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28 de marzo de 2024
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Romina Yan, una vida signada por las fuertes presiones
"No sé si me gustaría dejarla del todo, pero quisiera tener una actividad paralela en la que me sienta cómoda", había dicho la hija de Cris Morena
28 de septiembre de 2010
Especial de Guillermo Malisani

"No sé si me gustaría dejarla del todo, pero quisiera tener una actividad paralela en la que me sienta cómoda. Y, si el día de mañana rindiera, podría dejar la actuación. Siempre fantaseo con dejar el tema de la televisión", había dicho hace ya algunos años
Romina Yan en un reportaje a una revista.

En esa misma entrevista dejó claramente expuestas las presiones que vivió desde chica: doble escolaridad, grabaciones televisivas interminables, padres exitosos con poca presencia, una exposición permanente, necesidad de triunfar y una persistente lucha por mantener una imagen de perfección.

Fue esa obsesión por la imagen la que la llevó, entrando a la adolescencia, a padecer anorexia: "Yo me veía gorda, y seguía bajando, y dejaba de comer, era un espanto. Ahora miro las fotos de aquella época y digo: Por favor, era un asco".

Ese padecimiento silencioso en un período clave de todo ser humano la marcó: "Durante toda mi vida descargué mis miedos, inseguridades y angustias con la comida. Esa fue mi forma de boicotearme".

"Ser 'hija de' me costó mucho porque sentía que no tenía derecho a hacer determinadas cosas y que debía pagar el derecho de piso más que ninguno. Sentía la presión de demostrar quién era más allá de ser la hija de Cris y de Gustavo", declaró, con pesar,
hace un par de años.

En casi todas las entrevistas, como una imagen repetida y casi como un ruego de comprensión, Romina Yan, dejaba expuesta en palabras el hecho de haber padecido una infancia y adolescencia signada por presiones, desencuentros, falta de contención y la
tácita obligación de ser protagonista de un destino exitoso.

Presiones, obsesión por la imagen, necesidad de éxito, exigencias, presiones y más presiones. Quizá estas circunstancias hayan contribuido al desenlace fatal, al final de una vida joven, pero acelerada, que debe servir para la reflexión.