligrosa, va a estar en la calle. Quiero que la gente comprenda bien esto: la discusión debe cambiar. Si a mí me dicen que el agresor sexual no cambia, o no se recupera porque es un enfermo, entonces lo que hay que hacer es una internación manicomial, un tratamiento puramente psiquiátrico. No tratamiento carcelario con trabajo y educación.

—¿Entonces para usted el problema está en la legislación vigente?

—Yo no quiero hacer un juicio de valor, es algo que debe debatirse en el Congreso. Si a mi me obligan a ejecutar o a controlar la ejecución de una pena de un agresor sexual del mismo modo que la de un interno que comete un delito de robo, hay algo que no cuaja. Además no hay un programa real dentro del Servicio Penitenciario Federal para tratar a los agresores sexuales. Entonces cualquier agresor sexual, trabajando y estudiando regularmente, sale en libertad. Esa libertad, lamentablemente, está bien dada.

—Más allá de las cuestiones legales, ¿qué le diría en este caso a la familia de la joven que asesinaron en Caballito?

—Desde lo humano estoy destrozado. No puedo dejar de sentirme responsable. Sé que desde el punto de vista técnico no soy responsable, pero no puedo dejar de pensar en que a esta persona yo la puse en la calle. A mí no me causa alegría poner a un violador en la calle. Tengo hijos y sé que no hay forma de que el padre de esta chica me comprenda. No puedo pedirle eso a un padre sufriente, porque yo como padre tampoco lo entendería.