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El hartazgo de ser espectador de las finales del Mundial
Hace dos décadas que Argentina no llega a la última semana de un Mundial. Hora de cambios profundos. De renovaciones de protagonistas. Una estructura sólida que este por encima de los nombres
6 de julio de 2010
Por Roberto Aguirre Blanco, de Asteriscos.Tv

Me cansé de ser igual que Nigeria, Grecia, Jamaica o Japón en el fútbol, llegar a la última semana de una Copa del Mundo, como sucede desde hace 16 años, y verla de afuera, como “convidado de piedra”, con bronca, y además sin ganas de disfrutar las finales.

Esto sin dudas no les pasa ni a los nigerianos, ni griegos, ni japoneses, que de antemano si van al mundial saben que llegar a la última semana es casi un sueño con olor a hazaña.

La Argentina, antes del inicio de cada copa del mundo desde 1994 en adelante, viaja con el halo de triunfalismo y con la seguridad íntima –por más que ninguno de los protagonistas lo quiera aceptar— de ser campeones del mundo, y cualquier otra posición es tomada como un drama nacional.

Indefectiblemente hace dos décadas esa ilusión inflada, con más fantasía que realidad, y con un alto componente de soberbia, nos hace subir a una ola de triunfalismo que no nos permite ver la realidad del contexto negativo que rodea al fútbol argentino desde hace 31 años.

La ola llega a su pico, y de allí en más caemos en un pozo profundo tras las lógicas eliminaciones y la caída es tan dura que nos duele por semanas enteras.

Sin embargo, luego nos olvidamos con llamativa facilidad, se reparten un par de culpas, se cambian las caras y algunos nombres y volvemos a mirar lo que sigue sin realizar esos grandes cambios que definitivamente modifiquen la realidad.

Lo obvio vuelve a suceder: cuatro años después de vuelta el triunfalismo, el sueño genuino del campeonato y la última semana del Mundial los jugadores en casa, la gente destrozada en su ilusión y en las finales son fiestas de otros y nunca con nosotros.

Como toda gestión con valores, la primera década del gobierno de Julio Grondona llegaron logros importantes basados en un camino coherente con el saldo de un título mundial y dos finales consecutivas jugadas en 1986 y 1990.

Luego, como la realidad siempre marca, la continuidad en el poder y además concentrado en una sola persona, hace perder una mirada objetiva de la realidad y el desgaste de ideas y la falta de renovación equivoca los caminos.

El fútbol argentino con sus estrellas mundiales en las mejores ligas del Mundo es igual que Nigeria, Jamaica y Japón: no gana nada a nivel internacional y a la hora de jugar por los puntos en la Copa del Mundo no puede superar a selecciones potencia.

Es necesario regresar la selección nacional “prioridad” a realizar un trabajo de base como se gestionó a partir de 1974 con la llegada de César Luis Menotti pero sin personalismo con una estructura de selecciones que esté por encima de lo nombres.

Con roles definidos, con participación de todas las voces que hacen nuestro fútbol diario, con independencia política y que provoque cambios de timón, si es necesario, sin traumas.

Quizás sea hora que algunos nombres den un paso al costado, haya renovaciones en la organización del fútbol y un acto democrático aparezcan nuevas figuras con chances de modificar la realidad.

Alejar a la AFA del poder de turno o exigir que el gobierno, que tanto le interesa meterse en el fútbol, sea también un ente de control para que se produzca un cambio profundo y responsable.

Más allá de las potencias Italia, Brasil, Francia y Alemania con presencia casi permanente es esta fatídica última semana para Argentina en mundiales, hay otras selecciones que en estos 20 años lograron estar allí por encima de los “albicelestes”.

Esta selecciones fueron: Bulgaria, Suecia (1994); Holanda, Croacia (1998); Corea del Sur, Turquía (2002); Portugal (2006), Holanda, Uruguay y España (2010).

Esto se suma a la falta de títulos internacionales de la selección mayor que no gana ningún torneo importantes de 1993 cuando obtuvo la última Copa América.

Porque no es una cuestión de “me cortaron las piernas” o el cabezazo de Ortega a la cara de un holandés, la eliminación en primera fase en Corea, el “papelito” con los penales en 2006 o la falta táctica en 2010. Esos son solo la excusas desencadenantes de la realidad que es más profunda.

Es tiempo de cambios, un reclamo que se hace desde hace 16 años y se queda en frases hechas para que todo siga igual.

Si no sucede seguiremos siendo como Haití, Grecia, Japón y Nigeria, a quienes le ganamos casi siempre en mundiales, pero como nosotros, se vuelven antes de la final a casa a ver la fiesta de los demás por televisión.