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Kirchner busca venganza y "castiga" a los intendentes
El ex presidente no les perdona el corte de boleta en sus distritos. El castigo es el recorte de fondos. Massa y Bruera son los primeros afectados. Quiénes siguen en la lista
20 de julio de 2009
Por Juan Pablo Morales
Especial para La Nación

La semana siguiente a la derrota electoral, Néstor Kirchner pasó en limpio la lista de los "traidores". Garabateó nombres y números. Anotó cargos y porcentajes. Improvisó una escala propia en el cuaderno de espirales que había usado en la campaña. En la columna de los peores infieles, estaban los intendentes del conurbano.

Hundidos en sus temores, los caciques victoriosos decidieron presionar. Le pidieron protección al gobernador Daniel Scioli para resguardar privilegios. Y exigieron espacios de poder. En una semana, se "abroquelaron" para que la furia no entorpeciera el flujo de lo que les importa: el dinero para sostenerse en el poder.

La presión no alcanzará. En la intimidad de Olivos, Kirchner empezó a convertir en órdenes aquello que había anotado en su cuaderno ajado. Un plan de castigos por los cortes de boleta, que incluye desde el bloqueo de fondos sociales y la demora de obras hasta la intromisión en internas locales.

Las sanciones empezaron por los distritos que están al tope de su inventario personal: La Plata y Tigre. En la capital bonaerense, los candidatos del intendente Pablo Bruera sacaron 44.000 votos más que el ex presidente. En la tierra del ex jefe de Gabinete Sergio Massa, su esposa Malena lo aventajó por casi 14 puntos.

En diez días, Bruera se quedó sin fondos del Ministerio de Desarrollo Social para pagarles a las cooperativas locales. Eran casi 80 millones de pesos. "Son órdenes", se excusaron en el ministerio. Antes de las elecciones, el Gobierno había tramitado un bono internacional para una obra asfáltica de 60 millones. Después del 28 de junio, el bono se esfumó. En el municipio, repiten una sola cosa: "Nos quieren descabezar".

Algo parecido amenaza a Tigre. "Hay que cortarle todo", ordenaron la semana pasada en variadas dependencias oficiales. Massa se refugió en unas vacaciones en la montaña. "Que hagan lo que quieran", se limitó a contestar ayer un colaborador.

En el resto del gran Buenos Aires, se extiende una preocupación silenciosa. "Tenemos que gobernar, así que somos prudentes. Pero tenemos un límite", le repitió a LA NACION un influyente jefe territorial. Insistía en su despacho que el límite será "el castigo". En las elecciones, sacó diez puntos más que Kirchner.

En 15 días, sabrá si depositan el dinero para las obras pendientes. El Ministerio de Infraestructura paralizó los planes por "ajustes administrativos". Dicen que la parálisis durará sólo un mes. "¿Y si, en realidad, todo es una excusa porque no hay plata?", se preguntaba temeroso otro jefe comunal.

En la gobernación se preguntan lo mismo. "El principal problema es económico", se quejaba la semana pasada una alta fuente oficial bonaerense, que monitorea con preocupación la baja de la recaudación y la situación crítica de las finanzas.

En las segundas líneas de los ministerios, admiten que hay órdenes reservadas: todas las obras que no se liciten antes del 30 de julio podrían entrar en una sorpresiva demora. "Si la crisis empeora, ¿quiénes van a ser los primeros que se van a quedar sin nada? Los que jugaron mal", relató una fuente oficial.

Los temores en el territorio se traducen en presiones. Y más amenazas. "Si explota el conurbano, explota la provincia y explota la Nación", retrucan los intendentes. Forman parte del grupo que le pidió a Scioli que "abra el gabinete" y que le prometen respaldarlo como jefe del PJ.

La primera respuesta se conoció la semana pasada. El intendente de Avellaneda, Baldomero Alvarez Olivera, será ministro de Desarrollo Social. Desde Berazategui, Juan José Mussi, tradujo esas sensaciones dos días después: "Los intendentes nos vamos a abroquelar detrás de Scioli".

Pero no todo es lo que parece. El mismo día que Alvarez aceptó integrar el gabinete de Scioli, habló por lo menos dos veces con Kirchner. Y mientras arreciaban las quejas, el ministro de Infraestructura, Julio De Vido, intentaba contener a un grupo de esos caciques inquietos.

Entre sus interlocutores estuvo el jefe de José C. Paz, Mario Ishii. El mismo que confirmó a LA NACION que inaugurará "unidades básicas en los distritos de los traidores". El mismo que habla con Kirchner varias veces a la semana y que promete empezar en La Plata su periplo de "visitas personales". Como todos, es un baqueano del doble juego: sabe que el hombre que seduce es también el que castiga.