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28 de marzo de 2024
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"Amante a domicilio": Kutcher, el nuevo gigoló americano
Ashton Kutcher encarna a un joven vividor que conquista mujeres para hacer uso de sus posesiones, hasta que se encuentra con la horma de su zapato
30 de diciembre de 2009
Por Sebastián Martínez

Hay algunas películas que logran ser, al mismo tiempo, extrañas y convencionales. Esto, a priori, no dice nada acerca de su calidad. Por ejemplo, este año se estrenó en la Argentina “El luchador”, protagonizada por Mickey Rourke y Marisa Tomei, y se ajustaba perfectamente a esa definición. Era rara y, también, era convencional. Y, además, era una gran película.

“Amante a domicilio” también se ajusta a los primeros de esos adjetivos. Por un lado, es una película inusual, difícil de encasillas en un género. Demasiado atribulada para ser una comedia romántica, demasiado leve para ser un drama, es complejo saber, a fin de cuentas, dónde meter este filme protagonizado por Ashton Kutcher, Anne Heche y Margarita Levieva.

Empecemos por el principio: Kutcher interpreta aquí a Nikki, un joven que es definido por propios y extraños como “increíblmente apuesto” y que se dedica a vivir de eso. No es precisamente un modelo. Más bien es un vividor o, si somos más duros, un gigoló.

El muchacho encara chicas y mujeres, las seduce, las conquista y finalmente se les instala en la casa, a disfrutar de sus pertenencias, mientras sigue viviendo al ritmo de la ciudad de Los Angeles. Y la película empieza justamente así: Nikki va a un boliche, detecta a una abogada algo mayor que él (Anne Heche), con buen pasar económico, y la conquista.

A la mañana siguiente, ya está instalado en su lujosa casa, manejando un Mercedes Benz y haciendo uso y abuso de su posición social. Y, cuando la dueña de casa se ausenta, lleva amigos y mujeres a la mansión. Un vividor, bah.

No hay que avanzar mucho más en la trama. Sólo decir que, promediando la película, Nikki conocerá a Heather (Margarita Levieva), una camarera de un bar rasposo que maneja un Porsche de 80 mil dólares. Y que será, aparentemente, la horma de su zapato.

También hay que decir que, a diferencia de la inmensa mayoría de las comedias románticas de Hollywood, en “Amante a domicilio” las escenas de sexo son lo suficientemente explícitas como para que la película sea prohibida para menores de 18 años.

Quizás la mayor virtud del filme radique en la imposibilidad de clasificarla. Y es que el hallazgo (quizás el único hallazgo de toda la película) es su personaje central, un hombre que (como le dicen reiteradamente las mujeres por las que pasa) no es “ni remotamente interesante”, pese a su éxito automático en materia de seducción.

Si sobre el final habrá o no redención para Nikki y para su modus vivendi levemente amoral, es algo que el espectador deberá descubrir por sus propios medios. Sólo se puede reiterar que este trabajo no se adapta nunca a las convenciones de género. Sin ser brillante, “Amante a domicilio” tiene al menos la virtud de no caer en todos los lugares comunes.