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Se demora la beatificación de Juan Pablo II
Es porque se encontraron cartas que se escribió con una amiga polaca durante 55 años. Ahora el Vaticano quiere conocer todo el contenido de las misivas de las mismas
11 de noviembre de 2009
La beatificación del papa Juan Pablo II, la figura contemporánea más popular del mundo católico de 1.200 millones de fieles, será proclamada probablemente por Benedicto XVI en la plaza de San Pedro en el Vaticano en octubre del año que viene. Esta es la fecha en la que más coincidieron las fuentes internas del Vaticano y los "vaticanistas" que consultó Clarín en los últimos días.

Rápidamente se derrumbaron las versiones de que Joseph Ratzinger proclamará beato a su predecesor cuando se cumplan cinco años de su muerte en abril o mayo de 2010, que habían florecido en las últimas semanas.

Una razón de fondo para la demora, que por supuesto es negada por las autoridades de la Curia Romana y otros altos prelados, es el contenido de las cartas que durante 55 años el polaco Karol Wojtyla intercambio con Wanda Poltawska. El Vaticano y la comisión que lleva adelante el proceso hacia los altares de la santidad de Juan Pablo II quieren "ver todo".

No se sabe si las cartas que guarda Wanda y que según ella "pueden llenar una valija" están ya todas en manos de la Iglesia. Poltawska ha cumplido 88 años y es una mujer extraordinaria. Médica psiquiatra como su marido, también gran amigo de Karol Wojtyla, madre de cuatro hijos y de varios nietos, conoció al actual Papa en 1951 cuando era un simple sacerdote y cuenta que de inmediato percibió "su santidad".

Wojtyla, por su parte, quedó muy impresionado con ella, que había sido prisionera de un campo de concentración nazi en Alemania y había sido torturada con experimentos por los médicos asesinos que tenían las SS. Surgió así una gran amistad. El la llamaba "hermanita" y ella "hermano". No faltó quien lanzó la hipótesis de un "romance sublimado", pero nada más. Emotivamente Wojtyla era un solitario. A los 20 años perdió a su último pariente. Esa soledad la sustituyó con una gran espiritualidad y el afecto de grandes amigos. Wanda fue una de ellos.

En 1962 Wanda enfermó de un cáncer de garganta y estaba medio desahuciada. El obispo Wojtyla de Cracovia escribió entonces al padre Pío de Pietrelcina, con una gran fama de "milagrero" y "cumplidor". Le pidió oraciones e intercesiones ante el Altísimo. Padre Pío cumplió y Wanda inexplicablemente sanó. Dicen que además pronosticó que el joven obispo era un futuro Papa y "no puedo decirle que no" a su pedido. Wojtyla quedó convencido del milagro y en su largo reinado de 26 años y medio como Juan Pablo II proclamó primero beato y después santo al padre Pío.

En junio, Poltawska publicó en un libro el contenido de algunas de las cartas. Dijo que su amigo Karol, a quien visitó muchas veces en el Vaticano y en la residencia de Castelgandolfo junto con su familia, le había autorizado a hacerlo. El cardenal arzobispo de Cracovia, Stanislao Dziwisz, criticó a Wanda por haber hecho público el carteo privado y dijo que ella "alardeaba de una influencia que no tenía" con el Papa. Dziwisz llegará el domingo a Buenos Aires, invitado por la Universidad Católica Argentina. Hoy, don Stanislao, como lo llaman los periodistas en el Vaticano, es uno de los purpurados más prestigiosos de la Iglesia. Nadie como él conoció a Juan Pablo II durante las décadas en que fue su secretario privado y gran amigo.

El secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, echó un balde de agua fría al entusiasmo de los que querían la beatificación de Juan Pablo II en abril, al cumplirse los cinco años de su muerte. "Estas noticias no se basan en ninguna decisión concreta", dijo a la radio vaticana. "Aún hay que cumplir varias etapas".

En diciembre se reunirán los cardenales y arzobispos de la comisión de la Congregación para la Causa de los Santos que deben dar su aprobación final. También hace falta un decreto sobre las "virtudes heroicas" del candidato a los altares, que debe firmar el Papa. Y aún más importante: debe ser aprobado un milagro. Ya está listo el caso: es el de una monja francesa que padecía un precoz mal de Parkinson. Un mes después de la muerte del Papa y con las oraciones de las monjas de su comunidad, produjeron la cura inexplicable para la ciencia de la religiosa.