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25 de abril de 2024
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Identidad sustituta: Bruce Willis no quiere ser "robot"
Una película con toda la fuerza de la acción que imprime la personalidad de Willis. Un ciudad futurista, graves problemas con la tecnología. Adrenalina y efectos
22 de octubre de 2009
Con menos de 80 minutos de narración netos, este film dirigido por Jonathan Mostow ( Terminator 3 ) propone unos cuantos temas inquietantes respecto del futuro de una sociedad de consumo obsesionada por la perfección corporal y sometida por el abuso de las nuevas tecnologías.

Sin embaro, en este tiempo debe dedicarles a las escenas de acción a cargo de Bruce Willis es escaso el espacio que le queda para profundizar en esas cuestiones centrales de la ciencia ficción con escalas en las obras de Isaac Asimov o Philip K. Dick.

No hay dudas de que Mostow es un correcto artesano al servicio de la industria, que los guionistas John Brancato y Michael Ferris (ligados a las dos últimas películas de la saga de Terminator ) saben cómo "salpicar" atractivos elementos futuristas de una historia tiene como origen una popular novela gráfica.

La elección de Willis como protagonista es siempre un acierto y que el presupuesto de 80 millones de dólares permitió una generosa oferta de espectaculares imágenes generadas por computadora (CGI), pero al mismo tiempo da la sensación de que el corte final de Identidad sustituta sufrió demasiadas amputaciones porque falta un mayor desarrollo de la historia.

En un futuro no tan lejano (las ciudades siguen siendo bastante reconocibles), los seres humanos -hartos de las degradaciones de sus físicos- han decidido vivir a través de sus sustitutos, robots bellos y perfectos (la película es como un desfile incesante de modelos tanto masculinos como femeninos).

Así, más del 99 por ciento de la "gente" que transita por la calle no son personas, sino creaciones de una corporación tecnológica que ha alcanzado un poder económico (y político) incontenible.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta tendencia y es así como se van conformando alrededor de un (falso) profeta (Ving Rhames) grupos neohippies que deciden rebelarse contra la dictadura de las máquinas y, por lo tanto, cada vez se producen más atentados contra estos incansables sustitutos que conllevan además un serio riesgo para sus usuarios.

En medio de una profunda crisis personal y familiar por la muerte de su hijo, el agente del FBI Tom Greer (Willis) debe abandonar la comodidad de utilizar su sustituto (una idea que remite por momentos a los replicantes de Blade Runner y al trabajo sobre la realidad virtual de El vengador del futuro ) y salir "en persona" a las calles atestadas de robots.

Ese re(encuentro) con toda la artificialidad del mundo "real" le generará un nuevo cimbronazo emocional, mientras debe seguir las pistas de los sucesivos atentados.

La película tiene varias escenas muy logradas y un despliegue visual a tono con el profesionalismo y la creatividad de la producción a gran escala de Hollywood, pero extraña una mayor elaboración de ciertos aspectos dramáticos y de articulación de los personajes secundarios.

Así, Identidad sustituta deja una sensación agridulce, ya que no se pudo aprovechar en toda su dimensión el potencial que el proyecto tenía.